La Adolescencia Robada: Experiencias del Colectivo LGTBIQ+ (parte 1 )
Parte 1
¡Hola de nuevo a todas, todes y todos!
Aquí estamos en una nueva entrega de «En La Acera De En Frente», de Brillantes Sensaciones. Es noviembre y adentraremos al concepto de «adolescencia robada» hace referencia a la pérdida de experiencias fundamentales del desarrollo durante esta etapa crucial de la vida. Para las personas LGTBIQ+, esta pérdida adquiere dimensiones particulares: la necesidad de ocultar la identidad, reprimir emociones, renunciar a exploraciones afectivas y sexuales, y vivir bajo el constante temor al rechazo, la violencia o la expulsión del núcleo familiar. Esta realidad atraviesa de manera diferenciada a cada colectivo dentro del espectro LGTBIQ+, dejando marcas profundas en el desarrollo psicológico, emocional y social.
Pero antes echemos un ojo a las efemérides del colectivo en este mes:
8, Día Solidaridad Intersexual.
18, Día de las personas LGBTIQ+ en las Ciencias (LGBT STEM Day).
20, Día Internacional de la Memoria Transexual.
25, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (No exclusivo LGTBIQ+).
26, Día Visibilidad Asexual (No Oficial, Propuesto).
En USA:
Primer domingo de noviembre: Trans Parent Day
Segunda semana de noviembre: Semana de la Concienciación Transgénero
En UK:
Tercera semana de noviembre: Semana contra el Bullying (No exclusivo LGTBIQ+).

Hay días que no solo pertenecen al colectivo, sino que nos atraviesan como conjunto y como constructores sociales. Y es que el calendario también habla de resistencia y de memoria.
Ahora sí, avancemos hacia el corazón de este tema, que dividiremos en varios ejes para comprenderlo mejor. Hablar de “Adolescencia robada” en el contexto LGTBIQ+ es hablar de una herida colectiva. No solo de las vivencias individuales truncadas, sino también del peso histórico de una sociedad que negó sistemáticamente la posibilidad de vivir una juventud plena a quienes no encajaban en la norma. La “heteronorma” no solo impuso modelos de amor y familia: también colonizó el tiempo vital, arrebatando a muchas personas queer la espontaneidad de la adolescencia.
Durante generaciones, los jóvenes LGTBIQ+ han crecido aprendiendo a sobrevivir, no a vivir. La adolescencia “ese laboratorio de identidad, deseo y pertenencia” se convierte, para muchos, en un territorio minado de miedo y represión. Cada gesto, cada palabra, cada emoción pasa por un filtro de autocensura, por el temor de ser descubiertos. Así, lo que debería ser una etapa de descubrimiento se convierte en una etapa de ocultamiento.
Por eso el tema lo dividiremos en 6 puntos, pero también en dos artículos así invitar a un dialogo con el lector ya también por la complejidad del tema.
1.- El Contexto histórico y social
Para entender la adolescencia robada, debemos mirar atrás. Hasta hace apenas unas décadas, en muchos países del mundo —incluyendo América Latina y Europa— la homosexualidad era criminalizada, la transexualidad patologizada y las identidades no binarias, inexistentes en el discurso público. Las generaciones anteriores crecieron sin referentes, sin derechos y sin lenguajes para nombrar lo que sentían.
Los avances legales y culturales recientes (como el matrimonio igualitario o las leyes de identidad de género) han permitido a las nuevas generaciones vivir con mayor libertad, pero la sombra del estigma sigue presente. En muchas escuelas, la diversidad sigue siendo tema tabú; en muchas familias, sinónimo de vergüenza. A nivel global, más de 60 países aún criminalizan las relaciones entre personas del mismo sexo, y en al menos 11 de ellos existen penas de muerte asociadas.
Por eso, hablar de adolescencia robada no es una metáfora: es reconocer un patrón estructural que persiste. La libertad no llega a todos al mismo tiempo.

2.- La Represión de la Identidad: Vivir en el Armario
Lésbico
Las adolescentes lesbianas enfrentan una doble invisibilización: por ser mujeres en sociedades patriarcales y por tener una orientación sexual no normativa. Muchas deben ocultar sus sentimientos hacia otras chicas mientras observan cómo sus compañeras heterosexuales viven abiertamente sus primeros enamoramientos. La presión por ajustarse a los roles de género femeninos tradicionales añade otra capa de complejidad. Aquellas con expresiones de género más masculinas enfrentan vigilancia constante sobre su forma de vestir, hablar o moverse, impidiendo el desarrollo auténtico de la personalidad.
Gay
Los adolescentes gays experimentan la hipervigilancia constante sobre su masculinidad. Cualquier gesto, tono de voz o interés que se desvíe de la masculinidad hegemónica puede exponerlos al rechazo y la violencia. Muchos aprenden desde temprana edad a modificar conscientemente su forma de hablar, caminar, gesticular o expresar emociones. Esta autocensura permanente genera una fragmentación del yo: existe la persona que muestran al mundo y la persona que realmente son. El miedo a ser descubiertos convierte los espacios que deberían ser seguros en campos minados donde cada interacción requiere un cálculo constante.
Bisexual
Las personas bisexuales adolescentes enfrentan la invisibilización incluso dentro del propio colectivo LGTBIQ+. Su orientación es frecuentemente cuestionada, considerada «una fase», «confusión» o «falta de definición». Esta invalidación constante genera profunda inseguridad sobre la propia identidad. La bifobia se manifiesta tanto en contextos heteronormativos como en espacios LGTBIQ+, dejándoles sin comunidad clara de pertenencia durante una etapa donde la construcción de identidad y el sentido de pertenencia son cruciales.
Trans
Para las personas trans, la adolescencia puede ser especialmente dolorosa. Los cambios puberales físicos pueden generar disforia profunda, al desarrollarse características sexuales secundarias que no corresponden con su identidad de género. La necesidad de ocultar la identidad implica actuar constantemente un papel: usar ropa que no les representa, responder a un nombre que no sienten como propio, y aceptar pronombres incorrectos. Esta actuación forzada durante años fundamentales del desarrollo genera traumas complejos. Para muchos, esto significa años perdidos que no pueden recuperarse, especialmente cuando los cambios físicos de la pubertad se vuelven irreversibles sin intervención médica.
El Cis Passing y sus Complejidades

