“Los Tigres” De Alberto Rodríguez
Deconstrucción familiar y violencia en los márgenes
Alberto Rodríguez consolida con Los Tigres (2021) su posición como uno de los cineastas contemporáneos más incisivos a la hora de radiografiar las contradicciones del tejido social español. Junto al guionista Rafael Cobos, Rodríguez construye un relato que trasciende el thriller criminal para adentrarse en el territorio de las ausencias, los silencios y las mitologías familiares que se desmoronan bajo el peso de la realidad.
El guión como arquitectura de la desilusión
El trabajo de Alberto Rodríguez y Rafael Cobos establece una narrativa dual que funciona simultáneamente como thriller y drama familiar. La historia de dos hermanos atrapados en la espiral del narcotráfico se articula a través de una estructura que privilegia la tensión contenida sobre la acción explícita, construyendo significado a través de lo no dicho, de las miradas esquivas y los gestos contenidos.
La construcción dramatúrgica privilegia los momentos de quietud sobre la acción. El guión traza con precisión la codependencia tóxica entre los hermanos, heredera de un vacío afectivo que impregna cada escena. La ausencia de la madre (nunca mencionada, jamás explicada) se convierte en un silencio ensordecedor. Esta omisión deliberada es una declaración: en este universo de masculinidad precaria, lo femenino ha sido sistemáticamente borrado del relato familiar y la semana con sordera por una “enfermedad” en el silencio de no ser escuchada.
El ritmo narrativo adopta una cadencia pausada que obliga al espectador a habitar el mismo tiempo dilatado y opresivo de los personajes, reforzando la sensación de inevitabilidad trágica: el destino está ya escrito por las estructuras sociales que los constriñen.
La mirada de Pau Esteve Birba: el mar como territorio de violencia
La fotografía de Pau Esteve Birba, reconocida con el Premio del Jurado a Mejor Fotografía en el Festival de San Sebastián, construye un universo visual dominado por espacios abiertos —el puerto, el mar, las playas, los fondos marinos— que paradójicamente generan claustrofobia y amenaza constante.
El mar, tradicionalmente asociado con la libertad, se convierte aquí en espacio de peligro, ilegalidad y muerte. Birba fotografía el Mediterráneo con una frialdad que desmitifica cualquier postal turística: estas aguas son rutas de narcotráfico, espacios de violencia. La paleta cromática dominada por azules fríos, grises/azules metálicos y tonos desaturados refuerza esta hostilidad. Incluso en escenas diurnas, la luz solar no aporta calidez sino una claridad implacable que expone la dureza del entorno.
Los espacios portuarios se presentan como zonas fronterizas donde se difuminan las legalidades, dominadas por lógicas clandestinas. Los contenedores, grúas y muelles se convierten en un laberinto industrial donde los personajes parecen permanentemente vigilados. Las secuencias en mar abierto poseen una cualidad inquietante: la inmensidad del océano intensifica la vulnerabilidad. Las embarcaciones aparecen como cápsulas precarias en medio de una inmensidad indiferente, metáfora perfecta de hombres y mujeres atrapados en estructuras criminales que los utilizan como piezas prescindibles.

Las escenas submarinas aportan una dimensión visual única. Birba filma los fondos marinos con una claridad fantasmagórica simultáneamente hermosa y ominosa. El agua turbia, los restos hundidos, la luz filtrada construyen un espacio liminal entre vida y muerte, metáfora visual del estado psicológico de los personajes: sumergidos en una realidad que los ahoga, luchando por respirar.
Los espacios abiertos del mar y el puerto se revelan como lugares paradójicamente opresivos. La ausencia de paredes no implica libertad; la amplitud del horizonte no ofrece esperanza de escape. La fotografía premiada de Birba logra hacer visible esta contradicción: lo abierto como prisión, lo vasto como claustrofóbico.
Contexto sociológico: migración, drogas y exclusión.
Los Tigres sitúa a sus personajes en los márgenes geográficos y sociales, en espacios periféricos donde confluyen inmigración y economías sumergidas. El “narcotráfico” aparece no como elección moral sino como una de las pocas vías de supervivencia. Rodríguez y Cobos evitan la moralización fácil; presentan individuos atrapados en estructuras que los desbordan.
Las mafias funcionan como empresas transnacionales que operan en los vacíos dejados por el Estado, ofreciendo una integración económica perversa a quienes el sistema formal ha expulsado. El narcotráfico representa no solo salida material sino también identidad y estatus. La migración, presente tangencialmente, añade complejidad: los espacios son territorios de tránsito donde identidades diversas se unen por la precariedad compartida.
La familia como ruina: padre mitificado y ausencias estructurales V/S un padre “Idealista”.
El núcleo emocional de Los Tigres reside en la deconstrucción de la figura paterna. La revelación de verdades ocultas no ocurre mediante un giro dramático único, sino por acumulación gradual de evidencias que erosionan lentamente la imagen idealizada. Esta estrategia resulta más devastadora porque replica el proceso psicológico real de descubrir que nuestras figuras de autoridad son profundamente falibles.
La figura paterna encarna una masculinidad tradicional que oculta déficits emocionales profundos. Ha transmitido a sus hijos un código basado en dureza, lealtad inquebrantable y represión emocional. Estos valores se revelan como fuerzas destructivas que los encadenan a patrones autodestructivos. Los hermanos descubren que han construido sus identidades sobre una narrativa que resulta ser, parcialmente, ficción.

