El renacer de Mujer Libertad

Desnuda el alma y el cuerpo, desnuda para contemplar el amanecer en un frío invierno de las costas del mar más lejano del mundo, una mujer nadaba hacia la libertad, era tan inocente y a la vez tan curiosa, tenía tantas preguntas en su interior, tantas heridas en su corazón, solo buscaba a través del agua sanar su alma, sentir la paz y encontrar respuestas a sus preguntas.  

Un día mientras nadaba en el agua helada, saltaba como si quisiera sacudir a sus demonios internos para sacarlos de una vez por todas, gritaba para liberarse del temor y el dolor del propio sufrimiento que vivía. 

 Con el tiempo la Mujer Libertad encontraba espacios de paz, de reencontrarse con ella en esencia, sin juicio, sin tiempo, ni espacio. 

Dentro del agua, recogía sus piernas y las abrazaba en dirección a su vientre, simulando ser el feto en el vientre de su madre, se quedaba en quietud por unos minutos que le parecían eternos.

Cerraba los ojos y se sumergía en el agua para viajar al recuerdo del primer hogar, el vientre de su madre. 

Viajaba a los sueños bajo el mar que despertaban el interés de sus oídos, de su voz, de su piel, mientras permanecía sin respirar, más viva que nunca, más presente que nunca. 

Dejando olvidada la vida terrenal tal y cómo la conocía, despertando la conexión con el vínculo materno y con las raíces de la tierra. 

La Mujer Libertad solo quería sentir que su madre la tenía en su vientre, sintiéndose deseada, querida, amada y esperada con alegría. 

Así la mujer Libertad en el agua podía hacer volar a su imaginación y reescribir una historia que le ayudará a aliviar su dolor emocional.

Ese dolor que acongojaba a su corazón y despertaba el llanto de sus traumas guardados en el inconsciente, olvidando cualquier lógica que explicase por qué sentía el drama tan vivo en cada poro de su piel. 

La mujer Libertad en el agua sentía que era unicidad con la vida y con la muerte, con todo y con nada. Vivió experiencias que no se pueden describir con palabras, vería nuevas realidades que parecían fantásticas y de novelas. 

Su mente se convirtió en el nido de la creatividad, dónde las ideas volaban como gaviotas en alta mar, ideas dispuestas a viajar a cualquier lugar para encontrar la estrategia que les diese existencia material. 

Sin embargo al salir del agua Mujer Libertad dejaba su nombre para llevar a sus sombras en el maletero de su espalda. 

Un maletero lleno de carga pesada que invadía su energía, sus pensamientos y su ser. 

Se olvidaba vivir la vida, se olvidaba lo que era reencontrarse con ella misma, volver a creer en sí misma, desde la mujer genuina que estaba allí, tras la vulnerabilidad de la víctima que se había apoderado de su coraje, sus sueños y habia convertido sus historias de infancia en un presente que apagaba la voz de sus sueños y lo que es más preocupante la voz de su alma y su propio criterio. 

Parecía otra en la tierra, tan distinta a aquella Mujer Libertad del agua, eran el día y la noche, la paz y la guerra, el amor y el odio. 

Dos seres tan distintos en el mismo cuerpo, bautizados como la Mujer Libertad y la Mujer Sumisa, lo único que las unía era el amor. 

La Mujer Libertad vivía el amor desde el interior de su ser; despiertas las risas, las lágrimas, los obstáculos, los retos y los sueños, no pedía autorización para vivir y equivocarse, para caerse y levantarse. No le importaban los juicios del mundo, solo la voz de su consciencia. 

La Mujer Sumisa lo vivía desde el exterior, buscaba la aprobación constante, la validación a sus decisiones, a su existencia, pedía permiso para pensar, sentir, vivir y escuchaba la voz del exterior y se otorgaba culpas, vergüenza y miedo. 

Con el pasar de los años Mujer Libertad abandonó sus visitas constantes al mar.  

En la tierra su brillo se había apagado, era como una sirena que sin aguas saladas moría en la fantasía de su propia realidad. 

