Hoy te queremos hablar sobre algo que tanto en terapia como en nuestra vida personal nos hemos encontrado y que, probablemente tú, también hayas vivido de cerca. Seguro que has vivido algún desencuentro o una discusión con alguien y has necesitado distancia para tranquilizarte, ver las cosas desde otro prisma y dejar que se enfríe el enfado o la tensión.
Hasta aquí todo perfecto y, de hecho, para poder hablar las cosas con calma y asertividad, es un paso importantísimo, pero ¿te ha pasado que ese tiempo se ha ido haciendo grande, han ido pasando días y semanas y nadie decía nada? ¿O qué precisamente, no hablar sobre lo que había ocurrido, iba generando distancia y haciendo que la relación poco a poco se fuese enfriando?
Cuando esto pasa, a veces aparece ese punto de orgullo en el que podemos llegar a pensar “pues ya dirá él si quiere arreglar las cosas” o “si ella no dice nada, yo tampoco me voy a rebajar”.
Dichosa palabra, la de rebajarse. Y cuantas relaciones hemos visto romperse por el hecho de no querer ocupar ese lugar, de ser la persona que se “arrastra” o “va detrás” de la otra para solucionar las cosas.
Evidentemente, cada relación es un mundo y tendríamos que tener en cuenta muchos matices para discutir eso, pero hoy te hablamos de esas relaciones en las que sentimos que no ha pasado nada que consideremos tan grave como para dar por terminada la relación, sino que hubo una discusión o algo estalló incluso que simplemente la otra persona dijese o hiciese algo que te molestó o que la otra persona se molestase y que a raíz de eso no ha habido esa conversa tan necesaria para poner las cosas sobre la mesa y hablar sobre lo que ha pasado.
Si te está pasando o te ha pasado, tenemos que decirte que acercarte y preguntar “¿qué ha pasado?”, o a decirle que te gustaría hablar no significa arrastrarse, ni mucho menos rebajarse.
Simplemente, te estás acercando y diciéndole a esa persona que te importa y que estás dispuesta a tener una conversación. Obviamente, se necesita de un punto de humildad que te permita estar abierta a escuchar o incluso a reconocer alguno de tus errores, si es que los ha habido, a ser flexible y aprender.
Rebajarse es un extremo y se daría, por ejemplo, si por recuperar a la otra persona te acercas a ella para suplicar que vuelva a tu lado asumiendo todo lo que la otra persona te diga y aceptando unas condiciones que sientes que no mereces.
Pero el orgullo es otro extremo y, precisamente, nos suele alejar de las otras personas y atasca los conflictos, ya que no da opción de hablar y resolverlos.
Por lo tanto, cerramos el tema de hoy animándote a que hables las cosas y no dejes que se vaya haciendo bola, algo que hablando se puede solucionar.
Cualquier cosa, nos dices.
Un abrazo ✨.