El poder del teatro.
Kelly O’Sullivan dirige junto a Alex Thompson un guion original escrito por ella, donde el dolor y los sentimientos cumplen con los requisitos para ser una historia conmovedora, pero Ghostlight esconde algo más.
Trauma familiar, hija rebelde y padres al borde del divorcio, en una bella película que se acerca al duelo usando de manera excelente el lenguaje cinematográfico.
Interpretada por Keith Kupferer, Dolly De Leon, Katherine Mallen Kupferer, Tara Mallen y Hanna Dworkin, Ghostligh nos presenta a un peón de la construcción de mediana edad, afligido por alguna tragedia familiar que no se nos desvela hasta el tercer acto de la película.
Su protagonista se topa, por casualidad, con una compañía amateur de teatro, que están ensayando la gran obra de Shakespeare “Romeo y Julieta”. Unos actores inadaptados les hará sacar sus emociones más profundas, mientras se mete en el papel que le toca interpretar en la obra teatral.

Ghostligh es una exploración encantadora, divertida y muy humana sobre los vínculos que alteran los cursos de nuestras vidas.
Una película que celebra el poder del teatro para emocionar y sanar heridas, e incluso para salvar relaciones humanas, de manera muy real.
En el teatro el proscenio es el espacio limítrofe entre el patio de butacas y el escenario. En la teoría teatral es un espacio ambiguo y fantasmal, en el que empieza y acaba el espacio representacional, pero Ghostligh juega con esas reglas y las manipula simbólicamente a su antojo, ya que la familia ficticia en la película, es familia en la vida real y eso lo aprovecha sus directores para jugar con ellos en los espacios fílmicos, permitiendo discutir acerca de dónde acaba la persona y empieza el personaje.

Otro gran acierto de la película, es todo aquello que aparece en escena a través de lo emocional, ya que en el fondo la película trata sobre el dolor y cómo afrontarlo a través de diferentes perspectivas emocionales.
Y para finalizar, una de las cosas que más me han gustado de la película es como Dan, el padre protagonista, se siente agobiado en los espacios al aire libre y luminosos, pero se siente liberado en lugares cerrados y oscuros. En esos espacios es donde realmente se siente libre y puede lidiar su dolor a través de otro que no existe, el de Romeo y Julieta.