Escuchaba voces como ecos que se repetían y no eran precisamente las voces de sus sueños empujados por las olas del mar, eran las voces de quienes se autodenominaban Dioses del camino. 

Los Dioses del camino la guiaban por el camino del buen vivir, dónde solo podían entrar quienes eran capaces de sentir la vulnerabilidad de su corazón. 

Eran los guardianes de los pensamientos, los guías que tenían para todo una respuesta, por lo que Mujer Sumisa no necesitaba salir de su tierra para buscar más allá. 

La Mujer Libertad dejó su nombre para llamarse Mujer sumisa, en minúsculas, con el tiempo se hizo pequeñita, olvidaba su valor, su dignidad, su reconocimiento, sus logros, su propio criterio, olvidaba quién era y olvidaba lo esencial; VIVIR.

Comenzó a morir la curiosidad y dejó de indagar en las experiencias de la vida, las preguntas y sus respuestas. 

Era cómo si el buen camino la hubiese llevado a sostenerse de una familia que no guardaba parentesco, dónde el Dios de Turno se ponía en su púlpito para con su carisma enamorar a corazones vulnerables y apagar la razón de sus cerebros. 

Era un Dios que tenía poder en sus palabras, lo que emanaba de su boca eran bocanadas de supuestas verdades disfrazadas en amor para dar cobijo a los tristes corazones que entraban a su templo.

No era un Dios de religiones, ni de iglesias, era un Dios con templo propio, un templo que se sostenía sin lugar físico, a través de la voz, su autoridad y el poder de persuadir y manipular mentes con corazones tristes en busca de ayuda.

Los primeros meses la Mujer Sumisa sintió que su Dios era especial, admirado por otras personas como ella, veía en él la luz deslumbrante que ella no tenía y confió lo más preciado a este Dios, sin tan siquiera darse cuenta, entre encuentro y encuentro había entregado a Mujer Libertad como rehén a cambio de amor. 

Así, Mujer Sumisa se entregó en vida, cuerpo y alma a sus reglas y principios que nunca se anunciaron oficialmente pero que sutilmente comprendía que había de seguir, así como el resto de asistentes, sin llevar la contraria. 

¿Acaso llevar la contraria significaba volver al mar?

Un día en el olvido de sus cenizas de la Mujer Libertad que un día habitó en su cuerpo, unas preguntas comenzaron a invadir su mente, tres años tuvieron que pasar dónde el centrifugado de cerebros había dejado secuelas en su forma de sentir, pensar y vivir. 

De repente se encendió el fuego de la duda, la duda, la duda..

Día tras día miraba al Dios de Turno para comprender lo que decía y por primera vez era como si los dos hablaran idiomas distintos, ella no comprendía sus explicaciones. 

Con el bolsillo ya vacío y la cabeza llena de conocimientos del Dios de turno, se dio cuenta de algo, sutil, tan sutil que la primera vez que pasó por su mente no lo vio venir.

En uno de los tantos encuentros ella reconoció la voz de su poder, era una vocecita que decía “¿Será así como me lo cuentan?”. 

Para Mujer Sumisa no era suficiente un solo Dios; en su obsesión de encontrar el amor, busco más Dioses. 

A cada Dios que se encontraba, le compartía abiertamente sus secretos más íntimos, que eran premiados con el aplauso de los asistentes, la visibilidad del Dios de turno que le daba permiso para hablar, le hacían sentir por un momento que encontraba el amor, comprensión y apoyo en los demás. 

Sin saber que la vulnerabilidad que compartía sería usada en el futuro como ejemplo cada vez que le interesaba al Dios de Turno. 

 Un día un Dios de turno ejerciendo el poder de su palabra le dijo, no comprendo como no eres fiel a un solo Dios, yo soy fiel y aunque no soy el Dios que quiero ser ya estoy en el camino. 

