ME VOY, TE VAS
— ¿Ya te vas?
— Ya me voy. – sonríe tímidamente
— Te echaremos de menos. Le cae una lágrima, muy fría, mojándose la mejilla.
— Yo no, pero no os olvidaré, os llevaré como marca en la piel. La seriedad de sus palabras, enfriaron aún más el lugar.
— ¿Volverás? Se escucha el eco mientras habla.
— Os daré por muertos.
— ¿Por qué, estás bien?, tú no eres así. Se asusta por cómo sonaron esas palabras y por unos segundos el instante se quedó petrificado.
— ¿Por qué?
Porque este no es mi sitio, me engañasteis, hasta me acostumbré, no fue justo, yo no debería haberte conocido jamás. Sí, no te preocupes, estoy bien, de hecho, mejor que nunca. Mientras pronuncia las últimas palabras, su sonrisa se escapa de una manera tierna y sincera, como nunca lo había hecho.
— Te intenté cuidar y dar amor. – Lo dice con miedo y desesperación, así es exactamente como se siente.
— De las rosas solo me regalaste las espinas… Me las clavaste una a una diciendo que eran abrazos. – Sus ojos se humedecen un poco, es duro para ella recordar esos momentos y más decirlo en voz alta.
— Pero no sé abrazar de otra manera… – Se escucha el crujido de su corazón al romperse. Y se le nubla la vista de la cantidad de lágrimas que nacen de su alma sin parar.
— Por eso yo no puedo estar aquí, la música que me ponías por las noches no me dejaba dormir, nunca lo hizo y estaba tan cansada que mi sonrisa dejó de funcionar… Entonces seca la gota que le ha caído hace un segundo de su mirada con su mano derecha y alza su cabeza mirando hacia delante con valentía.
— No puedes hacerme eso. – Su miedo es auténtico y lo ves porque en ese momento aprieta tan fuerte el puño que parece que lo va a romper.
— Lo siento, pero me estoy curando de ti.
— ¿Cómo? ¿Curándote de mí? Yo te salvé de ese mundo tan horrible que está ahí arriba.
— Es tarde… – Su cara hacía saber que está realmente cansada, se debe ir ya.
— A esa hora siempre estabas despierta. – Sus ojos siguen llorosos, pero ha parado de llorar, pero este hecho no hace que se sienta ni un poco mejor, qué es lo que necesita.
— Tú hacías que estuviera sangrando en vez de durmiendo, me hundías, me dejaste sola.
— No es cierto, yo siempre estaba a tu lado.
— Pero no eres nadie, tienes que aceptarlo, tú y yo no nos encontraremos jamás, he bajado para despedirme, aún me estoy acostumbrando a estar en paz. – lo mira a los ojos y los ve rotos, entonces tiene un déjà vu, dándose cuenta de que es la misma mirada de esos días negros, donde la lluvia no era bonita, donde no era feliz.
— Pero si haces eso no tengo sentido, nada tendrá sentido.
— Esa es la gracia, vas a morir. – Le cuesta un poco pronunciar esas palabras, aun así, la seguridad tapa este hecho.
— ¿Voy a morir? Voy a morir… —Volveré a escuchar música y no mis propios gritos silenciados, mi arte dejará de ser triste, dormiré tranquila, dejaré de sangrar cada día a esta hora, me llenaré de energía bonita y dulce, lanzaré las espinas y me quedaré con los rojos pétalos de la rosa, rojos como la sangre que provocaban tus heridas, lo haré en honor a esa época acabada de mi vida. Empezaré a vivir.
— ¿Me va a doler? -Dijo asustado
— No, yo hago las cosas diferentes, lo haré con cariño. – Lo dice cogiéndole la mano suavemente para que se calmara.
— Tengo miedo. -Le tiembla el labio inferior mientras hablaba.
— Yo también lo tenía, pero… – Alguien la interrumpe
— ¿Cariño con quién hablas a estas horas? – Es su madre, entrando en la habitación. — Con nadie, madre, con nadie… Ahora voy a dormir, me he despertado de un sueño, no te preocupes. Descansa
Y así fue como puso fin a la guerra interior que la había estado consumiendo dolorosamente durante mucho tiempo, despidiéndose de su parte más oscura, porque sabía, querido lector, que jamás iba a permitir sentirse tan azul como lo había hecho.
Alina Judit.