ÉRASE UNA VEZ…
una civilización inconcebible hoy en día que habitó nuestra tierra hace más de 13.000 años: ATLANTIS.
Atlantis era una ciudad matriarcal, científica a la vez que mística y muy ligada a la sabiduría de sus habitantes, interesados y deleitados por las maravillas de la naturaleza.
Desde pequeños se enseñaba a los niños y las niñas a agradecer siempre a Ama, la Diosa Madre, la belleza de la vida.
Ama era su Diosa principal, madre, diseñadora y regidora de los cielos, la tierra, los animales y las plantas. Así como la Diosa de la creación, la fecundidad, el amor y el poder. Todos los ciudadanos de Atlantis se consideraban hijos de Ama, y por tanto hermanos entre ellos. Muestra de ello es como los niños conocían a todo adulto que entrase en su casa: tío Jacomar, tía Maite, tío Anxon o tía Hagora, sin necesidad de lazos consanguíneos.
Los niños y niñas aprendían desde pequeños cómo cuidar y respetar la naturaleza ya que sabían que la Divina creación está comunicada. Sabían que las plantas necesitan de los insectos y las aves para reproducirse y que, de igual forma, los animales y humanos necesitan de las plantas para sobrevivir.
Pero no es Ama la única diosa de esta antigua y a la vez moderna civilización. También existía la Diosa Elkar. Diosa de la comunidad. Esta Diosa otorgaba sabiduría, unidad y espíritu de grupo al pueblo. Y tenía, por supuesto, su propia celebración. Existían unas fiestas, llamadas las fiestas de Elkar, en que los niños y las niñas de Atlantis se disfrazaban con sombreros altos y túnicas hasta el suelo y cubrían sus caras con maskarak representando animales.
Cada niño salía a la calle portando una cesta de mimbre con panecillos, artesanías y juguetes preparados previamente con ayuda de los adultos. Entonces, reunidos con otros niños y niñas de las casas contiguas, iniciaban un recorrido por las casas de la ciudad, llamando a cada puerta y ofreciendo un trueque para ir intercambiando el contenido de sus cestas. Esta celebración daba inicio oficial a la época de negu, que eran los últimos y más fríos días del año.
También era motivo de grandes celebraciones la llegada de cada una de las estaciones que tenían una duración de tres lunas, osea noventa días.
El año siempre empezaba con la fiesta de Ama, que daban inicio a la estación de la primavera, conocida como udaberri. El verano (uda) se inicia con la fiesta del Dios Egu y la tercera estación siempre comenzaba cuando los días empezaban a hacerse más cortos, el otoño (o neguberri).
Siete ciudades formaban Atlantis: Bosteko, Hiru, Lehen, Sexta, Zazpir, Biko y Lau. Durante ciclos y ciclos (los atlanteanos medían el tiempo en ciclos, períodos de 60 años) la comunidad de las siete ciudades de Atlantis fue la más numerosa, la más avanzada y la más poderosa de la tierra.
La comunicación entre las siete ciudades así como el traslado de mercancías entre ciudades hermanas se hacía en pequeñas embarcaciones que ellos mismos fueron perfeccionando. Eran las txalupas. Las txalupas podían ser de diferentes tamaños pero acostumbraban a llevar 6 adultos remando (hombres y mujeres sin distinción trabajando en tándems) más las mercancías o personas a transportar. Para poder llevar una txalupa se requería el previo estudio de tres años en la Eskuela de Navegación.
La Eskuela de Navegación era una de las doce Eskuelak que existían en Atlantis, una por cada una de las doce Ciencias que reinaban en la ciudad. Así también existía la Eskuela de Construcción, la Eskuela de Cultivo, la Eskuela de Astronomía, la Eskuela de Tejido y Confección y la Eskuela de Medicina, entre otras.
Cada atlanteano al cumplir la mayoría de edad (los 12 años) podía entrar en una Eskuela, la que decidiera más acertada en ese momento, y proseguir sus estudios allí hasta su finalización, tres años después. Entonces podía ingresar en otra Eskuela. Sin embargo, eran muchos los jóvenes que asistían a dos Eskuelak simultáneamente, una por la mañana y otra por la tarde. No así los adultos que una de esas jornadas partidas la dedicaba a trabajar: los hombres en la pesca, la minería, la construcción o el cultivo. Las mujeres en la organización de la ciudad y de la propia casa y familia, eso sí, con la inestimable colaboración de todos los hombres y mujeres del Klan.
No existía el matrimonio y era habitual que la mujer de la casa pasara las noches acompañada. A veces por el tío Txoim (así lo llamaban los niños), otras por el tío Ahar, otras veces ambos y frecuentemente con otros tíos y tías de la comunidad. La vida sexual, aunque privada, era tratada como algo natural y placentero, sin más complicaciones. Sin tabús, sin restricciones (más las que impongan los propios protagonistas) y sin complejos.
Fue un periodo en que la cultura que predominaba no era la de las batallas o los enfrentamientos de poder.
Atlantis presidió una cultura de creatividad, de arte, de fraternidad y de crecimiento.
Hasta que desapareció.
Extracto de la novela “Itahisa de Atlantis, la historia que nos nos contaron”
de Quique Tavernini