El concepto de «cis passing» (ser percibido como cisgénero) introduce una dimensión adicional de presión para las personas trans. Aquellas que logran pasar como cisgénero pueden experimentar mayor seguridad física y social, pero a menudo a costa de vivir con el temor constante de ser «descubiertas» y perder esa seguridad. Quienes no logran o no desean el cis passing enfrentan discriminación más visible y violencia. Durante la adolescencia, esta presión es particularmente intensa: la disforia causada por características físicas que delatan el sexo asignado al nacer puede ser devastadora, mientras que la imposibilidad de acceder a tratamientos que permitirían el passing genera desesperación. Algunas personas trans adolescentes desarrollan comportamientos de hipervigilancia extrema sobre su voz, gestos, postura y apariencia, viviendo en tensión permanente. Otras enfrentan el dilema de elegir entre su autenticidad y su seguridad.
Intersex
Las personas intersex enfrentan desafíos particulares frecuentemente ignorados. Muchas han sido sometidas a cirugías de «normalización» genital en la infancia sin su consentimiento, viviendo la adolescencia con cuerpos medicalizados y modificados sin su participación. El secretismo médico y familiar alrededor de su condición genera confusión, vergüenza y sensación de ser «anormales». Muchos descubren la verdad sobre su condición años más tarde, enfrentando entonces el duelo por las decisiones tomadas sobre su cuerpo sin su consentimiento.

2.- La Vida Afectiva Negada
La adolescencia es naturalmente la etapa de los primeros amores, las exploraciones románticas, los besos experimentales, las relaciones iniciales. Para los adolescentes LGTBIQ+, estas experiencias frecuentemente están prohibidas, ocultas o directamente ausentes. Mientras sus pares heterosexuales pueden hablar abiertamente sobre sus crushes, llevar parejas a casa, o experimentar con el romance de forma natural, ellos deben esconder sus sentimientos.
Esta negación del ámbito afectivo tiene consecuencias profundas. Muchos adultos LGTBIQ+ hablan de sentirse «retrasados» emocionalmente, de experimentar en sus veintes o treintas lo que otros vivieron en la adolescencia. La falta de modelos y espacios para aprender sobre relaciones sanas significa que muchos deben navegar su vida afectiva sin referencias. El descubrimiento sexoafectivo, que debería ser un proceso natural de exploración, se convierte en algo cargado de miedo, culpa y secreto, frecuentemente ocurriendo en condiciones de clandestinidad y riesgo. Y por eso mismos estos hoy adultos, están encontrando en el activismo, el arte, la escritura y la educación formas de reparar aquello que les fue arrebatado. Crear espacios seguros para adolescentes queer, organizar grupos de apoyo o simplemente hablar de lo que antes se callaba son formas de devolver el tiempo simbólicamente.
Hablar de adolescencias robadas también implica hacer memoria. La historia queer está llena de silencios forzados, de vidas que se perdieron en el intento de sobrevivir. Pero también de resistencia, comunidad y reconstrucción. Recordar esas historias es un acto político: significa devolverles existencia a quienes fueron borrados y ofrecer referentes a quienes hoy siguen buscando su lugar.
Como decía Audre Lorde:
“Sobrevivir es un acto de resistencia”.
Cada persona queer adulta que acompaña a una nueva generación está, en cierto modo, ayudando a que esa adolescencia robada no se repita.
La adolescencia robada no es solo una experiencia personal: es una falla colectiva del sistema. Es el resultado de leyes que llegaron tarde, de familias que no supieron acompañar, de escuelas que callaron y de medios que distorsionaron. Pero también es una llamada a la acción: a construir una cultura del cuidado, del reconocimiento y del amor radical.
Honrar la adolescencia robada es comprometernos con un futuro donde la diversidad no se tolere, sino que se celebre. Porque al final, lo que nos une es precisamente eso: la capacidad de amar y de mirar con ternura la diferencia.
Recuerda que estos temas buscan abrir conversaciones, no cerrarlas. Tu voz, tus experiencias y las de tu entorno son parte esencial de este diálogo. Hablemos siempre desde el respeto, la empatía y la curiosidad por comprender al otro. Porque una sociedad realmente igualitaria es la que celebra sus diferencias dentro de su diversidad y entiende que cada persona vive, siente y ama a su manera. Al final, lo que nos une es justamente eso: la capacidad de amar y de mirar con cariño la diversidad que nos rodea.
Te esperamos en la segunda parte de este artículo.
Nos vemos en diciembre!!!
PD: Con Amor
Miquel Claudì-López
@miquelclaudilopez
@enlaaceradeenfrente