Pubertat: El Espejo Incómodo de la Cataluña Contemporánea
TV3(3cat), HBO Max
Cuando la Ficción Se Convierte en Conversación Social
Cuando la tranquilidad de una colla castellera de Terrassa se ve sacudida por una denuncia de agresión sexual a una menor durante la noche de San Juan por tres adolescentes. Desde este punto de partida explosivo, Leticia Dolera construye *Pubertat* (HBO Max/3Cat, 2025), una miniserie de seis episodios que trasciende su premisa dramática para convertirse en un espejo incómodo de la sociedad catalana contemporánea. La serie se ambienta en pleno verano, alrededor de la noche de San Juan, cuando estalla una denuncia de agresión sexual a través de redes sociales que señala a tres adolescentes como posibles responsables, rompiendo la aparente armonía de la comunidad.
La elección del mundo casteller como escenario no es casual. El símbolo del castell (la torre humana tan típica de la cultura catalana) funciona no solo como escenario sino como metáfora. Dolera usa mucho el contexto del casteller como metáfora, incidiendo en la construcción de castells, en su montaje y desmontaje: la «piña» inferior sostiene a las nuevas generaciones, una encima de la otra. Esta estructura visual materializa perfectamente cómo las generaciones se sostienen mutuamente, cómo los traumas se heredan de padres a hijos, y cómo cuando una parte falla, toda la torre se desmorona.
Perspectiva de Género: El Feminismo Como Realidad Compleja
El elemento más audaz de *Pubertat* es su negativa a simplificar el discurso feminista. Uno de los personajes clave es Júlia, interpretado por Dolera, quien es periodista feminista pero también madre, mujer, hija, pareja, diciendo ella misma: «No quería decir que las feministas son robots… sino que la intimidad y la vida son más complejas que la ideología». Júlia es una periodista y escritora de fuertes convicciones feministas, pero también una madre que no puede consentir que acusen a su hijo de un delito sexual, posicionándola entre la espada y la pared.
Dolera explica que quiso humanizar tanto a los agresores como a las feministas, colocando al personaje de Júlia ante una situación inesperada: «ella empieza diciendo que siempre va a creer a una mujer que denuncie… salvo cuando denuncian a tu hijo. Y de pronto hay grises». Esta tensión entre ideología y afecto familiar es devastadora porque expone una verdad raramente admitida: que nuestras convicciones políticas se ponen a prueba cuando las víctimas o los agresores están en nuestro círculo íntimo.
Dolera afirma: «Parece que cuando una mujer es feminista ya sólo es feminista y no es nada más. No es madre, ni mujer, ni hija, ni hermana, ni profesional de su trabajo. Julia es una periodista feminista que, además de un hijo, tiene sus propios traumas y un padre que es como es». Esta humanización del feminismo como práctica imperfecta y no como dogma inflexible, resulta revolucionaria en un momento donde cualquier matiz se interpreta como traición ideológica.

La serie trata temas candentes: la pubertad, las redes sociales, el acceso a la pornografía, el uso compulsivo del móvil, el consentimiento sexual, el feminismo o la falta de comunicación en la familia con unos adultos a veces más perdidos que los menores. Este reconocimiento de que los adultos no tienen todas las respuestas —que ellos también están navegando territorios desconocidos— desafía la estructura patriarcal tradicional donde los mayores siempre saben más.
Metáfora Política: El Modelo Resquebrajado del Heteropatriarcado
“Pubertat” funciona como radiografía de una Cataluña en transición. Dolera plantea que hay una conversación que abrir sobre la masculinidad:
«Si la masculinidad no se abre, es muy complicado que lleguemos a la igualdad. Esa educación en igualdad pasa por entender que hay muchas formas de ser hombre y que quizás el corsé de la masculinidad es un poquito incómodo».
