La mirada de la estilista: 6 mitos que debemos olvidar para ser chic
En las alfombras rojas, los vestidos transparentes y teatrales no siempre son sinónimo de elegancia. Pero entonces, ¿qué significa realmente ser chic? A través de una serie de “verdadero o falso”, os voy a desmontar algunos de los tópicos más extendidos.
1. Ser impecable para ser chic
Verdadero, pero con matices. No se trata de ir vestida como un maniquí de escaparate, sino de dar vida a la ropa con gestos naturales. La elegancia surge de la actitud: remangarse la camisa con gracia, recogerse el pelo en un moño improvisado, subir el cuello de un blazer o meter las manos en los bolsillos de un vestido. El chic permite romper las reglas: llevar una camisa del revés para un efecto espalda descubierta, salir con un pijama de seda, combinar una camiseta amplia con un pañuelo de seda a modo de cinturón o mantener las gafas de sol aunque el cielo esté nublado. La elegancia siempre tiene algo de rebeldía.
2. La comodidad no es chic
Falso. Aunque un total look deportivo difícilmente resulta sofisticado, comodidad y estilo no son enemigos. El secreto está en equilibrar: un blazer de hombros estructurados, unos zapatos slingback, un vaquero de corte impecable o un bolso con forma definida pueden transformar un conjunto desenfadado en un look con aire de lujo.

3. Evitar el caos al vestir
No siempre. Un exceso de colores, accesorios o estampados puede saturar la vista, pero la mezcla bien pensada enriquece el estilo. Para un toque chic, combina piezas de registros distintos: un jean gastado con una blusa de seda setentera, unos pantalones de pinzas con mocasines metálicos, una camiseta rockera con collares de perlas, o un pañuelo clásico sobre un bolso de rafia. Se trata de atreverse a sacar de contexto esas piezas “demasiado serias” que esperan en el armario.
4. Sacar las joyas para ser chic
Bastante discutible. La elegancia desenfadada, el famoso effortless chic, no necesita ostentación. En lugar de exhibir cajas enteras de accesorios, basta con un detalle sorprendente: un broche brillante sobre un sombrero, botones antiguos en una chaqueta, un collar XXL sobre una camisa masculina, un cinturón joya marcando la cintura de una sahariana o un único pendiente espectacular. El efecto sorpresa siempre resulta más poderoso que la acumulación.
5. Apostar por el negro para ser chic
No necesariamente. La icónica “petite robe noire o little black dress” tiene su lugar en los festivales de cine, pero el negro por sí solo no garantiza elegancia. Un vestido mal cortado o un tejido de baja calidad seguirán sin funcionar, sea cual sea el color. Además, el negro no favorece a todas las pieles: puede acentuar ojeras e imperfecciones. Lo realmente chic es encontrar la tonalidad que ilumine la propia energía y refuerce la confianza.

6. Vestirse según la edad
Falso. Aunque hoy disfrutamos de más libertad que las generaciones anteriores, muchas mujeres siguen condicionadas por comentarios como: “El corto a los 45 ya no es chic”. Así, guardan a regañadientes shorts, camisetas rockeras o chaquetas con flecos. Pero la verdadera elegancia no consiste en disfrazarse de alguien que no somos, sino en elegir las prendas que nos hacen sentir auténticas. Confiar en el propio deseo es la clave: así siempre estaremos en sintonía con nuestra edad y nuestra energía, aunque llevemos algún accesorio juguetón colgado del bolso.
Ser chic no es una fórmula matemática ni una lista de prohibiciones. Es más bien una actitud: libertad, confianza y un toque de irreverencia.