Balance de fin de año: un acto de autocuidado profundo

Hacer un balance es permitirnos ver con claridad qué nos pasó, cómo nos transformó y qué necesitamos para seguir adelante.

Se despierta como un susurro ancestral,

no como un frío escrutinio de sombras y luces fugaces,

sino como una sinfonía del alma, un baile etéreo con el tiempo que se desvanece.

El fin de año trae consigo una invitación suave pero poderosa: detenernos un momento y mirarnos, para escucharnos sin juicios.

 Cada experiencia, incluso las que no elegimos, nos dejó una huella. Reconocerlas y significarlas es honrar el camino recorrido.

Que no significa aprobar todo; sino ver con honestidad.

Decirnos: “Esto me fortaleció”, “Esto me agotó”, “Esto aún me duele”, “Esto ya no lo quiero cargar”.

Cuando miramos nuestro año con ternura, podemos transformar lo vivido en aprendizaje. Aquello que antes era peso se vuelve comprensión como parte de un proceso de aprendizaje y evolución personal.

Sin evitar mirar las decisiones difíciles, los vínculos que se tensaron, las palabras que no dijimos, los miedos que nos frenaron.

Sin criticar porque la sombra no es un enemigo; es una parte que pide luz.

En tiempos de prisa, a veces olvidamos que haber llegado hasta aquí ya es un logro. Agradecer lo que pudimos sostener —incluso en modo supervivencia— nos devuelve fuerza.

Tal vez fue un pequeño hábito, una relación que cuidamos, un proyecto que avanzó lento pero avanzó, o simplemente habernos permitido descansar.

Cada gesto de cuidado hacia nosotros mismos es valioso.

 Dejar ir no es olvidar; es reconocer que algo cumplió su ciclo.

Podemos despedir expectativas que nos apretaron demasiado, roles que ya no nos representan, o responsabilidades que cargamos sin querer.

Soltar es construir espacio para lo que viene.

Es un acto de libertad interior.

Preparar un terreno fértil para el año venidero.

En psicología positiva, figuras como Martin Seligman propone enfocarnos en fortalezas en lugar de debilidades.

Imagina este proceso como una sesión de terapia contigo mismo: siéntate en un espacio tranquilo, con una taza de té o bajo la luz de una vela, y divide tu año en categorías suaves. ¿Qué momentos te llenaron de alegría? ¿Cuáles te desafiaron y, en retrospectiva, te fortalecieron? Evita el juicio severo; en su lugar, practica la autocompasión, como enseña Kristin Neff: trátate a ti mismo con la misma bondad que ofrecerías a un amigo querido.

Considera las pérdidas: un trabajo que se desvaneció, una relación que se rompió, o metas no alcanzadas. Terapéuticamente, estas no son fracasos, sino lecciones disfrazadas. La resiliencia se forja en el fuego de la adversidad. Usa herramientas simples como un diario: escribe tres cosas por las que estás agradecido, tres desafíos superados y tres intenciones para el futuro. Esta práctica no solo equilibra el panorama emocional, sino que reconfigura las narrativas internas, transformando el «no pude» en «aprendí».

Desde lo terapéutico, no se trata de hacer listas de metas perfectas, sino de preguntarnos:

¿Qué quiero cultivar el próximo año?

¿Qué cualidad interna quiero fortalecer?

¿Qué necesito para sentirme en equilibrio?

El futuro no se impone:se imagina, se anhela, Se riega. Se cuida con un buen presente.

La confianza crece cuando dejamos de exigirnos certezas y empezamos a ofrecernos presencia.

El verdadero balance de fin de año no se mide en logros, sino en humanidad.

Es abrazarnos a nosotros mismos tal como somos hoy: con nuestras grietas, nuestra historia y nuestra capacidad de renacer.

¡Tengamos un cierre que abraza!

Porque al final, el balance es un ritual de amor propio.

Una forma de decirnos:

“Estoy aquí para mí. Y voy a seguir acompañándome.”

Siento decirte muchas gracias por este recorrido juntos y que intenciono seguir acompañándote con artículos cada mes, te invito a interactuar en los comentarios.

Porque como el Principito, anticipo felicidad frente a mi ordenador sabiendo que compartimos el propósito de una vida colorida, bien vivida y disfrutada.

Levanto una copa imaginaria deseando Paz para mí, Paz para vos y Paz para el mundo en ese 2026 que nos pisa los talones y trae consigo misteriosos desafíos. Mucho amor para tu diciembre. Recuerda siempre traer calma a tu alma en medio del ajetreo festivo.

Gracias a la revista por invitarnos a brillar y sentir tan bonitas sensaciones con cada edición.

¡Hasta enero!

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