Los roles de género enseñan a que los hombres no expresen sus sentimientos ni su fragilidad, a que sean proveedores de las mujeres y merecedores de privilegios; una masculinidad tóxica que se alimenta también en las redes sociales y que queda maravillosamente expresada en este trabajo, donde los verdugos no dejan de ser víctimas de un sistema. La serie muestra padres incapaces de comunicarse emocionalmente con sus hijos, adolescentes que confunden dominación con masculinidad, y una generación intermedia intentando desesperadamente romper patrones heredados.
Dolera reflexiona sobre las distintas generaciones masculinas: «No puedes pedirle lo mismo a un hombre de 70 que a uno de 40, que a un chaval de 20. El hombre de 40 ya ha tenido herramientas para deconstruirse un poco, mientras que el de 20… como ha habido el Me Too y la ola feminista, hay una reacción de ir a la contra». Esta observación captura el momento político actual: una generación Z masculina que, paradójicamente, tiene acceso a más educación en igualdad pero está experimentando una reacción conservadora alimentada por el miedo a perder privilegios que nunca debieron tener.
La elección de ambientar la historia en una colla castellera es profundamente política. Las collas representan tradición, comunidad, identidad catalana, valores que la serie respeta pero también cuestiona.

¿Cómo puede una comunidad basada en confianza mutua sobrevivir cuando esa confianza se rompe?
¿Cómo se protege la tradición sin perpetuar los silencios que permiten el abuso?
El Costumbrismo Catalán: Entre Tradición y Modernidad
La serie funciona como retrato costumbrista de la Cataluña contemporánea, donde conviven tradiciones centenarias con realidades hipermodernas. Las fiestas castelleras representan un gran valor cultural para los catalanes, y en “Pubertat” tienen un mensaje simbólico y metafórico. La noche de San Juan, momento liminal entre luz y oscuridad, juventud y adultez, se convierte en el escenario perfecto para el colapso de certezas.
Dolera filma estos elementos con amor y familiaridad, sin exotizarlos para audiencias no catalanas. Los castells no son folclore pintoresco sino práctica viva que estructura relaciones sociales, jerarquías comunitarias y pertenencia generacional. La serie se desarrolla en Terrassa, abarcando casi la mitad del rodaje, con escenas también en Olesa de Montserrat, donde los Minyons de Terrassa realizaron castells.
Este costumbrismo específicamente catalán permite a Dolera explorar la relación entre lo particular y lo universal. La historia podría ocurrir en cualquier comunidad cerrada ,un pueblo de Cantabria o un barrio de Madrid, pero las particularidades catalanas añaden capas de significado sobre identidad, pertenencia y cómo las comunidades minoritarias negocian tradición y progreso.
Nuevas Tecnologías: La Violencia Viral
Dolera explica que trabajó con chavales de 13 y 14 años en su primer proyecto, que trataba un tema que les interpela directamente: «Fue muy interesante ver que son esponjas. Realmente lo entienden todo. El problema es que les dejamos en manos del porno y de las redes sociales». Para la directora, «las redes sociales están diseñadas para crear adicción. Son una fuente de ansiedad».
La serie aborda los peligros del consumo descontrolado de pornografía entre adolescentes: «Muchas psicólogas me contaban que cuando los chavales ven mucho porno, realmente no comprenden el ‘no’ de las chicas, a no ser que sea un ‘no’ superclarísimo». Esta observación es devastadora: toda una generación está aprendiendo sobre sexualidad de contenidos diseñados para consumo masculino adulto, donde el consentimiento es invisible y la violencia se normaliza.
Dolera argumenta sobre Internet y la inocencia adolescente: «La inocencia de la adolescencia no la va a matar Internet, sí que la puede modificar o acortar. Por eso está bien que empecemos a legislar sobre el tema, porque llevamos mucho tiempo dejando que los chavales se informen sobre algo que les importa y les atraviesa a través de las redes sociales».
