«Golpes» de Rafael Cobos: Memoria, Familia y Disidencia en la España Posfranquista
Ese Cine Como Excavación del Pasado
«Golpes» de Rafael Cobos se inscribe en una tradición cinematográfica española obsesionada con el ajuste de cuentas histórico. La película utiliza el microcosmo familiar como espejo de las contradicciones de un país que, en los años ochenta, intentaba construir una democracia sobre los escombros de cuarenta años de dictadura sin haber procesado colectivamente su trauma. A través de la historia de una familia atravesada por la violencia doméstica, la adicción y la disidencia sexual, Cobos interroga qué significa ser español después de Franco, qué lugar ocupan los derrotados en la nueva narrativa nacional, y cómo la memoria personal se entrelaza con la histórica.
Memoria Histórica: Los Fantasmas del Franquismo en el Hogar
La película plantea que la violencia familiar no es un asunto privado sino el residuo tóxico de un régimen que normaliza el autoritarismo como principio organizador de todas las relaciones sociales. El padre violento del filme encarna una masculinidad forjada bajo el franquismo: la del hombre como patriarca incuestionable cuya palabra es ley, cuyo puño impone orden. Esta figura no desaparece mágicamente con la muerte de Franco en 1975; persiste en los hogares españoles como memoria muscular de la dictadura. La cual en muchos grupos sea por ignorancia o manipulación a día de hoy se vende como tiempos mejores, creando un mito desvirtuado de uno de los momentos más oscuros de la historia reciente de España. Cobos sugiere que la transición democrática española, con su pacto de olvido y su «reconciliación» sin justicia, permitió que estos mecanismos de dominación continuarán operando en el espacio privado. Mientras la España oficial celebraba su ingreso en la modernidad europea, miles de familias seguían reproduciendo internamente la lógica del régimen caído. La película funciona entonces como contranarrativa del relato triunfalista de la transición: muestra que no puede haber democracia genuina si las estructuras de poder autoritarias sobreviven en lo doméstico.
El reclamo de memoria histórica que atraviesa el filme no se limita a exigir el reconocimiento de víctimas del franquismo político, sino que expande el concepto para incluir a quienes sufrieron las violencias «menores» que el régimen legitimó: mujeres sometidas, niños golpeados, homosexuales perseguidos. La familia se revela como fosa común donde yacen todas estas violencias no tramitadas.

El Cruce de Opuestos: La Familia Como Campo de Batalla Ideológico
«Golpes» construye su núcleo dramático alrededor de la colisión entre fuerzas antagónicas dentro del mismo espacio familiar. No se trata simplemente de conflicto generacional sino del choque entre España(s) incompatibles que deben coexistir bajo el mismo techo. El padre representa los valores del Idealismo republicano, censurado por desertar del nacionalcatolicismo. Los hijos encarnan ese quiebre de la sociedad(o amenaza, según se mire) de una España que esta en la frontera de ser pluralista: la España de la movida madrileña, de las libertades recién conquistadas, del deseo de romper con todo lo anterior y la que quiere seguir siendo una parte del régimen (incluso hasta el día de hoy mirando el modelo de Monarquía, la mayor contradicción de un país que se supone vivir un federalismo o quizás la realidad de un sistema que navega entre dos aguas, sin madurar sus consecuencias político-sociales.
Esta tensión replica la esquizofrenia nacional de los ochenta. España quería simultáneamente conservar ciertas continuidades con su pasado (la monarquía, el catolicismo como referente cultural, ciertas estructuras de clase) mientras se reinventaba como sociedad democrática y progresista. La imposibilidad de resolver esta contradicción se manifiesta en el hogar como violencia o muchas veces como silencio.
Cobos evita, sin embargo, el maniqueísmo. El padre es una figura no unidimensional prendida en la memoria de sus hijos, sino un hombre formado por su tiempo, incapaz de procesar que las certezas que estructuraron su vida ya no tienen vigencia o quizás sí. Su idealismo es también expresión de impotencia ante un mundo que no comprende. Esta complejización no absuelve sus actos, pero los historiza, recordándonos que el franquismo no produjo solo verdugos y víctimas, sino personas deformadas por su lógica.
Redefiniendo la Familia: Estos Vínculos Elegidos Frente a Vínculos de Sangre
Una de las operaciones más radicales de «Golpes» es su cuestionamiento del concepto tradicional de familia. La película documenta cómo la familia biológica, lejos de ser refugio, puede ser espacio de máximo peligro. Los vínculos de sangre no garantizan amor ni seguridad; a menudo son cadenas que atan a las víctimas con sus agresores bajo el mandato social de «la familia es sagrada”, pero sí que falta la re interpretación de esta misma.
Frente a esta familia, el filme muestra la emergencia de familias elegidas: redes de afinidad y cuidado mutuo construidas voluntariamente. Los personajes encuentran refugio y comprensión no en sus parientes consanguíneos sino en amigos, amantes, comunidades marginales. Esta reconfiguración de la familia es particularmente significativa para los personajes queer, quienes históricamente han tenido que crear estructuras alternativas de parentesco ante el rechazo familiar. La película sugiere que la España democrática debe aprender esta lección: no hay obligación de preservar instituciones (la familia nuclear patriarcal, pero también el estado nación homogéneo) simplemente porque la tradición las consagra. La verdadera familia, la verdadera comunidad, se funda en el respeto, la libertad y el cuidado recíproco, no en la imposición.