Mujer sumisa, entre tantos Dioses humanos como ella, comenzó a preguntarse ¿Por qué solo ellos tienen la verdad y conocen el amor?, ¿Por qué ella no es una Diosa y no lo conoce?

¿Qué más tiene que hacer y a que dios tiene que conocer para vivir el amor en su interior?

Llegó el día en que por fin uno de los Dioses le reconoció su compromiso y disciplina con el templo, que no era otro que el mismo pensamiento. 

Confiado que Mujer Sumisa era todo lo sumisa que debía ser, le dio voz en el púlpito, para que compartiera sus experiencias de transformación, de la transformación que había vivido dentro del templo, ella había esperado mucho tiempo ese momento y se sentía Diosa. 

Aunque sus palabras tenían que ser cuidadas para no decir lo que el alma de Mujer Libertad gritaba en sus adentros. 

Esta oportunidad de hablar debía seguir unos principios y reglas nunca dichos como una orden sino como una sutil sugerencia que se debían acomodar al formato del templo del Dios que le dio esa gran oportunidad. 

La Mujer Sumisa, sentía tanta felicidad que disfrutaba compartiendo conocimiento, habilidades, desarrollando sus ideas y activando su creatividad, lo que empezó a despertar a la Mujer Libertad. 

Había Dioses de turno jerárquicos que se daban cuenta, entonces ahí intervenía el Dios del control, escuchaba la voz de la mujer Sumisa y se alzaba las manos a la cabeza. 

Apenas terminaba de hablar la Mujer Sumisa se acercaba a ella y le hablaba con un tono de disgusto y desaprobación, tienes que aprender a seguir cada una de las instrucciones que te he indicado, no puedes hablar de esta forma y tienes que ser incisiva en tu mensaje. 

Mujer Sumisa tuvo la oportunidad de dirigirse una y otra vez al grupo de personas que asistían a encontrarse con el amor y de forma automática dejaba salir a mujer Libertad que nadaba como pez en el agua, se expresaba desde el amor, con mucha pasión, sintiendo que por primera vez podía hablar como quería y decirle a las personas que vivan como les dé la gana, que hagan lo que quieran y que vivan sus propias experiencias.

Cuando les decía eso, revivía a Mujer Libertad a través de los recuerdos y compartía a estas personas las anécdotas, vivencias y meteduras de pata que había vivido Mujer Libertad y así se dio cuenta que Mujer Sumisa no estaba viviendo en su  propio sueño, sino en el sueño de los Dioses del Camino. 

En los sueños de los Dioses, ella compartía algunos conocimientos útiles y prácticos para vivirlos en la experiencia, limitada por la voz que debía seguir estrictos procesos. 

Le solicitaban que grabara cada encuentro, entre cada grabación ella olvidaba que estaba siendo grabada y hablaba desde su corazón y se daba cuenta que tenía una forma distinta de percibir la vida, que no todo lo que decían los Dioses de Turno era cierto y que la vida estaba fuera de la familia que se había creado en este entorno.

Un día esa sutil voz de poder comenzó a retumbar más fuerte en su corazón  y se dijo muy en sus adentros a sí misma como un reproche a sus creencias, “por qué no estoy pensando igual que ellos, entendiendo igual que ellos”, se negó a sí misma y dijo “será que estoy mal, que no estoy siendo suficientemente comprometida con el trabajo de encontrar el amor”. 

Siguió el camino que el Dios de turno había señalado con cierta incredulidad y días posteriores ya no podía callar esa voz interna, empezó a compartirla con viejos amigos del baúl de los recuerdos de la Mujer Libertad, con la familia que la acompañaba cuando lloraba por no comprender nada y comenzó a contar lo que estaba viviendo, cuando lo compartió sus amigos no podían creer que Mujer Libertad estuviese muriendo, ellos la habían conocido cuando tenía curiosidad, era atrevida, lo hacía todo con o sin miedo y los alentaba a que se atrevieran a seguir sus propios sueños.

