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Ucrania. Una guerra, una lección

Nos gustaría compartir con todos vosotros, lectores y lectoras de la revista BS, Brillantes Sensaciones, cómo la solidaridad puede ser infinita, interminable si cada uno de nosotros pone su granito, su sonrisa y sus ganas de ayudar.

Aquí os dejamos un relato de una de las componentes de Sujhalúa, que presentó sus emociones y sensaciones en un concurso para Sant Jordi. Deseamos que no solamente os guste, si no que os haga reflexionar sobre cómo podemos ayudarnos entre todos.

Ucrania. Una guerra, una lección

Es extraño como les puedes pillar tanto cariño a unas personas desconocidas, en menos de 48h. Unas personas desconocidas de otro país, otra lengua, otras costumbres. Unas personas que por no compartir no compartimos ni el mismo abecedario.

Y aunque no tengamos la misma lengua nos acabamos entendiendo. Será el amor, que es el idioma universal. El amor, los abrazos, los gestos, las miradas, las risas, los llantos; son idioma universal.

Y los vi, bajando del bus con una cara de miedo y de tristeza que no había visto en mi vida. Una cara de estar en un sitio extraño, con gente extraña, alejado de tu país, de tu familia, de tus amigos.

Alejado del olor de tu casa. Del olor a sábanas recién lavadas que le da ese suavizante que te gusta tanto. Alejado de la vecina de toda la vida que siempre te estira el cachete al verte. Alejado de ese restaurante en el que has celebrado tantos cumpleaños que hasta el camarero te trae un regalo. Alejado de ese cine al que vas tanto con tus amigos que el que vende los tickets se sabe vuestros nombres. De ese parque soso que tiene el columpio roto pero en el que fuiste solo en bicicleta por primera vez. De esa biblioteca de la que te has leído tantos libros que cuando vas la gente te pregunta a ti sobre dónde están. Del supermercado de al final de tu calle en el que la dependienta a veces te regala tus caramelos favoritos.

Alejados de su vida, de su esencia, de esas pequeñas cosas que hacen que te sientas tú mismo.

Ahora abandonan una vida para empezar otra completamente diferente.

Ahora el suavizante será otro y olerá distinto, y la vecina ya no será la de toda la vida ni te estirará la mejilla, será una vecina que te mire con pena y te abrace cada dos por tres. Y celebrarás tu cumpleaños, pero será la primera vez que lo hagas en un restaurante diferente en el que los camareros se limitan a tomar nota. Ahora tendrás nuevos amigos, pero echarás de menos a esa amiga que se pasaba más tiempo en tu casa que en la suya. Y habrá muchos parques sin columpios rotos y con un montón de toboganes, pero esos parques no significarán nada para ti, no tienes ningún recuerdo en ellos. Irás a la biblioteca más grande de la ciudad, pero no entenderás ninguno de sus libros. Y en el supermercado de al final de tu calle, no venderán tus caramelos favoritos.

Es cruel tener que abandonar todo eso.

Los vi bajar del bus a la 1.30 de la mañana, cogidos de las manos, destrozados, agotados, durmiendo dos días seguidos en la dura silla de un bus y son capaces de forzar una sonrisa y dedicarte un gracias.

Y los niños al principio asustados, desconcertados, desconfiados algunos. Pero en seguida se abren y están dispuestos a reír y a seguir jugando.

Y jugar a un “pilla pilla” infinito que les haga olvidar porque se han ido. Y pintar tantos dibujos que tengamos que pintar la mesa porque ya no quedan hojas. Y hacer tantas burbujas que se quede el suelo encharcado de jabón. Y comer tantas chuches que se nos queden los dientes de colores. Y hacer carreras hasta que ya no quede más camino por el que correr.

Todas estas cosas que ellos están dispuestos a hacer que hace que se les olvide por un instante de dónde vienen y porqué.

Familias separadas, rotas. No me imagino como tendría que ser despedirte de tu padre sabiendo que puede ser que no lo vuelvas a ver nunca más. Despedirte de tus abuelos, que están tan mayores que no pueden ni caminar para escapar contigo. Despedirte de tu mujer que va a dar a luz, no poder apoyarla ni estar con ella en su parto y ver la cara de tu hijo por primera vez a través de una pantalla. No poderlo sentir, no poderlo tocar ni escuchar su llanto.

Cuando los ves y estas con ellos no sabes que decirles, es que por primera vez en mi vida me quedé sin palabras porque nada de lo que digieras ni hicieras podría suplir ese dolor, aunque lo intentara. Intentas darles todo tu amor y cariño el tiempo que estás con ellos, darles todo lo que está en tu mano.

En mi caso tuve la oportunidad de convivir dos días intensos con tres personas maravillosas. Una mama de 23 años, su bebe de 2 años y su hermana de 13 años. Todas personas increíbles y que podrían ser nosotros perfectamente.

Y la niña de 13, que me recuerda tanto a mi hermana pequeña, sus abrazos, sus gestos, como intentaba decirme te quiero en español.

Y él bebe, como con cualquier cosa se entretiene y con cualquier tontería que hicieras se reía a carcajadas. No necesitaba más, le bastaba con eso.

Para que veamos que somos afortunados y a veces hay que relativizar más los problemas del día a día, rebajar ese estrés que se ha instalado en nuestra sociedad como un mal hábito, porque la vida ya de por si te pone situaciones duras por las que tienes que pasar. No nos auto creemos más situaciones duras innecesarias porque cuando llegue el problema de verdad, nos arrepentiremos de haber estado así de mal cuando podríamos haber estado felices.

Ucrania. Una guerra y una lección para recordar siempre.

 Es por ello, que desde Sujhalúa, hemos encontrado la posibilidad de seguir ayudando al pueblo ucraniano y nos sentimos orgullosas de poder decir, que disponemos, en nuestra Boutique, de vestidos del Grupo Lanesta -Armonia, empresa Ucraniana con sede en Polonia, que destaca por tener unos diseños muy exclusivos, propios y de gran calidad, firma con la cual nos resulta altamente gratificante trabajar, ya que nos facilitan 100% poder solicitar ajustes, personalización y tallajes especiales y así conseguir con ello, brindar a nuestras novias, lo mejor de lo mejor siempre. 

Susana Zafra

https://www.sujhalua.com

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1 comentario en «Ucrania. Una guerra, una lección.»

  1. Triste, pero real…suerte, que todavía no está todo perdido…suerte, que todavía hay gente dispuesta a ayudar, a tender la mano a quienes lo necesitan…muchas gracias por ser cómo sois…

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