¿ME QUEDO O ME VOY?
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes ni al colérico Poseidón, seres tales jamás hallarás en tu camino, si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes ni al salvaje Poseidón encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma, si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano en que llegues —¡con qué placer y alegría! – a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia y hazte con hermosas mercancías, nácar y coral, ámbar y ébano y toda suerte de perfumes sensuales, cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Más no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de cuanto ganaste en el camino sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan las Ítacas.
Poema de Konstantino Kavafis
“No debiera arrancarse a la gente de su tierra o país, no a la fuerza”
Juan Gelman, poeta argentino
En esta crisis mundial post-pandemia el fenómeno emigratorio es tema recurrente en conversaciones familiares, encuentros con amigos y reflexiones en soledad.
Asistimos a la mayor crisis migratoria que se haya presenciado en mi país.
E intuyo, esto se extiende globalmente.
La búsqueda y anhelo de una mejor calidad de vida y estabilidad económica lleva a investigar la posibilidad de radicarse en otro país por “ser desplazados” del propio.
Este es sin dudas un viaje más largo que la distancia desde donde nacimos hasta el potencial destino.
Mis abuelos europeos vinieron a hacer la América, seguramente sin evaluar el impacto en su salud mental, buscando dejar atrás la guerra y sus devastadoras secuelas.
Hoy contamos con más recursos, aunque a veces se dificulta ver lo obvio impulsados por la urgencia de la necesidad.
Hay también otras migraciones más placenteras. Las aplicaciones de citas por internet propician encuentros y amor transcultural; a veces vacacionar en el extranjero provoca enamorarse del lugar o de algún local y motiva a regresar.
Más aquellas que son forzadas por las circunstancias y no surgen de una decisión tomada desde la libertad sino como posible solución a un complicado panorama, tienen alto impacto emocional negativo en quien siente que lo obligan a irse.
En el 2002, el psiquiatra español Joseba Achotegui escribió “la depresión de los inmigrantes, una perspectiva transcultural” y definió esta condición como Síndrome de Ulises.
Lo llamó así porque tomó como referencia al héroe mitológico que Homero describe en la Odisea.
Ulises era una persona que tuvo una vida expuesta a muchas adversidades, compleja y que tuvo que enfrentarse a situaciones extremas sufriendo mucho.
También es conocido como Síndrome del migrante con estrés crónico y múltiple.
Quien decide partir enfrenta un duelo parcial, recurrente y múltiple.
La migración, si bien no está tipificada en el DSM (manual diagnóstico y estadística) ni en el ICD (clasificación de enfermedades) se considera tan estresante como el trastorno persistente de duelo complicado. Doy fe desde mi propia experiencia que lo es.
El 3,6% de la población mundial emigra (O.N.U. 2020). Se genera por el choque cultural y socioeconómico que puede tener una persona al cambiar por completo su vida en otra ciudad.
Hay un sentimiento de mucha indefensión y vulnerabilidad ante el país distinto, que obliga a la búsqueda de generar una nueva identidad para poder asentarse.
Implica enfrentar pérdidas muy importantes y la adaptación dependerá de múltiples factores:
similitud idiomática, parecidos culturales con la sociedad receptora, haber investigado a fondo el destino elegido.
El Dr. Achotegui precisa la existencia de cuatro elementos desencadenantes:
● La soledad
● El duelo por el fracaso y la necesidad de un proyecto migratorio
● La lucha por la supervivencia
● Síndrome de Ulises entonces es una respuesta no adaptativa a estímulos que el individuo no puede manejar ya veces se entra en una etapa traumática.
Mamá en su larga agonía estuvo cuidada por enfermeras locales (no me alcanza la palabra Gratitud) y algunos enfermeros venezolanos. Viví de cerca el sentimiento de desarraigo, el dejar diplomaturas académicas de lado para trabajar y así afrontar renta y manutención.
Viene vívidamente a mi memoria el ver ingresar a la casa un Licenciado en enfermería con varias especializaciones en un ambo inmaculado (luego me contó orgulloso lo había cosido su madre) y una bolsa plástica de compra, casi escondiéndola, a modo de maletín.
Su cara de alegría al recibir por la tarde una mochila como regalo de bienvenida a la guardia.
El amor por la profesión de cuidar, la sabiduría y delicada educación pese al dolor que reflejaban sus ojos y relatos aún me conmueven.
Emigré a Holanda ante la falta de oportunidades profesionales y sin dudas mi alma revivió aquella herida. Siempre decía bromeando mientras vivía en Europa que los argentinos que se deciden por España “sí que la tienen fácil” porque es algo así como mudarse de barrio.
No es veraz, más cierto es que muchas de nuestras familias tienen raíces allí.
Si la migración es en soledad, la tarea inicial es aún más ardua. Encontrar alojamiento, ubicar alguna labor rentada, dejar de consumir ahorros, lograr aprender y asimilar lo elemental de la cultura donde se arriba en el menor tiempo posible.
Esto conduce en algunos casos a un estrés agudo que se manifiesta de diversas formas: ansiedad, depresión, aislamiento y a veces más complejas como excesivo consumo de sustancias, alcohol y psicofármacos.
Si no se ha elaborado ex-ante una estrategia adecuada, las consecuencias negativas pueden ser materiales, pero también psíquicas.
Muchas veces más allá de las penurias propias del llegar, se suma que se sufren en soledad, sin expresarlo a su círculo íntimo para no preocuparlos. Para contrarrestar esto es indispensable crear lo antes posible nuevos círculos de amistades en el nuevo destino, realizar actividades culturales y físicas y proponerse objetivos claros de desarrollo profesional y personal.
Ser gentiles con nosotros mismos ante un cambio de tal magnitud es vital para lograr que sea exitoso. Despejar la mayor cantidad de dudas cuánto se pueda antes de embarcar en la conciencia que muchas se sumarán en el arribo.
Ver “el vaso medio lleno” agradecidos por la oportunidad elegida.
Fijar la mente en el ahora, con objetivos de corto y mediano plazo que den la oportunidad de palpar los sueños con que fuimos.
Disfrutar de la diversidad en lugar de verla como un despojo de la propia esencia, apreciarla como un agregado valioso que suma y nutre la experiencia de vida.
Apoyarse con frecuentes contactos con la familia y seres queridos a la vez que se van generando vínculos nuevos e interesantes. Sentir y tener el convencimiento que no se pierde, se ganan brillantes sensaciones y vivencias que bien transitadas nos convierten en seres más humanos, más sabios, más propensos a esta maravillosa aventura de buen vivir.
Brindo por el coraje de quienes no se conforman, atreviéndose al desafío de experiencias en mundos lejanos más brillantes para sus presentes.
Y brindo también por quienes deciden permanecer, no por miedo, sino por esperanza y convicción, porque son quienes revierten con valentía realidades hostiles.
Ítaca es donde decides estar.
Te deseo Paz para tu noviembre.
Que la antorcha de Paz ilumine tus entornos.
Llevar Paz a tus Ítacas que el mundo necesita esto imperiosamente hoy y siempre.
Todos somos uno dondequiera estemos.
¡Bregar por esta unidad nos ilumina!
Mucha Gratitud porque estés allí…