Mujer Libertad se compartía genuina, auténtica, curiosa y otro tanto ingenua, desde la naturalidad de sus logros, sus fracasos, lo único que a Mujer Libertad le criticaban era que no se diese todo el valor que merecía. 

Después de cinco años de no verlos, por fin del baúl de los recuerdos viajaron de distintas partes del mundo para darse ese abrazo prometido, los dos primeros años estuvieron muy unidos y los siguientes años cada uno tomó su camino y ahí es cuando Mujer Sumisa tomó el lugar. 

El día que se vieron se abrazaron tanto, se compartieron y en ese momento los amigos le dijeron a Sumisa, lo que ellos desde fuera veían y ella había estado viendo también con su voz apagada pensando que estaba equivocada. 

Por fin después de esa conversación entre amigos, un atisbo de Mujer Libertad salió, con coraje, rabia, dolor y sufrimiento, por fin su voz gritó desesperada y les contestó ¡Sólo yo sé lo que estoy viviendo, no quiero que me digáis vosotros también como vivir la vida, que ese tema ya me lo sé con los Dioses de turno!

Aún así, esa conversación fue el antes y después para caminar sola, por su propio camino.

Buscando la validación de sus pensamientos se dio cuenta que era momento de ser valiente. 

Tenía tanto miedo que no se atrevía a alzar su voz, así que muy flojito dijo ¡Me voy! al Dios de turno y él contestó, buen viaje hacia tus sueños. 

Así sin más, descubrió que no había ningún sentimiento por parte del Dios de turno, que la cárcel más grande fue la de sus propios pensamientos influenciados por estos Dioses, que la limitaban a soñar en grande, sólo si se trataba de soñar los sueños de los Dioses de Turno. 

En ese momento Sumisa tenía la salud muy deteriorada pero con el aliento que le quedaba dijo con valentía ¡Me voy!, ¡Voy a hacer realidad mis sueños!. 

Pasaron los días y sus sueños se habían perdido con su identidad de Mujer Libertad, se habían esfumado con ella, ya no recordaba ni porqué empezó esta búsqueda de respuestas constantes y el encuentro con el amor. 

Hasta que descubrió que el origen de todo fue hace siete años cuando compró unos bolsos de colores típicos de las tierras del Caribe Americano por internet que nunca llegaron, Mujer libertad pensó y si soy yo quién los vende. 

Comenzó a investigar sobre emprendimiento, cómo dar los primeros pasos y llegó a una escuela de empresarias, luego pasó por una escuela de herramientas de comunicación, más adelante con una de ventas y finalmente llegó a la escuela de los Dioses del camino. 

Así sutilmente sin darse cuenta sus sueños ya no existían, solo existían los sueños de los Dioses del camino, imaginar, vivir y hacer realidad esos sueños era alcanzar la validación de los propios dioses. 

Mujer Libertad tenía pareja y recordó que su pareja había estado todo el tiempo ahí, a su lado, diciéndole cree en ti, eres valiosa, recuerdalo. 

Pero como los Dioses idealizados por la Mujer Sumisa tenían tanto poder, no había forma de que Mujer Libertad pudiese escuchar la voz de nadie, más que el eco de los dioses con sus doctrinas. 

Parecía que ya todo había terminado, ella se iba por fin, sin embargo había un apego tan fuerte a lo que había conocido por tres años, a la pasión por las habilidades que había aprendido con ellos, que no concebía otra forma de vivir, a los pocos días decidió volver a los Dioses del camino porqué sentía tristeza de no compartir con ellos, sin embargo era una tristeza de un duelo diciendo adiós con aires de fuego, adiós, con el coraje invisible de Mujer Libertad, por un momento decidió volver y así se lo hizo saber al Dios de turno y tal como se fue, a su vuelta le dijo ¡Bienvenida a mis sueños! y es ahí cuando tuvieron una pequeña conversación en la que ella descubrió que solo era el instrumento para los sueños de los demás y no para sus propios sueños.

Él pronunció dos palabras que la despertaron esa misma noche de sus sueños, para sentir el dolor de su corazón, para sentir la rabia de haber callado tanto tiempo su voz, para sentir el coraje. 