La denuncia viral en redes sociales que desencadena la trama funciona como juicio público instantáneo, donde la presunción de inocencia desaparece ante la velocidad del escándalo. La serie muestra cómo las tecnologías amplifican tanto la visibilización de injusticias como la destrucción de vidas antes de que la verdad pueda establecerse. Es un dilema sin solución fácil: ¿cómo apoyar el #MeToo y el poder de las víctimas para hablar mientras se mantiene espacio para el debido proceso?
Feminismo Como Nuevo Paradigma: Herramientas vs. Dogma
Dolera se documentó mucho y habló con psicólogas que han trabajado con víctimas pero también con agresores: «Eso me abrió mucho la mirada. Me di cuenta de esa necesidad de reparación que hay a veces, de ver que los conflictos y los delitos se pueden resolver de muchas formas, siendo la reparación y la justicia restaurativa una de ellas».
Esta exploración de la justicia restaurativa, especialmente relevante cuando los agresores son menores, representa una evolución del feminismo punitivista hacia uno transformativo. La serie no presenta soluciones definitivas sino que busca «abrir una conversación en casa, en el entorno, con sobrinos, con los hijos de amigos, con los propios hijos… una conversación en torno a la sexualidad, pero también en torno a la intimidad».
Dolera explica su intención: «Siempre que tratamos estos temas, todo se vuelve sensacionalista, oscuro, buenos y malos. Y en realidad, la vida es compleja. Para mí, era importante no dejarlo todo en el tabú y el suceso oscuro». La serie es «luminosa, porque al final te cuenta que con las herramientas adecuadas, podemos hacer frente a conflictos muy complejos».

El feminismo aparece en “Pubertat” no como conjunto de respuestas sino como método de preguntas.
¿Qué significa creer a las víctimas cuando el acusado es tu hijo?
¿Cómo educas en consentimiento a niños expuestos a pornografía violenta?
¿Puede un niño de 13 años ser responsable penalmente de una agresión sexual cuando apenas está desarrollando su comprensión moral?
La Integración Social: Cataluña Plural y Sus Tensiones
La serie intenta abordar terrenos de inmigración y privilegios, aunque algunos críticos señalan que «se queda, en el mejor de los casos, en mero resorte de guión». Pero “Pubertat” aborda asuntos tan serios y frecuentes como el racismo, la homofobia, la desigualdad social… poniendo de manifiesto lo poco o nada que saben los jóvenes sobre estos temas.
La serie muestra una Cataluña multiétnica donde conviven apellidos catalanes centenarios con familias de orígenes diversos. Esta diversidad no se tematiza explícitamente sino que se presenta como realidad normalizada, reflejando la composición demográfica actual de Catalunya. Sin embargo, las tensiones emergen: diferencias de clase, prejuicios sutiles, acceso desigual a recursos.
Los personajes están tan bien definidos y tienen tantas aristas, que aclaran por sí mismos la razón por la que agresores y víctimas actúan de esa manera, brillando particularmente los niños debutantes Aina Martínez, Ot Serra Bas, Bruno Bistuer y Nael Gamell. Estos jóvenes actores, muchos de backgrounds diversos, encarnan una Cataluña que ya es plural pero que todavía negocia qué significa esa pluralidad.
La integración funciona en la serie como proceso imperfecto: el casteller puede unir a personas de distintos orígenes, pero las jerarquías sociales persisten. La tradición catalana puede ser inclusiva, pero ¿a qué costo para quienes deben abandonar aspectos de su propia cultura para pertenecer?
El Secretismo y Los Tabúes Sexuales: Romper Silencios Generacionales
La serie es un drama familiar que explora el peso del tabú y la herencia psicológica transmitidos de generación en generación, mostrando que los comportamientos y los silencios de los adultos terminan moldeando a los más jóvenes. Los problemas detrás de la agresión sexual van desde la masculinidad tóxica y la presión social hasta los padres y madres ausentes, las heridas del pasado, la homofobia o la desatención que sufren algunos jóvenes, que buscan en Internet lo que añoran en la vida real.
