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Una mujer sube al transporte público, el bus está lleno, hay algunas personas de pie, ella sentada desde su silla observa como se reduce el espacio en el colectivo. Su mente empieza a tener muchos pensamientos, a tejer diferentes situaciones catastróficas que podrían ocurrir. Empieza a sentir un malestar indescriptible, difícil de explicar “un vacío, una presión, un desespero, una… una angustia “incontrolable” me dirá luego.

Su cuerpo empieza a temblar y a sudar de repente, cosquilleó en los dedos de la mano, enorme presión en el pecho, su garganta y boca se secan y el corazón a punto de estallar. Ahora, ya no es ella, está poseída por el desespero.

La mujer empieza a gritarle al conductor:

— ¡Pare! ¡Me quedo aquí!

—¡Todavía no es la parada! Todos la miran, segundos de silencio… frente a los ojos de todos, la mujer envuelta en llanto se lanza por la ventana con el bus en movimiento.

La escena se vuelve de película.

Aunque la historia anterior pareciese sacada de Hollywood, en verdad es el relato de una paciente en medio de un ataque de pánico. La angustia se está tomando nuestras vidas, lo escucho de boca de mis estudiantes, pacientes, familiares y amigos.

Una desvitalización, un desespero, un lugar del que poco se puede decir, y en el que la mayoría poco puede hacer. Y, sin embargo, para la persona que lo padece, la certeza de que se va a morir es inminente, que el corazón va a estallar es una realidad, que la presión en el pecho le va a aplastar está por descontado.

Los trastornos de ansiedad, y en particular los ataques de pánico están a la orden del día, cada vez aumentan las consultas por estas problemáticas, que, si bien siempre han existido, no eran los de mayor prevalencia unas décadas atrás.

¿La explicación?

Tiene muchas aristas, multicausal, pero sin lugar a duda, la voracidad del discurso imperante (el capitalismo salvaje) está involucrado.

Cada vez se nos impone como lo plantea Byung-Chul Han, mecanismos mayores de auto-explotación, en donde hay que producir y consumir en exceso para ser parte del sistema.

Quien no se adecua, es un vago, un inútil, un fracasado.

Ser exitoso es la consigna de nuestro sistema, “Just do it, Keep walking”.

Si no lo consigues no es porque no se pueda, es porque no te esforzaste lo suficiente.

El éxito debe alcanzarse, no importa que el costo sea nuestra salud mental.

Por Carlos Andrés Rojas

angra980@hotmail.com

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