LA MAGIA DE UN INSTANTE
Esta mañana estaba paseando por el campo y he encontrado un par de caballos que me miraban fijamente desde su cercado…
He sentido un impulso inesperado de acercarme y hablar con ellos y, entre otras cosas, les he dicho: “Sed felices, todo os ama.” Ha sido entonces cuando he oído la voz de mi hijo Ernest que me decía:
—“Y a ti también, mamá, todo te ama.”
A partir de este momento he continuado sintiéndolo todo el camino, y cuando he llegado a casa me he dado prisa a escribir sus palabras:
—“Y a ti también, mamá, todo te ama:
Este sol que te calienta, que ilumina los colores de tu paisaje, que los vuelve más brillantes, más alegres…
Esta luz que penetra tu piel, que llena de energía tus células y que llena de vida el planeta.
Este aire, este viento que da voz a las cosas que aparentemente no la tienen, que da voz, como tú, a las cosas que no se ven…
Y el silencio: entre ola y ola se hace presente el silencio hasta que te inunda totalmente, lo sientes, lo percibes… intervalos de silencio entre los aullidos del viento.
El viento te convierte también en árbol, se lanza sobre ti y te zarandea; sacude tus cabellos igual que sacude las hojas de los árboles y te empuja, te muestra su fuerza y tu resistencia, sientes su abrazo, suave o bravío
Este viento que se transforma en las olas del cielo, que viene de lejos, que sientes cómo se acerca, que escuchas su voz lejana cada vez más potente hasta que estalla sobre ti y, como ola que es, llega, pasa y continúa su camino y escuchas su voz que se aleja…
¡Tan limpio! ¡Tan potente!
Te contagia su fuerza y mueve todo aquello que aparentemente no se mueve. Y traslada, revolotea y arrastra todo aquello más débil que él.
Y la calma, la calma momentánea, se hace presente.
Juega con las cosas, hace carreras con las hojas, hace bailar las espigas de trigo de los campos y hace que todo cobre vida.
Y la tierra, esta tierra que te sostiene, que te mantiene, que te ofrece, tantas texturas diferentes, tantas vidas diferentes donde caminar, donde apoyar los pies; tantos caminos diferentes, tantos paisajes diferentes, tantas vidas diferentes.
Esta tierra que permite que claves tus raíces y que lo haga también todo aquello que necesita estar bien arraigado a ella para crecer.
Esta tierra fuerte, profunda, llena de amor, que se entrega totalmente a los frutos de su cuerpo y se da, se hiere, se cura, se regenera y se vuelve a entregar…
Como una madre…
Como tú, mamá, que te has volcado a hacerme feliz, pleno, acompañado, con felicidad, con alegría, con palabras, con poesía, con canciones, con lecturas, con un amor infinito que continúas dándome más allá de mi vida física, más allá de la distancia, del tiempo y de los sentidos físicos…
El agua también te ama, mamá. El agua que da vida, que permite que todo viva. El agua alimento, el agua sanadora, el agua espejo, el agua refleja, el agua poderosa, que sacude, que crece, que se hace gigante, que estalla, que se expande y luego se retiene, que se irrita y después se calma…
El agua paz, el agua belleza, el agua música, el agua trueno.
El agua que te permite entrar en ella, tocarla, mirarla, sentirla, pero nunca agarrarla.
El agua humilde que se contiene en cualquier contenedor y que toma la forma de aquello que la contiene, el agua transparente que no se ve… Como nuestra alma, contenida en todos y cada uno de los seres vivos que pueblan la Tierra.
El alma transparente, serena, que no puedes ver, que no puedes coger, que a veces calla, a veces susurra y otras veces grita tan fuerte que no puedes ignorar.
El alma que da vida y sentido a nuestro paso por este mundo…
El alma agua, el alma viento, el almo fuego, el alma tierra.”
Dolors Beltran Boixadera