Dolera defiende una educación sexual donde «no solo se le enseñe a nombrar las partes del cuerpo, sino también a comprender el deseo, el consentimiento, la vulnerabilidad y la importancia de la comunicación. Hablar de sexualidad debe ser un espacio para el autoconocimiento, para conocer al otro».

La cineasta ha reivindicado la necesidad de una educación sexual obligatoria en España: «Creo que es tremendo que no tengamos una educación sexual obligatoria y que no haya un consenso por parte de todos los partidos políticos para que en el currículum educativo haya» formación sexual. Esta ausencia de educación formal deja a los adolescentes aprendiendo de fuentes inadecuadas, perpetuando ciclos de vergüenza, ignorancia y violencia.
La serie explora tabúes en los adultos también: la historia explora las relaciones tabús en los adultos y cómo el entorno puede afectar al adolescente en cuanto a la toma de decisiones. Los padres tienen sus propios traumas sexuales no procesados, sus propias experiencias de abuso o violencia que nunca han nombrado. Estos silencios se convierten en herencias tóxicas que los hijos reproducen inconscientemente.
Dolera plantea preguntas incómodas: «¿Dónde acaba el juego propio de la edad, la exploración, dónde empieza el abuso? ¿Un niño es consciente de eso? Tú como padre o madre, si te pasa algo así, ¿a quién crees?». La edad desempeña un papel fundamental: los adolescentes acusados tienen entre trece y catorce años, y a los 14 son imputables, pero a los trece, no: «¿Y qué pasa si en un grupo de niños uno tiene catorce y el otro trece y son todos acusados de agresión?».
Para Tener Relaciones Sanas, Es necesario Tener Conversaciones Incómodas
“Pubertat” es una serie que se atreve a poner sobre la mesa temas que pocas ficciones televisivas abordan con franqueza: la sexualidad adolescente, la violencia, los silencios de los adultos y la forma en que los traumas se heredan de generación en generación.Dolera defiende que la ficción funciona como «una ventana al mundo que nos abre la mente y nos hace comprender al otro».
La serie contextualiza a sus personajes antes que juzgarlos, alejándose de posibles maniqueísmos para ofrecer una historia contada con naturalidad y autenticidad, pudiendo proyectarse en institutos para concienciar sobre las cuestiones que aborda. Su mayor virtud es la negativa a ofrecer respuestas fáciles a preguntas complejas.
La Catalunya de “Pubertat” es la Cataluña real: plural, contradictoria, atrapada entre tradición y modernidad, luchando por redefinir masculinidad y feminidad, comunidad e individualidad. Es una sociedad donde el feminismo ha permeado el discurso público pero no necesariamente las prácticas privadas, donde la diversidad es celebrada retóricamente pero negociada conflictivamente en lo cotidiano.
Dolera reflexiona sobre el feminismo como «pegamento identitario» en movimientos reaccionarios: «El anti-feminismo se está convirtiendo en un pegamento identitario en los movimientos fascistas y ultraliberales porque el odio también une». En este contexto, hacer una serie que humaniza a feministas sin santificarlas, que reconoce complejidad sin caer en relativismo moral, es acto de valentía intelectual.
*Pubertat* no ofrece catarsis ni resolución completa. Ofrece algo más valioso y más incómodo: un espejo donde reconocernos en nuestras contradicciones, nuestros fallos, nuestros intentos imperfectos de hacer mejor que la generación anterior. Y en esa incomodidad reside su poder transformador. Porque solo cuando aceptamos la complejidad podemos comenzar las conversaciones difíciles que esta serie demanda que tengamos.
«La televisión ha evolucionado desde su invención en los años 50 hasta las plataformas actuales, convirtiéndose en protagonista de nuestros salones. Pero su verdadero valor emerge cuando nos empuja a reflexionar y conversar. Entonces descubrimos que no es solo un mueble más. Cuando la pantalla se funde a negro, lo que queda es la conversación.”
Miquel Claudì-Lopez
Cominicador Audiovisual
Periodista
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