Los Años Ochenta: Década de Contradicciones
Cobos sitúa estratégicamente su historia en los ochenta, década bisagra en la historia española reciente. Es el momento del PSOE de Felipe González, de la euforia de las libertades recién conquistadas, de la movida cultural, del «Spain is different» reconvertido en marca de modernidad. Pero también es la década de la heroína que devasta barrios enteros, del SIDA que diezma comunidades queer, de la violencia de ETA, de la corrupción galopante, de la reconversión industrial que destruye el tejido social de regiones enteras.
La película captura esta dualidad. Los personajes jóvenes participan del optimismo de la época: hay una sensación de que todo es posible, de que España finalmente ha entrado en la historia europea. Pero este optimismo convive con la precariedad material y emocional. La droga funciona en el filme como símbolo perfecto de esta ambivalencia: promesa de liberación y trascendencia que rápidamente se convierte en nueva forma de esclavitud, de hay los fragmentos entre escenas de “found footage” de la época para explicaciones narrativas entre líneas y de contextualización de la época.
La heroína que circula por «Golpes» no es solo una sustancia química sino metáfora del desencanto. Los jóvenes que esperaban construir un mundo nuevo se encuentran con que las estructuras de poder apenas han cambiado, que la democracia formal no garantiza justicia social. La adicción deviene en respuesta desesperada a un presente que no cumple las promesas de futuro que hizo la transición.
“Homosexualidad” y la Revolución de las Identidades
La representación de la homosexualidad en «Golpes» está inextricablemente ligada al contexto histórico. La despenalización de la homosexualidad llega oficialmente en 1979, pero la homofobia social persiste profundamente arraigada. El personaje gay del filme navega esta contradicción: legalmente libre, socialmente vulnerable. Su experiencia ilustra que los cambios legislativos son necesarios pero insuficientes; transformar mentalidades requiere generaciones, además la clara referencia a “Ocaña”.
Cobos muestra cómo el armario y el no armario operan como mecanismo de supervivencia en un entorno hostil, pero también como prisión psicológica. El secreto desgasta, obliga a una escisión permanente entre el yo público y el privado. Sin embargo, la película también documenta el nacimiento de una cultura queer urbana, de espacios donde la disidencia sexual puede expresarse y celebrarse. Bares, discotecas, encuentros furtivos que van tejiendo una comunidad. Estos espacios son frágiles, siempre bajo amenaza de redadas policiales o ataques homofóbicos, pero representan la posibilidad de una existencia digna.
La revolución de las identidades que la película captura no se limita a lo sexual. Los ochenta son también el momento en que emergen con fuerza el feminismo, el pacifismo, el ecologismo, los movimientos vecinales. Hay una efervescencia de identidades políticas que desafían el bipartidismo conservador. Cobos sugiere que todas estas luchas están conectadas: comparten el objetivo de democratizar España no sólo institucionalmente sino en todos los ámbitos de la vida.
La Recuperación de los Familiares Perdidos: Duelo y Restitución

El título «Golpes» evoca tanto la violencia física como los golpes del destino, las pérdidas que marcan irreversiblemente. La película trata sobre el intento de recuperar a quienes se perdieron: por la muerte, por la ruptura familiar, por la adicción que convierte a las personas en fantasmas de sí mismas. Pero también trata sobre aceptar que algunas pérdidas son irrecuperables.
Esta dinámica de recuperación imposible hace eco del debate español sobre memoria histórica: ¿cómo recuperar a los muertos de la guerra civil, a los desaparecidos del franquismo? ¿Es posible la restitución o solo queda el duelo? Cobos no ofrece respuestas fáciles, pero insiste en la necesidad de intentarlo. El acto de buscar, de nombrar, de recordar tiene valor en sí mismo, independientemente del resultado. Como también de quienes mercadean con el dolor.
Los Golpes Que Construyen y Destruyen
«Golpes» es finalmente una película sobre la violencia que funda y deshace las comunidades. La violencia del franquismo que estructura las relaciones familiares; la violencia de la transición que exige olvidar; la violencia de la adicción; la violencia homofóbica. Pero también sobre los golpes que son encuentros, contactos, reconocimientos mutuos. Los cuerpos que se tocan para herirse pueden también tocarse para sanarse o quizás saber recorrer con la muerte la disidencia.
Rafael Cobos construye un retrato despiadado y compasivo de la España ochentera, país adolescente que intenta definirse mientras carga el peso de un pasado sin elaborar. Su película recuerda que la memoria no es nostalgia sino herramienta política, que conocer de dónde venimos es condición para decidir hacia dónde vamos. Y que las familias, como las naciones, se hacen y rehacen constantemente: no son destinos sino elecciones.
«Porque el mejor cine siempre es una conversación tras los créditos, una copa de vino o un café con qué pecado sigues el diálogo”
Miquel Claudì-Lopez
Comunicador Audiovisual
Periodista
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