LA LEY DEL HIELO
Te sorprenderá saber que esto es transitado por parejas mucho más frecuentemente de lo imaginado. Ocurre dentro de relaciones cuando uno de los miembros se enoja con el otro y en lugar de expresar, contar los motivos del enojo e intentar un diálogo para reponer, asume una actitud desagradable.
Se llama a silencio y deja de hablar, actuando con absoluta indiferencia y frialdad.
A esta conducta se la denomina “ley de hielo” y consiste en un conjunto de acciones que persiguen como fin ignorar al compañero, como forma de castigarlo por algo que supuestamente ha hecho mal y esperar que así pida disculpas o entienda el error.
También se da en otro tipo de vínculos: amigos, hijos, padres, primos. Pero el ámbito donde es más aplicado es el de la pareja.
Las siguientes son actitudes que toma la persona que somete a su compañero a esta ley, que persigue un severo castigo por el obrar del otro ante determinada circunstancia y quiere infligir un sufrimiento que “repare” el propio.
● Busca el desconcierto y que sufra
● Desarma todos los planes sociales y proyectos preestablecidos en común ante la pelea, por formales que estos sean
● Deja de mirar y tocar a su pareja pretendiendo ante su presencia una suerte de invisibilidad, como si el otro no existiera
● Por más que la otra persona exprese su necesidad de re-vinculación muestra total desinterés por su pedido
● No atiende llamadas a su teléfono ni responde mensajes.
Si es importante hacerlo deja pasar mucho tiempo antes de dar una respuesta escueta
● Ante el requerimiento niega que exista algún problema, se sienta molesto o mal, dejando en una posición de ridiculez a quien pregunta
● Finge que no escucha a su compañero y si es obligado acepta que escuchó y opta por responder con monosílabos
● Esto genera en el otro un contexto de máxima confusión e incertidumbre.
No se sabe a veces qué detonó esto, no a qué se debe la actitud del otro, al no atribuirle no puede interpretarla y se generan altos grados de ansiedad, desazón, stress emocional en quien es víctima del estrato.
La persona se sume en la tristeza con un alto nivel de angustia sin resolver.
Si estos episodios son repetidos con frecuencia recurrente, quien lo padece tiene un importante desgaste en su autoestima, inseguridad permanente (no sabe cuando el otro se llamará a silencio) que le producen una preocupación persecutoria para no arruinarlo y mucha culpa.
Se va instalando con el tiempo dentro y fuera de estos episodios la desagradable sensación que algo no va nada bien con su pareja.
Ya no puede ser genuino en la intimidad y se entra en un círculo vicioso, poco saludable.
Pudiera ser, ante la posibilidad que “la ley” se reinstale periódicamente, que le surjan momentos de mucho fastidio, enojo, ira. Y que el victimario opte por redoblar y endurecer las medidas de indiferencia como contrapartida a sus berrinches.
Si esto se va “enquistando” en la relación, ambos resultarán muy dañados. Se genera una relación dispar y quién es víctima de este comportamiento de su pareja íntima queda totalmente a merced de ella, con dependencia emocional infantil.
Es posible que el victimario no sea consciente de cuánto mal su conducta provoca por estar cargada su historia de este comportamiento aprendido.
Quizás lo traiga en su mochila existencial de la infancia, por haber vivido en una casa donde el diálogo era inexistente. Para romper esto muchas veces se requiere de ayuda profesional.
Siempre es aconsejable un “mal diálogo”, torpe, al silencio.
Y restablecerlo ante un testigo facilita si hace tiempo no lo logran. No es de “ley de hielo” ante un conflicto, necesitar tomar un tiempo a solas para procesar lo propio y luego llegar con una posición personal a una conversación conciliatoria. Esto es saludable. Muy distinto de una indiferencia prolongada y ejercida en forma deliberada para que la otra sufra. Quien aplica esta ley busca manipular a su pareja y no es bueno ceder ante esta conducta a los deseos del otro porque es como premiar su parte insana.
La buena comunicación es la clave del éxito de cualquier pareja. Y es lo más trabajoso, normalmente busca evitarse.
Esta es una forma de abuso psicológico encubierta y no debe ser disculpado ni minimizado.
Normalmente, se utiliza como chantaje emocional para llamar la atención y ser foco absoluto.
El silencio forzado e impuesto no muestra nada a la contraparte ni la educa.
No podemos pretender “ser adivin@s”, que nos lean la mente para paliar nuestras necesidades.
La comunicación en la pareja no debe darse desde el reproche porque solo genera actitudes defensivas en la contraparte. El rencor y las acusaciones son inútiles. Siempre centrar el diálogo en cómo nos sentimos ante el accionar del otro permite intimidad, empatía y escucha que son las claves del éxito en la comunicación.
Los castigos infligidos a la pareja siempre dejan secuelas nefastas.
El amor no castiga.
Respetar y respetarnos es la mejor propuesta para vivir un amor con las brillantes sensaciones que da la madurez emocional.
Nos leemos en julio.
A dialogar y ser felices que para eso vinimos como humanos