El lenguaje de un alma que no supo pedir. Síndrome de Diogenes Síndrome de Diogenes
Tirar, limpiar y organizar disminuye niveles de estrés y ansiedad, ayuda a aumentar la productividad, te permite concentrarte, da más tiempo para trabajar en las metas y reduce niveles de cansancio, frustración y fatiga.
Tirar cosas va seguido de una sensación de autoestima demorada.
Además, ¨ordenar mejora la toma de decisiones y la capacidad de resolución de problemas, esto a su vez crea un sentido de confianza y autoeficacia¨ Dra. Rubiyana
Pero esto no aplica a quienes padecen el trastorno de acumular objetos.
Miedo al vacío, resistencia a soltar, y desconexión con el mundo exterior.
Este padecimiento no es solo un problema de acumulación, sino un síntoma de heridas emocionales no sanadas, aislamiento existencial y en muchos casos una búsqueda fallida de significado.
Fue denominado en 1975 como Síndrome de Diógenes en referencia a Diógenes de Sínope, un filósofo de la época de Aristóteles famoso por promover un modo de vida austero [vivía en una tinaja] y renunciar a cualquier tipo de comodidades.
Afecta principalmente a personas mayores de 65 años pero suele ser una enfermedad que aparece como consecuencia de otras patologías previas, T.O.C., depresión, etcétera o por conductas que pueden agravarse como el coleccionismo u otros motivos.
Suele ser más común en mujeres que en hombres, sobre todo en aquellas que están viudas.
Estos pacientes carecen de conciencia y suelen rechazar además cualquier tipo de ayuda externa.
Las funciones cognitiva y social están claramente alteradas y no se encuentra ningún patrón a la hora de acumular cosas.

Se trata de una dolencia muy profunda y variopinta.
Las características del SdeD se asemejan en gran medida a otro trastorno con el que frecuentemente es confundido, el llamado trastorno por acumulación o hoarding.
En ambos casos puede presentarse anosognosia, o incluso una ideación delirante según la cual la acumulación no resulta perjudicial.
Hoarding es un trastorno vinculado a características obsesivas. En el caso de SdeD la acumulación suele deberse más a un proceso de deterioro siendo común que exista una demencia en curso y se acumulan elementos pasivos, no intencionales, como mecanismo de protección emocional.
Hay una compulsión a la acumulación que se siente protectora , que se niega, que no tiene que ver con la utilidad ya que muchas veces son inservibles o están dañados.
Tiene raíces en traumas emocionales no resueltos, duelos complicados o truncos, enfermedades mentales o deterioro cognitivo. Desde lo espiritual hay un grito silente de un alma herida, una supuesta defensa frente a la fragilidad de la existencia o un intento desesperado de retener el sentido, de llenar vacíos, de conservar un orden interior dejando el caos fuera.
Las cosas no son solo cosas, son memorias, vínculos, símbolos de identidad.
El alma, al sentirse invisible, rechazada o insuficiente, se refugia en una fortaleza de objetos para no enfrentarse a nuevas pérdidas.
Es por eso que fundamentalmente el abordaje de este trauma se trata sobre todo del rescate del sentido de vida amén del trabajo con el amor propio. Estos son los dos pilares claves para ayudar a la persona a encontrar nuevas formas de estar en el mundo.
Desde lo espiritual el trabajo de este desconcierto existencial requiere una reconexión con el propósito del alma, con lo esencial, su dignidad intrínseca, más allá del entorno y sus hábitos. El redescubrimiento de su hábitat, una taza de café, una flor rescatada entre el desorden.

Este síndrome nos confronta con nuestras propias sombras: el miedo al abandono, la ansiedad de perder, la incapacidad de soltar. Más también nos llama a cultivar la autocompasión, trascender los juicios. En lugar de limpiar proponernos sanar. El caos aprovechado como una puerta para mirar más profundo, nos recuerda que todo ser humano, incluso en su mayor deterioro, merece ser visto, escuchado y amado.
Quiero, pese a lo extenso, dejarles unos párrafos que llegaron a mí por estas vivencias. Desconozco la autoría más reflejan las emociones que se juegan en la patología y la integración sanadora.
Tuve el privilegio de acompañar procesos de tres acumuladores extremos. Uno cuando vivía en Holanda y otros dos en Argentina. Aprendí mucho y cada vez más lo siento como una misión privilegiada. En los tres casos eran mentes brillantes, con historias de niñez con abundancia económica y carencia emocional. No fue fácil ni para ellos ni para mí, más los resultados tan liberadores para ambos y la gratitud por la confianza depositada, aún me conmueve mucho al recordar momentos.
…Hay casas donde el silencio pesa más que los objetos,
Donde los pasillos están llenos, no solo de cosas,
Sino de ausencias, de historias detenidas en el tiempo,
de soledades que se apilaron como tantos papeles viejos,
esperando que alguien las escuche.
El Síndrome de Diógenes no es solo una acumulación de cosas:
es un lenguaje sin palabras, un escudo hecho de objetos,
una fortaleza que protege a quien ya no sabe
cómo estar en el mundo.
Allí, donde vemos desorden
tal vez haya una lógica secreta, un intento
despechado de no olvidar,
de no soltar lo poco que sentimos queda.

Para quienes acompañan
Tú que cuidas.
Tú que llegas y respiras hondo ante el caos.
Tú que ves más allá de la mugre, el desorden, el polvo, el olor:
Tu presencia es un acto sagrado.
No te apures en limpiar lo visible.
No arrebates lo que parece inútil con premura.
Cada objeto puede ser un ancla,
una huella de identidad,
una compañía que no juzga.
Recuerda: la acumulación es muchas veces,
el eco de un abandono antiguo,
la respuesta a una pérdida,
el lenguaje de un tema que no supo pedir ayuda.
Porque un alma ¡no se rescata a la fuerza¡
Se rescata con paciencia.
Con ternura.
Con silencios compartidos.
Con mano que no exigen, sino que ofrecen refugio.
El camino no será rápido, o sí.
Habrá días en que sentirás que no avanzas,
que todo esfuerzo se deshace como polvo entre los dedos.
Pero si tu mirada sostiene, si tu voz no hiere, estarás sembrando luz en la grieta.
Y tienes alguna posibilidad de recorrer el proceso por etapas, completo, inacabable, maravilloso y penoso como la vida misma. Porque el dolor ajeno nos habla de otros nuestros.
El Síndrome de Diógenes al fin y al cabo es también una metáfora de este mundo que acumula sin medida, que teme al vacío, que se olvida de respirar.
Amar a quien vive en el caos no es salvarlo, es acompañarlo a que se rescate.
Es recordarle una y otra vez, que aún merece ser visto, que aún merece ser amado, que su dignidad no se mide por el orden de su cuarto sino por la paz en la que decide vivir y por la luz que aún titila en su mirada cansada.
Si tenés algún conocido con este problema alientalo a que busquen ayuda profesional.
Cada uno carga su cruz de dolores, en lo posible no le pongamos peso extra cuanto podamos para que el pasado no entorpezca caminar en el presente “ literalmente”.Nos salvamos entre todos ayudando a limpiar aquellas áreas que nos impiden brillar como es nuestro derecho de nacimiento.
Gratitud y respeto por haber llegado hasta acá en este intenso tema.
Nos encontraremos el próximo mes. Hasta entonces te deseo brillos de buena energía,aire puro y sin obstáculos en todo tu entorno.