Wicked Parte 2: Un Espejo de Resistencia y Diversidad
El Musical como Manifiesto Social
*Wicked Part Two* (2025) trasciende su condición de adaptación cinematográfica para convertirse en un artefacto cultural que cristaliza las luchas contemporáneas por la inclusión, la justicia y la autodeterminación. La segunda entrega de la saga dirigida por Jon M. Chu profundiza en los temas introducidos en la primera parte, explorando cómo los sistemas autoritarios construyen narrativas de exclusión y cómo los marginados encuentran su voz en un mundo que los silencia.
El Fenómeno Integrador: Representación como Acto Político
La elección del elenco de “Wicked” no es meramente estética; es una declaración política. Cynthia Erivo, mujer negra y queer, encarna a Elphaba, el personaje más incomprendido y estigmatizado de Oz. Su casting desafía siglos de representación donde la «diferencia» se codifican únicamente en tonos verdes de fantasía, mientras que la negritud real permanecía invisible en los roles protagónicos del fantasy mainstream. Erivo aporta una profundidad emocional que resuena con las experiencias de quienes han sido sistemáticamente «otrificados»: su Elphaba no solo es verde, es negra, es mujer, y su poder es visto como amenaza por quienes detentan el control.
Ariana Grande, quien ha sido abierta sobre su sexualidad y su apoyo a la comunidad LGBTIQ+, interpreta a Glinda con una complejidad que subvierte el arquetipo de la «chica popular». Su trayectoria de privilegio a conciencia política refleja el proceso de desaprendizaje que muchas personas con ventajas sistémicas deben atravesar. La química entre Erivo y Grande trasciende la pantalla, representando una sororidad que cruza líneas de raza, clase y experiencia vital.
Jonathan Bailey, actor gay británico, interpreta a Fiyero con una vulnerabilidad masculina raramente vista en héroes románticos de Hollywood. Su personaje desafía las expectativas de la masculinidad hegemónica, mostrando que la fortaleza puede coexistir con la empatía y que la rebeldía puede ser tanto un acto de amor como de justicia.
La película también integra personajes con discapacidad de manera orgánica en su mundo fantástico, normalizando la diversidad funcional sin convertirla en narrativa de superación inspiradora. Los habitantes de Oz incluyen seres de todas las capacidades, cuestionando implícitamente por qué nuestro mundo «real» no hace lo mismo.
La Crítica al Autoritarismo: El Mago como Demagogo Contemporáneo

El Mago de Oz emerge en la segunda parte como una figura autoritaria completamente desarrollada, cuyo poder se sostiene en la fabricación de enemigos externos. Su régimen utiliza a Elphaba como chivo expiatorio, construyendo una narrativa donde ella —la diferente, la poderosa, la que no se doblega— representa una amenaza existencial para Oz. Este mecanismo es dolorosamente familiar: desde regímenes fascistas históricos hasta populismos contemporáneos, el poder autoritario se consolida identificando y persiguiendo al «otro».
La película muestra cómo la propaganda estatal transforma a una joven idealista en la «Malvada Bruja del Oeste». Las noticias falsas, los decretos gubernamentales y la reescritura histórica se despliegan para mantener a la población en un estado de miedo controlado. El paralelismo con nuestra era de «post verdad» es inevitable: cuando los hechos se vuelven maleables al servicio del poder, la disidencia se convierte en herejía.
El Doctor Dillamond, el profesor Cabra destituido por su especie, representa a los intelectuales perseguidos por regímenes que temen el pensamiento crítico. Su silenciamiento académico precede al silenciamiento literal de todos los animales, mostrando cómo el autoritarismo siempre comienza limitando el discurso antes de limitar las libertades fundamentales.
La Mentira como Paradigma Social
“Wicked Part Two” examina cómo sociedades enteras pueden construirse sobre mentiras aceptadas colectivamente. Oz funciona porque sus ciudadanos eligen creer en el Mago, en su bondad, en su omnipotencia. Cuando Elphaba arranca la cortina, no solo revela a un hombre mediocre manipulando palancas, sino que expone la complicidad de toda una sociedad en su propia dominación.
Glinda personifica esta complicidad confortable. Su trayectoria de aceptación acrítica a resistencia conflictiva ilustra el costo personal de vivir en la verdad. La película sugiere que la mentira colectiva es cómoda porque exime de responsabilidad: si todos creen en la narrativa oficial, nadie es responsable de cuestionarla. La verdad, en cambio, exige acción, y la acción conlleva riesgo.
Las canciones —especialmente «Defying Gravity», que resuena en la segunda parte en nuevas variaciones— se convierten en himnos de verdad contra mentira. Cuando Elphaba canta, no solo vuela; rechaza el consenso fabricado, eligiendo su propia narrativa sobre la impuesta.