Su pareja que dormía a su lado, la abrazo muy fuerte y contuvo sus manos para que no se hiciese daño y los insultos que salían de sus adentros para la Mujer Sumisa eran de un total descontrol, maltrato, explotación y abuso. 

Esa noche fue la más larga, se quedó despierta hasta el amanecer y al amanecer cumplió el último sueño del Dios del camino antes de comunicarle que este era un adiós definitivo. 

En su despedida, agradeció al Dios de Turno por haber descubierto que la Mujer Libertad vive en ella y que ella es su propia Diosa, la Diosa de sus propios sueños. 

Salió de los sueños de los Dioses de Turno y comenzó a sentir paz, una paz interna que no había sentido en mucho tiempo, un renacer que a partir de esa noche le permitiría soñar sus propios sueños, dormida y despierta. 

Tenía algo de miedo a la incertidumbre sin embargo pesaba más las ganas de conocerse viviendo la vida y haciendo de su vida lo que ella quería realmente, cumpliendo sus sueños a su manera y equivocándose sin ser perfecta, por fin algo le daba ilusión vivir. 

Despidió a los Dioses del camino de su vida y dio la bienvenida a la Mujer Libertad. 

No iba a ser un camino fácil reconstruir a Mujer Libertad después de que Mujer sumisa permitiese que enterraran sus recuerdos, sus ilusiones y sus propios sueños.

Días después, llegó el aniversario con su pareja,  celebraron 18 años de haber compartido juntos, en la salud y en la enfermedad, en esta ocasión en la enfermedad. 

Su pareja le sorprendió con un regalo para su salud, una visita a una fisioterapeuta. 

y por parte de ella, unas ganas profundas de amarlo desde la Libertad y la ilusión. 

Esa visita fue especial para ella, no por los excelentes masajes para aliviar su dolor, sino por la conversación que mantuvo con la Fisioterapeuta, se sentía que estaba interesada en conocer a Mujer Libertad, le preguntó varias cosas y entre ellas le preguntó cómo es tu rutina y Mujer Libertad le contestó mi rutina aún no es la que fue, sin embargo aún recuerdo esos amaneceres en el mar, contemplando el sol, sintiendo la Libertad en su máximo esplendor. 

Recuerdo el amor por la escritura, la magia de las palabras y el poder escribir para el mundo, recuerdo el amor por comunicar y preguntar tanto para conocer a los demás cómo tú lo estás haciendo conmigo ahora. 

Recuerdo mis sueños y aunque sea tarde sé que los conseguiré. 

Antes de terminar la visita se levantó y vió unos títulos que certifican la profesionalidad de la fiosterapeuta, mientras se vestía miró el resto de las paredes y allí estaba una hoja que ponía su nombre y ponía “Triathlon”, se le iluminaron sus ojos y más abajo una medalla en la que se podía leer “Ironman”. 

Mujer Libertad recordó que aprendió a nadar a sus 33 años para participar en un Triatlón Un triatlón es una prueba deportiva que consiste en tres disciplinas: natación, ciclismo y carrera a pie, realizadas en secuencia.

En ese momento, Mujer Libertad solo pudo sentirse agradecida con este regalo que la llevó al origen, al agua a la que tanto temió por muchos años y que le concedió la Libertad inexplicable y el coraje para superar sus miedos. Este momento le recordó que nunca, nunca es tarde para perseguir sus propios sueños y superarse a sí misma. 

Esa misma noche decidió volver al mar y contemplar las estrellas, para encontrarse con ella misma y vivir en primera piel su renacer.

Mujer Libertad en el agua y a oscuras miro al cielo y pronunció: “En la oscuridad es cuando brillan las estrellas” “La inmensidad del mar es tan inmensa como tus sueños” “Vivir es ahora, urgente y necesario” “Vivir es morir despacio en paz y sin apegos”

¡Nunca es tarde para soñar, nunca… Mujer Libertad!

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