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Amor por correspondencia: las relaciones a distancia

No son solamente las redes sociales las que han facilitado las relaciones a distancia. Una necesidad imperante en el ser humano de sentir que tiene alguien que le escucha, que le cuida, que le protege, que le mima, aunque sea al otro lado del teléfono, se alía con la tecnología de hoy para hacer de esa simbiosis algo que, en ocasiones, ni es una relación ni hay más intríngulis detrás de ello que un simple afán de ser importante para un otro.

Es verdad que sí hay relaciones que se llegan a forjar, aun a pesar de la distancia, pero la falta de contacto físico con el otro, y las contadas ocasiones, dependiendo de la distancia entre ambos, en que se dan esos encuentros en persona, pueden llevar a que la relación se disuelva, a que surjan celos, o a que simplemente no se consiga superar el deseo de piel. El sentido de pertenencia que se establece en muchas relaciones al uso es en la distancia todavía más insoportable de llevar, cuando uno tiene a su pareja a kilómetros y no puede disfrutarla como lo hacen las personas que en ese momento tiene a su alrededor.

Todo es propicio para volverse un sufrimiento.

Todo puede hacernos sentir más lejos.

Todo puede tener atisbos de que no nos aman lo suficiente, cuando a veces, contrariamente, personas más cercanas están más lejos de nuestro corazón.

Entonces, ¿cómo gestionamos una relación de pareja en la distancia?

¿Es sana?

¿Qué nos da?

¿Qué nos quita?

¿Qué buscamos?

¿Son todas ellas relaciones?

¿Qué pasa con las personas que nos adulan por las redes?

Empecemos por las que son:

¿Un proyecto en común?

A veces las relaciones a distancia se mantienen con pinzas. No hay una base sólida ni un sueño en común a medio-largo plazo. No se comparte ese proyecto futuro de vida y la cosa difícilmente saldrá adelante.

Hace falta mucho tesón, paciencia, esfuerzo y motivación para que un propósito devenga una realidad.

No siempre ambos miembros de la pareja tienen la misma fortaleza y valentía para que esa idea prospere, algunos necesitan una inmediatez y una certidumbre que ni la propia vida nos asegura. Esas parejas no llegan a buen puerto y se desvanecen antes o después, cuando uno de los dos o ambos tiran la toalla.

Otras pueden prosperar, y lo hacen, pero cuando se toman decisiones que van en pro de la relación.

Pero si tomar decisiones en el mismo pueblo ya es laborioso para muchas personas,

¿quién es el valiente que se atreve a poner toda la carne en el asador e ir en busca de su amado o amada y cruzar fronteras?

Eso implicaría moverse por AMOR, y en esta sociedad reina la comodidad, la ley del mínimo esfuerzo y el falso individualismo, pues luego TODOS somos interdependientes y necesitamos alianzas.

El problema es qué tan sanas o auténticas sean.

La única manera que se me ocurre de que aporten luz en nuestra vida es que estén basadas en la sinceridad, el esfuerzo, la convicción, la ilusión y por debajo de todo, en el AMOR.

Lo demás, llamémosle conveniencia.

Las segundas: esas que parecen una relación,

pero no lo son.

No nos vamos a espantar ninguno ahora porque se haga público la cantidad de gente que tiene pareja y flirtea o tiene “relaciones” con otras personas a través de las redes sociales. Pero el anonimato y la libertad de movimientos que le otorga a uno estar al otro lado del teléfono, hace la cosa más sencilla para tal fin.

Estar a ese otro lado de la línea nos puede aportar lindas sensaciones, nos hace sentirnos en conexión con otra persona, quizá nos alimenta de nuevo la llama que se apagó en nuestro matrimonio, quizá nos otorga el poder que no nos damos a nosotros mismos para sentirnos libres, quizá nos allana simplemente el camino.

Cada quien es dueño de manejar su vida como quiera.

Mientras no se haga daño al prójimo, no creo, ya que haya modelos más perfectos que otros. Estos últimos días comentaba con un amigo, que jamás hubiera entendido que la infidelidad al otro pueda ser igual de indecente que la infidelidad para con uno mismo. Denle un par de vueltas.

El sexo y las fantasías eróticas por correspondencia pueden ser un remedio para esos matrimonios de los que antes hablaba, un deleite para esos solteros sin capacidad de compromiso, o simple y llanamente una manera de vincularse las parejas cuando la distancia lo impide. Creo que he visto de todo. En el primero de los casos, se cubren evidentemente unas carencias. En el segundo, se cubren otras. Y en el último, la cosa no difiere de las anteriores. Hacer el amor por teléfono no es la situación idílica, de hecho, es lo más parecido a sentirse vacío, aunque en el momento pensemos que nos sacia. Pero cuando no se buscan ni se quieren otras alternativas, engullimos migajas con la alevosía de creernos repletos.

Puede ser que exista un tercer tipo de vinculación a distancia, que ni sea una cosa ni la otra, pues no se acaba materializando, pero no por ello resulta superficial o un mero pasatiempo.

Algo vivo que vibra en ambos. Que traspase kilómetros, fronteras, la esfera del espacio y del tiempo, que sea auténtico, que no llene solo huecos o supla carencias, sino que sea AMOR verdadero.

No lo sé. Quizá no exista realmente relación de dos, ya sea virtual o en la cercanía, que de alguna manera no nos aporte aquello que se nos arrebató antes. Quizá todos nuestros anhelos son la suma de unas expectativas encubiertas que ni nosotros mismos nos cuestionamos.

En cualquiera de los casos, AMOR es lo que mueve al mundo. Solo hay que entenderlo bien y eso tan solo se logra escuchando al corazón. Ahí quizá si resida ese AMOR VERDADERO: y si dos personas se aman de esa manera verdadera quizá sí logren trascender. El camino siempre favorece a los atrevidos.

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