Hay una rosa granate, una que se esconde.
Sus pétalos están ordenados, pero al borde.
Tiene miedo a salir y que alguien la deshoje,
así que se conforma con encajar al molde.
Esa rosa sufre y sufre, pero nadie parece saberlo,
porque están entretenidos mirando su cuerpo.

Llora, pues nadie entiende que es más que eso,
pero el viento sopla y lleva su jardín de tormento.
Aquella rosa huele como un susurro eterno,
si miras entre sus espinas, de ellas eres preso.
Sus pétalos caen como lágrimas en el suelo,
cada uno significa un fragmento de su secreto.
Hay una rosa que ya no siente el miedo,
es dulce y fuerte, con sabor a caramelo.
Se ha hecho una flor dura como el hielo;
cuidado al acercaros a ella, os lo advierto.
Alina Judit Martínez