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CONEXIÓN

Esta es la primera palabra que me llega cuando recuerdo lo que vivimos durante el Primer evento de Brillantes Sensaciones: un grupo de personas, la mayoría de las cuales no conocía, cada una diferente. 

Diferente en la forma, diferente en su día a día, diferente en sus peculiaridades… Cada una con su manera de enfocarse al mundo, cada una con su proyecto personal, con su instinto, con sus colores y su acento único, con su voz, con su estilo o su ausencia de estilo, con su corazón abierto y sus ilusiones a flor de piel, con su trayectoria de vida y su fuerza para inventarse de nuevo una y otra vez, para encontrar dentro de cada una aquello por lo que ha nacido, para lo que está aquí, para encontrar ese don que todas traemos en nosotras, que es esa luz especial y única nos hace brillar y nos llena el corazón y el alma canta. 

El nexo que une todas estas sensaciones es, sin duda, el amor. 

El amor que comenzó a expresarse desde la Primera Ponencia y llegó hasta la última, ese amor que está y debe estar en la base de todo proyecto que pretenda llegar a un cambio en la manera de relacionarnos, de sentir y de vivir como personas humanas generosas, sensibles, valientes, capaces de abrazar la vida que nos llega cada día con sus luces y sus sombras, con sus risas y llantos, con subidas y bajadas, sus cambios y sus variantes, con sus baches que no son más que impulsos que nos lanzan a nuevas oportunidades para conocernos, para comprender, aprender y reinventar nuestra manera de sentir y estar en el mundo.

Y todo esto mezclado, ensartado, absorbido y proyectado por medio de las nuevas tecnologías que impulsan las ideas hacia fuera, hacia el mundo, hacia los potenciales seguidores, que son los que van a dar sentido y continuidad a todo proyecto que busque alcanzar el éxito profesional. 

Hacía tres meses que había empezado a escribir en Brillantes Sensaciones, no conocía prácticamente a nadie más que a Kimi y Martha, con quién había compartido algunos comentarios y que me animó a asistir al evento junto con mi gran compañero de vida. No sabía cómo me sentiría, había temas de los que se estaban hablando que nunca han sido de mi particular interés, nunca me he sentido atraída por el mundo de los negocios y de las empresas, nunca he sido una visitante asidua de los salones de belleza o consumidora de cosméticos y de moda, aunque sí lo he sido de terapias espirituales como el Reiki o el Ho’Oponopono entre otros; tampoco me atraen las nuevas tecnologías más allá de permitirme compartir mis escritos y mi vida con las personas… 

Pero ahí estaba yo, escuchando, emocionándome y empapándome de las historias de cada persona que llenaba la sala y salía a compartirlas. 

Así sutilmente, sin darme cuenta, me llegaba el punto de unión de cada historia con mi historia, aparentemente tan diferente, a través del enorme fondo de amor que latía en todas ellas: Amor, respeto y confianza hacia nosotras mismas, hacia nuestra propia chispa, el elemento de partida básico, fundamental: ¿A quién podríamos ayudar a amar, a respetar y a confiar a través nuestro si no lo estuviéramos haciendo primero con nosotras mismas? 

Y así me abrí a percibir y compartir el amor, la fuerza, la alegría y la convicción que nos unía a todos y a todas para vivir nuestra vida, sea la que sea, sea como sea, con la única condición que responda realmente a quien somos, a nuestro sentir, a avanzar en aquello que nos llena el alma, que nos hace felices, mejores personas, más dichosas, más abiertas, más comprensivas, más humanas, pero también más humildes, más vulnerables, más abiertas a la incerteza, (que no quiere decir miedo), más agradecidas, más amorosas y más responsables de nosotras mismas y de nuestros actos. 

Cuando me levanté para hablar supe que mi historia tenía un lugar también entre todas las demás, porque es también la historia de un camino lleno de amor, de coraje, de fuerza y de un sentir profundo que me lleva a trascender todo lo que aparentemente es imposible. 

Mi vida ha sido siempre un camino hacia mí misma hacía reconocer lo que me hacía feliz o no, lo que me hacía sentir en paz o me dejaba intranquila, lo que me dolía en el alma sin tener sentido alguno o lo que me llenaba de agradecimiento y de alegría; dedicaba tiempo para estar conmigo misma, buscaba momentos de soledad y disfrutaba de la compañía de los que me sentía cerca y a gusto. 

Mi libertad era y es básica para mí, y sentía perfectamente cuando esta se veía amenazada o no se correspondía con lo que yo sentía. 

Amar ha sido para mí lo más importante, seguir el amor de mi alma, lo que fuera, quién fuera, cómo fuera, hasta que fuera. La verdad es que he sido muy feliz, muy libre, con experiencias muy diversas, calientes y frías, pero siempre muy intensas. 

Y un día llegó nuestro hijo Ernest y con él nuestra vida se amplió y se iluminó como nunca hubiera imaginado. 

Ernest tenía el don de sacar lo mejor de mí, todo aquello hermoso que pudiera tener en mi alma, Ernest me lo hacía salir sin esfuerzo, solamente con su presencia, con su luz, su bondad, su alegría innata, su amor por todo y todos. 

Lo que a mí me gustaba, Ernest lo disfrutaba: las canciones, la poesía, los cuentos e historias, mi amor por los animales, la naturaleza, la observación de las pequeñas cosas… yo se las ofrecía y él las absorbía y las integraba. 

Nunca me he sentido más amada y mirada con ojos de amor, cómo me miraba y me escuchaba mi hijo. 

Todo en él era facilidad y nos enseñó a vivir intensamente el presente como él lo vivía, jugando, creando, riendo por el solo gusto de estar, de ser y de sentirse feliz. Esta es la historia que comparto con Ustedes en Brillantes Sensaciones, la experiencia que nos ha cambiado totalmente la manera de ver y vivir la vida y que empieza cuando la etapa de Ernest aquí en la Tierra termina. 

No es una historia finita, sino infinita; en ella se encuentran todas las emociones que con las gafas del miedo puedan imaginarse, y más. 

Solamente que a Ernest es imposible mirarlo con otras gafas que no sean las del amor, la alegría, la bondad, la creación, la magia y la ternura. 

Amando todo su regalo de vida que incluye también su transcendencia, Ernest nos ha mostrado un camino más allá de lo que consideramos vida y nos ha borrado el miedo a vivir y el miedo a morir. 

Para eso estamos aquí, para esto vivo y escribo, para compartir este regalo infinito que se llama CONEXIÓN. 

Dolors Beltran

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