Lo que nunca te contaron sobre la sequía sexual

Si te hablo de sequía ¿Qué te viene a la mente?, supongo que la mayoría imagina un campo agrietado, una planta triste tras una temporada fuera de casa, un meteorólogo en las noticias dándonos malas expectativas o las consecuencias de tantos turistas en algunas zonas del país. Ahora bien, cuando la palabra “sequía” se instala en la intimidad, de pronto ya no es un tema de conversación ligera. Y, sin embargo, todas (y digo todas) hemos pasado por ahí alguna vez: días, meses o incluso años en los que el erotismo parece haberse mudado a otra dirección.

A veces la sequía sexual llega porque la vida se complica, porque las prioridades se mueven, porque el estrés nos pone el cuerpo en modo “sobrevivir” y no en modo “disfrutar”. Otras veces es un parón voluntario, un descanso consciente, un “no tengo ganas de compartir mi energía sexual con nadie, ni siquiera conmigo misma”. También está la sequía que no elegimos, pero que sucede cuando nuestra pareja está en otro ritmo, cuando el deseo no coincide o simplemente la rutina le ganó la partida al fuego.

La narrativa oficial sobre estos periodos suele ser bastante dramática: que si es “peligroso” para la pareja, que si algo “anda mal” contigo, que si debes solucionarlo “urgentemente”. Nos meten en la cabeza que la sexualidad debe ser como una fuente inagotable de agua, siempre fluyendo, siempre disponible… y si no lo es, es como si nosotras tuviéramos una tara al igual que le sucede a algunas prendas de ropa. Hoy es aquí donde quiero proponerte otra mirada: ¿y si la sequía sexual fuera, en realidad, un territorio fértil para otras formas de placer, descubrimiento y autoconocimiento?

Recuerdo que hace unos años, en un retiro de tantra, una mujer se me acercó casi avergonzada y me dijo: “Hace más de un año que no tengo relaciones… ni con nadie, ni conmigo. Creo que ya me he secado para siempre”. Me miraba como si esperara que yo sacara de mi bolso una regadera mágica para solucionarlo. La respuesta que en ese momento me salió, le sorprendió: “Quizá no sea sequía, quizá sea invierno; y el invierno no es muerte, es preparación para la primavera”. Su cara se transformó, literal. Había dejado de verse como un terreno baldío para empezar a sentirse como un jardín en reposo…Yo también pasé por ello y sentí lo que se puede llegar a sentir; pero la vida da tantas vueltas.

Resulta que la sequía sexual también puede ser un espacio de descanso para el cuerpo y la mente, un momento de reconexión contigo misma sin las prisas de “rendir” o “cumplir”. Puede ser la oportunidad perfecta para preguntarte: ¿cómo quiero vivir mi sexualidad de ahora en adelante? ¿Qué me gustaría explorar que hasta ahora no me he permitido? ¿Qué partes de mi cuerpo apenas conozco?

El problema no es la falta de actividad sexual en sí, sino la falta de conciencia. Cuando atravesamos estos periodos desde la culpa o la ansiedad, lo único que hacemos es reforzar la idea de que el placer es algo que “debe” pasar con una frecuencia determinada. Créeme si te digo que esa es la receta perfecta para apagar aún más el deseo.

Quiero proponerte un ejercicio sencillo, pero poderoso, para transformar la sequía en un laboratorio personal. Durante una semana, dedícate cada día a un pequeño ritual sensorial sin intención de excitarte ( esto es importante, nada de una meta o generar expectativas que nos cargan de ansiedad) . Este ritual puede ser un baño largo con aromas, caminar descalza sobre la hierba, acariciarte el cabello, tocar tu piel con una pluma o escuchar música que te envuelva. El objetivo es que recuerdes que el placer empieza mucho antes que en los genitales y que hay infinitas formas de encender el cuerpo. Lo que haces aquí es regar tu terreno con sensaciones, sin obligarte a que se despierte nada todavía.

Si tienes pareja, este tiempo puede ser una oportunidad para construir intimidad desde otros lugares: mirarse a los ojos más de diez segundos, cocinar juntos, darse masajes sin expectativas. A veces el fuego no vuelve a encenderse con una chispa sexual directa, sino con la ternura, la complicidad y el juego.

También es importante desterrar la idea de que la sequía significa falta de valor personal. Tu sensualidad no se mide por cuántas veces tienes sexo en un mes, sino por la conexión que mantienes contigo misma. Recuerda que la tierra sigue siendo fértil aunque no esté dando frutos visibles todo el tiempo.

Me gusta mucho una frase de Clarissa Pinkola que dice: “No puedes forzar que el río fluya, pero puedes quitar las piedras que lo obstruyen”. A veces esas piedras son el estrés, la falta de tiempo, la autoexigencia o incluso la comparación con lo que “debería” ser tu vida sexual. Quitarlas no siempre es fácil, lo sé; pero cada piedra que apartas hace que el agua tenga más espacio para volver. Esto me recuerda un cuento que hay sobre unas estrellas de mar que llenaban kilómetros en una playa e iban a morir, un viejo vio a un niño recogiéndolas y le dijo que no tenía sentido lo que hacía, que no podría salvarlas a todas. El niño cogió una en la mano, la lanzó al agua y dijo: “ para esta mi esfuerzo sí tendrá sentido”.  Ese cuento es la metáfora perfecta para lo que trato de decirte: cada obstáculo que retiras del camino, permite la fluidez en tu interior.

Así que, si estás en sequía, deja de buscar culpables (a ti, a tu pareja, a la vida) y empieza a preguntarte qué necesita tu tierra ahora mismo: ¿más descanso? ¿más juego? ¿más contacto contigo misma? Viví unos años en Almería y allí en el desierto pude observar algo que me gustaría que recordasen, que incluso en el desierto hay flores que crecen con la mínima gota de lluvia.

Agradezcamos por todas las estaciones de nuestra sexualidad, incluso las más secas. Cada una de ellas nos enseña algo sobre quiénes somos y sobre lo que de verdad necesitamos. Y te pido, sobre todo, no vivas tu sequía como ausencia, sino como el silencioso trabajo que la vida hace bajo la superficie… preparando el próximo “florecer”.

Con gran cariño,

Abhaya Fdez. de Castro 

@laviadeltantra.abhaya

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1 comentario en « Lo que nunca te contaron sobre la sequía sexual»

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