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Aprender a vivir las EMOCIONES

Fotografía de frida-aguilar-estrada-rYWKAgO7jQg-unsplash

El ser humano es simplemente una especie de una enorme complejidad.

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Diariamente nos empeñamos en las relaciones interpersonales, a la mínima que surge una situación que nos es adversa, en justificar nuestro comportamiento. O nos escondemos tras máscaras estúpidas que opacan la raíz de nuestra infelicidad, o proyectamos en el otro todas nuestras propias incapacidades y asignaturas pendientes.

El ser humano tiene un cerebro tremendamente plástico, con conexiones neuronales que se siguen estableciendo toda una vida, con una flexibilidad gigante. Pero nosotros nos creeemos lo que pensamos y hacemos de ello, en ocasiones, casi un dogma. Al final, el mapa que cada uno construye de la realidad de ahí fuera es el que le guía en la vida. Y por ende, entender los mapas de los demás cuesta, sobretodo cuando llevas toda una vida circulando con el tuyo propio.

No es ningún misterio que no somos sólo cognición, sino que nuestros subsistemas corporal y emocional son igual de importantes para que el TODO funcione correctamente.

Lamentablemente la educación emocional en nuestras generaciones, y me atrevería a decir aún hoy, brillan por su ausencia. Como si fueran cosas secundarias para el logro de una vida feliz. Nadie pensó alguna vez que saber gestionar las propias emociones y las de los otros fuera algo importante.

Ni siquiera nadie se planteó que desde niños se nos prohibieron sentir y expresar algunas de ellas, y las sustituyéramos por otras emociones en aquel entorno permitadas. Hoy seguimos por supuesto ese patrón. Así vemos adultos expresando rabia por su incapacidad de sentir la tristeza, o no permitiéndose sentir alegría porque eso no es lo que toca-ba. Desde el humanismo de Berne esos ”Rackets”, emociones parásitas, son las que uno expresa socialmente hoy por el desconocimiento de cómo sentir la emoción que sustituye o por la prohibición implícita ligada a aquella infancia. Una pena.

Volviendo a la cabeza y al subsistema cognitivo, quiero detenerme hoy en las RACIONALIZACIONES que constantemente realizamos creyéndonos que los demás no se percatan de ellas. ¡Ese autoengaño es fabuloso! Algunos saben que lo practican, eso me da un poco de tranquilidad, pero con todo y ello, lo siguen llevando a cabo: es más fácil manejarnos en esa zona de confort– o como diría M. Alonso Puig, zona de Status Quo, porque confortable no lo es siempre o casi nunca- que más mala, más funcional o menos, nos calma y da sosiego. Porque de-construir ahora todo un sistema desmoronaría la estabilidad de cualquiera, por supuesto.

Así que para la consecución de dicha empresa, el mecanismo de defensa por excelencia es la PROYECCIÓN, que diría mi querido Fritz Perls, desde la psicoterapia de la Gestalt. Yo pongo fuera de mi, aquello que precisamente no acepto de mí mismo, me pertenece, tiene que ver conmigo y no con el otro, pero no me gusta, no sé autogobernarlo. Lo extraigo, antes de incluso iniciar la acción, ya en las primeras fases del ciclo del fluir vital o ciclo de la experiencia. Así autointerrumpo desde el inicio el proceso de conseguir satisfacer mis necesidades, pues debido a ese mecanismo de defensa la funcionalidad del proceso en sí ya se ve alterada, faltando por completo a la realidad que acontece.

Desde la psicoterapia humanista, se va a lo profundo, no desde una perspectiva psicopatológica, en términos del más clásico psicoanálisis, sino con técnicas de visualización, técnicas psicocorporales y demás herramientas que trabajan a otros niveles. Explicarle verbalmente a una persona qué tiene que hacer, qué sucedió, o incluso que ella entienda la historia que se ha estado contando toda su vida al expresarlo verbalmente, no es suficiente.

Experienciar, vivenciar la palabra, sentir y visualizar una escena conecta con esos otros subsistemas y el “awareness”, el DARSE CUENTA, es pues así otra vía con más impacto y más efectiva.

Las historias hay que respirarlas, pues la respiración te conecta directamente con la emoción y el cuerpo. Si todo se queda en la cabeza y de ahí no sale, se imposibilita la transmisión a los demás canales que nos componen. Así difícilmente puede fluir la Energía, se estanca y se bloquea la funcionalidad de nuestro ser en algun punto.

Si eso ya sucede así dentro de nosotros, ¿se pueden imaginar cómo se puede fluir sanamente con un OTRO?

La vida es tan bella y corta… y se nos escapa entre los dedos como arena… muchas veces por la impotencia de atrevernos a pensar que sómos seres débiles, con estructuras construidas lamentablemente sobre cimientos mal arraigados…. y otra veces porque nos damos cuenta de ello, los más privilegiados, y seguimos el patrón, que al fin y al cabo, es el que mejor conocemos, aunque no nos haga felices….

Yo voto por SENTIR, porque si no siento no vivo. El pensar lo dejo para los eruditos…

FIN

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