EL PINCEL
Cualquier herramienta al uso del pintor es importante.
Dejando a un lado la pintura que es “la estrella”, me quedo sin duda con el instrumento más preciado por los artistas plásticos, el pincel.
Aunque sea una idea un tanto poética, suelo pensar que cada pincel tiene una verdadera razón para “ser como es”, quizá algo así como distinguir cualidades en las personas.
Ser pincel y serlo no solo como herramienta, sino como una prolongación de la mano del pintor es lo que le hace especial. Capaz de contener todos los detalles de una obra enredados en sus cerdas, pelos o filamentos, da forma y vida a los impulsos de quien lo maneja.
Los pinceles son como pequeños auxiliares que nos ayudan a ejecutar la pincelada como deseamos. Unos son profesionales en cargar mucha pintura, algunos en ser precisos y detallistas, los hay que funden luces y sombras a la perfección y otros, son verdaderos especialistas en empastar texturas en cada pincelada.
Personalmente, tengo más a la vista mis preferidos.
Suelo depositarlos en prácticos recipientes y en un contenedor con separadores (regalo artesanal de un amigo), para diferenciar rápidamente sus distintos tamaños y formas, aunque en pleno proceso creativo acaben dispersos sobre la mesa, o dispuestos en otro orden.
Observo los que tengo en mi estudio… Uno de los recipientes contiene los pinceles redondos más pequeños, tanto de pelo largo como corto para que no se extravíen entre la multitud.
Estos me ayudan a realizar detalles, delinear, definir pequeñas formas curvas o rectas con mayor precisión, como por poner un ejemplo: al centrarme en los detalles de los ojos y el pelo en el retrato.
Los pinceles redondos de mayor tamaño ocupan uno de los apartados del contenedor. Aunque particularmente los utilizo menos, son pinceles muy versátiles que sirven para cargar más pintura, siendo su pincelada ideal para envolver y cubrir grandes zonas de pintura sobre el lienzo.
Dispuestos por orden de tamaño, y me refiero al de su haz de pelos y el tipo de pincel, ocupan dos apartados del contenedor los llamados pinceles planos.
Estos son muy útiles para definir contornos rectos y cuadrados, ya que su forma más filosa, me permite resolver trazos derechos y precisos.
Un pequeño apartado contiene unos pocos pinceles angulares. Tienen una forma muy apropiada para realizar sombreados y pintar zonas irregulares con mayor precisión. Son estupendos para pintar hojas y pétalos de flores.
Ocupando un tercio del contenedor, destacan los que empleo con más frecuencia porque todos los pintores tenemos preferencias, se trata de los pinceles de lengua de gato.
¿Sugerente verdad?
Este tipo de pincel reúne las cualidades del redondo y del plano.
Como me gusta esfumar y trabajar los matizados, resulta un pincel muy práctico y conveniente a mi técnica de trabajo.
Adornando el contenedor cuál ramito de flores en un jarrón, tengo media docena de pinceles de abanico que se llaman así, por la semejanza en sus formas. Son pinceles que más que pintar acarician, y lo hacen cuando quiero trabajar zonas difusas como en los fondos o cuando necesito que no se adviertan las pinceladas.
También son ideales para resolver la vegetación, pelaje y hojas de palmera entre otros usos.
Dispongo de media docena de pinceles de los llamados Rake.
Son planos y su característica es que el largo de su haz de pelos es desparejo, unos más largos que se alternan con pelos más cortos, con el fin de usarlos para recrear vegetación o texturas.
Como rescatados de mi bolsa de cosméticos (porque su forma me recuerda al de las brochas de aplicar rubor), uno de los apartados contiene un par de pinceles llamados MOP. Son perfectos para no dejar rastros de volumen en la pintura, esfumar y transitar de un color a otro sin que se adviertan trazos.
Finalmente, cuento con un departamento solo para paletinas de diferentes tamaños. Ellas me ayudan a cubrir eficazmente espacios de mayor o menor superficie, y a dar los últimos retoques de barnizado.
Creo que ya no dispongo de más tipos de pincel, y aunque habrá algún otro, estos son los compañeros de faena que forman parte de mi plantilla personal en esta apasionante empresa, que es la de pintar. Los manipulo y utilizo con el respeto y dedicación que merecen y después de cada jornada, una escrupulosa limpieza los hace duraderos y perfectos para su vuelta al trabajo.
“Y es que estar hecho un pincel también es una cualidad que los define y nos define, es sinónimo de perfección y como tal, es nuestro deber cuidar sobre todo de su haz de pelos, porque la mejora no queda únicamente en ellos o en su superficie, sino en la acción que los hace útiles sobre la trama del lienzo».
Santi García Cánovas
Artista plástica y gestión cultural.