LA LUCHA CONTINUA
Hay películas pequeñas, pero que, con un par de secuencias maravillosas, se hacen grandes.
Escenas donde el diálogo brilla por su ausencia y es la imagen la que te llega al sentimiento y al alma del espectador. Fotogramas donde el/la protagonista atrapan al voyeur que mira la película, haciéndole partícipe de su sufrimiento o alegría.
Es lo que tiene el estreno que recomiendo esta semana, BLUE JEAN de la debutante Georgia Oakley, donde en tan solo dos momentos su protagonista Jean (Rosy McEwen) se mete al espectador en el bolsillo, trasladándolo a la Inglaterra del año 1988.
Filmada en 16 mm para ayudar a crear la atmosfera de la época, que logra traspasar la pantalla y construir una película
más potente de lo que parece, pero también un film complejo que crea debate y controversia.
Jean es una profesora de educación física en el norte de la Inglaterra más conservadora, donde el gobierno de Thatcher del año 1988, donde su conocida ley Sección 28 que impedía que los maestros y los que trabajan para las autoridades locales reconocieran la existencia de la homosexualidad.
Una auténtica barbaridad que nuestra protagonista no lleva nada bien, ya que debe guardar las formas y esconder su lesbianismo, llevando una doble vida con su novia Viv (Kerrie Hayes), su contrapunto, ya que vive su lesbianismo sin complejos, sin importarle nada y sobre todo sin ocultarse.
El mundo de Jean se tambalea cuando Siobhan (Lydia Page), una nueva alumna que intenta liderar al equipo que entrena Jean, a la que descubre una noche en un club de ambiente “solo para chicas”.
Una película que nos sumerge en la atmósfera de la Inglaterra de los ochenta tan llena de contrastes, con unas lesbianas alegres y libres bailando en su local, contra unos gobiernos aplicando leyes homófobas y racistas, que sufren mujeres como Jean, que deben ocultarse frente a la rectitud y conservadurismo de sus compañeros de trabajo y de su familia.
Un guion que nos habla de la sociedad, de los individuos que conforman esa sociedad y sobre todo de sus inquietudes y problemas.
Aquí el montaje de Izabella Curry es revelador y conciso, que consigue aglutinar todos los detalles emocionales y físicos de sus protagonistas.
Película brillante para detenernos un momento y hacernos reflexionar sobre las numerosas barbaridades que han aplicado —o han intentado aplicar— contra los individuos y sus diferentes formas de sentir y amar, por algunos gobiernos llamados democráticos.