EL APEGO EN LA INFANCIA
Desde la gestación de un hijo, los padres tienen expectativas, deseos, anhelos puestos en él. El vínculo con este hijo se establece desde que anida en el vientre.
A partir del nacimiento, el bebé depende de sus cuidadores para su supervivencia, se constituye una necesidad biológica el cuidado por parte de ellos y su protección. El niño depende de los cuidados para mantenerse con vida y sentirse en un ambiente seguro y contenedor. Este vínculo con figuras cuidadoras y significativas que se establece entre él o los cuidadores del niño debe ser estable y duradero en el tiempo, pero no alcanza con solo satisfacer las necesidades vitales.
En primer lugar, es necesario que estos adultos ocupen el rol de cuidadores, de adultos responsables. También, es fundamental la mirada, leer al niño, comprenderlo, escucharlo. También, el abrazo, las caricias y palabras cariñosas son vividas por el niño como presencia y sostén de sus figuras de apego. Hablamos de la crianza consciente e integral, de la disponibilidad y seguridad del adulto significativo.
Cubriéndose las necesidades de manera adecuada, el niño genera confianza e imagen de ser digno de cuidado y protección y así, se va construyendo su autoestima. Jugará de manera segura y explorará si sabe que la figura de apego está presente para supervisar. Experimentará la seguridad para salir a explorar el mundo exterior, sabiendo que podrá retornar a su lugar de contención No hablamos de madres y padres perfectos, hablamos de padres empáticos que aprendan a leer las necesidades y emociones del niño.
El tomar conciencia que dedicar tiempo con ellos profundiza el vínculo y el conocimiento del niño. Escuchar, tratar de comprender que intenta expresar. Está figura cuidadora significativa debe ser coherente y predecible y poner límites de forma adecuada. De esta manera se construye un Apego Seguro.
Etapas en el proceso de Apego Seguro:
Fase 1: Nacimiento hasta 2 meses.
Indiscriminada, se adapta a cambios a quienes le ofrezcan el sostén que necesita.
Fase 2: De 2 a 7 meses.
Discriminada prefiere a padres y miembros de la familia, pero no protesta demasiado si queda a cuidado de otros.
Fase 3: De 7 a 30 meses.
Apego específico. Dolor ante la separación de cuidadores principales y angustia ante personas desconocidas.
Fase 4: 30 meses en adelante.
Apego asociado a metas, el niño amplía su círculo vincular y aumenta su necesidad de explorar el mundo fuera de la familia.
Apego inseguro: Los cuidados no se cubren de manera adecuada.
*Evitativo: la figura de apego no está disponible, o no está emocionalmente estable o rechaza o no disfruta del contacto con el niño. El niño se adapta evitando la cercanía y la conexión emocional con el cuidador, siente la falta de conexión inhibe sus emociones.
*Ansioso Ambivalente. Cuidadores no ofrecen confianza en sus respuestas, imprevisibles. A veces cariñosos, a veces fríos. Niños temen el abandono. Sí figura de apego se aleja, al volver, se aferran a ella
*Desorganizado.
Respuestas desproporcionadas, malos tratos. El niño se siente dañado a merced de los cambios conductuales de sus progenitores.
*Cuidador con culpa, adulto no genera seguridad, da un límite y lo quita. La construcción del cuidado de sí mismo:
Los hábitos y rutinas generan seguridad, el establecimiento de los límites claros es fundamental y la educación en valores le permitirá funcionar en una sociedad con normas. Así se va conformando una estructura psíquica saludable, que le permitirá al niño tener una alta autoestima y en el proceso de crecimiento hacia la adultez, internalizar los límites, tener criterio propio y confiar en sí mismo.
El niño se vincula con otros de acuerdo a cómo es el vínculo con cuidadores significativos, de ahí su importancia.
Un apego seguro es vital para el desarrollo emocional, vincular y cognitivo del niño.
Es fundamental para el desarrollo saludable de los niños.