La ausencia absoluta de la madre (ni mencionada, ni llorada) resulta aún más significativa. Esta omisión radical habla de una estructura profundamente patriarcal donde lo femenino ha sido borrado del registro simbólico. Los hermanos existen en un universo exclusivamente masculino, definido por códigos de honor y violencia.
Esta familia sin madre visible se convierte en metáfora de una sociedad que ha reprimido lo femenino: el cuidado, la empatía, la resolución no violenta de conflictos. Los hermanos son productos de esta carencia; han aprendido a relacionarse únicamente mediante códigos masculinos.
Bárbara Lennie y el silencio como denuncia.
La presencia de Bárbara Lennie interpretando a la hermana constituye una de las decisiones más reveladoras del guión. Su personaje permanece prácticamente mudo, relegado a los márgenes, funcionando como testigo silencioso más que agente activo. Esta marginación no es descuido sino estrategia deliberada que expone la posición de lo femenino en este universo machista y heteropatriarcal.
El silencio de la hermana se convierte en denuncia más poderosa que cualquier discurso explícito. Mientras su hermano varon protagoniza la acción y “supuestamente” decisiones, ella permanece literalmente sin voz, su subjetividad negada. Bárbara Lennie logra transmitir con su sola presencia todo un universo de frustración, impotencia y renuncia forzada.
Las pocas escenas donde aparece están construidas para subrayar su posición marginal. Frecuentemente la vemos en el fondo del encuadre mientras sus hermanos ocupan el primer plano; cuando está presente en decisiones familiares, nadie la consulta; sus intentos de intervenir son ignorados. Esta coreografía visual del silenciamiento resulta más elocuente que cualquier diálogo sobre desigualdad de género.
El personaje representa también a todas las mujeres que habitan estos espacios marginales pero raramente aparecen en narrativas sobre criminalidad. Madres, hermanas, hijas que sufren las consecuencias de decisiones tomadas exclusivamente por hombres, que cargan con el peso emocional de mantener unidas familias desintegradas. Su invisibilización no refleja su ausencia en la realidad, sino su exclusión del registro simbólico patriarcal.
Los Tigres se confirma como una de las propuestas más maduras del cine español reciente. Rodríguez y Cobos construyen una película que funciona como thriller, drama familiar y análisis sociológico. A través de la fotografía premiada de Pau Esteve Birba, su guión contenido pero devastador, y sus decisiones narrativas deliberadas, la película expone las violencias estructurales que configuran la vida en los márgenes: exclusión económica, desintegración familiar, masculinidades tóxicas e invisibilización de lo femenino.
El mayor logro reside en lo que no dice, en sus silencios elocuentes. La ausencia de la madre, el mutismo de la hermana, las verdades no dichas sobre el padre: estos vacíos narrativos funcionan como espacios de significación que el espectador debe completar activamente. En un contexto cinematográfico que tiende a la sobreexplicación, Los Tigres confía en la inteligencia de su audiencia y en el poder del cine para explorar las complejidades de la condición humana sin respuestas fáciles.

La película construye una tragedia en el sentido clásico: los personajes están condenados no por defectos morales individuales sino por fuerzas que los sobrepasan, por estructuras sociales que determinan sus posibilidades vitales. Esta dimensión trágica se subraya mediante la sensación de inevitabilidad que permea cada escena.
Sin embargo, esta visión trágica no equivale a nihilismo. Al mostrar con precisión los mecanismos de exclusión y violencia, al hacer visibles las estructuras que normalmente permanecen ocultas, Los Tigres realiza un gesto profundamente político. La película nos obliga a mirar lo que preferimos no ver, a reconocer nuestra complicidad en un sistema que produce vidas desperdiciadas.
La película deja al espectador con más preguntas que certezas, lo cual constituye su mayor virtud.
¿Cómo se rompen los ciclos de invisibilidad femenina?
¿Qué queda cuando las mitologías familiares se desmoronan?
¿Es posible la redención individual en contextos de exclusión sistémica?
Rodríguez y Cobos no ofrecen respuestas reconfortantes, pero plantean las preguntas con una honestidad brutal que resuena mucho más allá de los créditos finales.
Curiosamente en el sur de Andalucía.
«Porque el mejor cine siempre es una conversación tras los créditos, una copa de vino o un café con qué pecado sigues el diálogo”
Miquel Claudì-Lopez
Cominicador Audiovisual
Periodista
@miquelclaudilopez
@enlaaceradeenfrete
@queerascinema
1 comentario en «El Septimo Pecado “Los Tigres” De Alberto Rodríguez »
magnífica, como de costumbre, reseña y autopsia de una peli. Desde sus tripas hasta la piel y viceversa.
Ganas de ver esta peli, y disfrutar de esos silencios dentro de ese contexto de narcotráfico, inmigración, y familias no resueltas.
salir.