Un análisis bastante curioso para los valores y “héroes” de nuestro nacionalismo y en paralelo a los mitos de nuestras religiones.
Los Animales como Metáfora de la Marginalidad
La persecución de los Animales parlantes en Oz funciona como una alegoría de toda forma de discriminación sistemática. La película establece una distinción crucial entre «animales» (bestias comunes) y «Animales» (seres sensibles con derechos), permitiéndonos observar cómo se construyen categorías de «humanidad» y cómo se niegan a los considerados inferiores.
El despojo progresivo de derechos de los Animales sigue el patrón histórico de genocidios y opresiones: primero la exclusión legal, luego la segregación social, finalmente el silenciamiento literal (los Animales pierden su capacidad de habla). Esta progresión muestra cómo las sociedades normalizan la deshumanización gradualmente, paso a paso, hasta que lo impensable se vuelve cotidiano.
Elphaba, defendiendo a los Animales, se convierte en «traidora» a su propia especie humana. La película plantea así una pregunta incómoda:
¿Qué significa la solidaridad cuando implica renunciar a privilegios de grupo?
¿Cuántas personas están dispuestas a convertirse en parias por defender a los marginados?
¿Metáfora o recuerdo de nuestra escala social?
Canciones como Himnos de Libertad y Resistencia
La música en *Wicked* nunca es meramente entretenimiento; es acto revolucionario. «Defying Gravity» se ha convertido en un himno trans-generacional de empoderamiento, cantado en marchas del orgullo, protestas políticas y momentos personales de liberación. Su mensaje —rechazar limitaciones impuestas, elegir el propio camino aun cuando conduzca a la soledad— resuena universalmente porque habla de toda experiencia de opresión.
«No Good Deed» en la segunda parte, expone el agotamiento del activismo, el costo psicológico de luchar contra sistemas indiferentes al sufrimiento que causan. Es un himno menos celebratorio pero igualmente necesario: reconocer que la resistencia duele, que el idealismo puede romperse contra la realidad, y que aun así debemos continuar.
«For Good», el dueto final entre Elphaba y Glinda, trasciende la narrativa individual para convertirse en meditación sobre cómo las relaciones transformadoras nos moldean. En un mundo que celebra el individualismo, esta canción afirma la interdependencia: somos porque otros nos cambiaron, y cambiamos porque otros nos encontraron.
Los Actores como Iconos de Tolerancia

Erivo, Grande y Bailey no solo interpretan roles; encarnan posibilidades. En una industria que históricamente ha blanqueado personajes, heteronormalizado narrativas y reducido la diversidad a cuotas, su presencia en una superproducción de este calibre representa un cambio paradigmático.
Cynthia Erivo, trae a Elphaba toda su experiencia como mujer negra navegando por espacios predominantemente blancos. Su interpretación está impregnada de una dignidad que no pide permiso, que no se disculpa por ocupar espacio. Se convierte en ícono porque muestra que la diferencia no es deficiencia, que el poder en manos de los marginados no es venganza sino justicia.
Ariana Grande, quien ha usado su plataforma masiva para defender derechos LGBTIQ+ y salud mental, aporta vulnerabilidad a Glinda. Su interpretación rechaza la superficialidad que podría caricaturizar al personaje, mostrando en cambio la complejidad de alguien que debe elegir entre confort y convicción. Se convierte en ícono de tolerancia no por representar perfección, sino por mostrar el proceso de crecimiento moral.
Jonathan Bailey, ofrece una masculinidad desarmada de toxicidad. Su Fiyero es romántico sin posesividad, fuerte sin violencia, valiente en su ternura. En un momento donde la masculinidad está siendo redefinida, Bailey modela una alternativa: hombres que pueden ser completos sin dominar, que pueden amar sin controlar.
Wicked como Espejo y Aspiración
*Wicked Part Two* no ofrece escapismo; ofrece catarsis. En su Oz fantástico reconocemos nuestro mundo: sus injusticias, sus hipocresías, sus posibilidades de redención. La película nos pregunta quiénes seríamos en ese Oz:
¿Ciudadanos complacientes que aceptan narrativas convenientes?
¿Glindas que finalmente encuentran su conciencia?
¿O Elphabas que vuelan hacia lo desconocido prefiriendo la integridad a la aceptación?
Al integrar a colectivos históricamente marginados no como símbolos sino como protagonistas completos, la película hace una apuesta: que las audiencias están listas para narrativas donde la diversidad no es tema sino textura, no mensaje sino realidad. Que podemos reconocernos en una bruja verde interpretada por una mujer negra, en un príncipe interpretado por un actor gay, en un mundo donde lo «normal» incluye todas las variaciones de ser.

Las canciones que cantamos al salir del cine, esas melodías de vuelo, transformación y despedida, se convierten en nuestros propios himnos de resistencia. Y quizás esa sea la magia más poderosa de “Wicked”: no nos muestra un mundo fantástico lejano, sino que nos revela el mundo que podríamos construir si eligiéramos, como Elphaba, desafiar la gravedad de nuestras propias limitaciones impuestas.
Dialoguemos, debatamos, compartamos.
QUEER AS CINEMA +:
«Donde cada película cuenta una revolución.»
Miquel Claudí-López
Comunicador Audiovisual
Periodista
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