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ENTREVISTA A MARTA NIETO – SON

Ana no sabe cómo relacionarse con su hijo Son, de seis años, y decide hacer una escapada al campo para intentar reconectar con él. Durante el trayecto, se pierden en un laberinto en el que revivirán la confusión, la inconsciencia y la tensión de su relación, abriendo heridas del pasado con la esperanza de sanarlas y comenzar a entenderse mutuamente.

Este es el argumento de Son, el primer cortometraje dirigido por Marta Nieto, seleccionado en la SEMINCI de 2022. Este año, la protagonista de Madre competirá por la Espiga de Oro en Valladolid con su largometraje La Mitad de Ana, cuyo germen se encuentra en Son, un proyecto que lleva más de cuatro años en desarrollo.

La película nos sumerge en una conversación entre madre e hijo, perdidos en un metafórico parque del laberinto. Marta Nieto va sembrando pistas a lo largo del camino para descubrir las diferentes capas de la historia y el origen del conflicto entre ambos. La película explora la incomprensión de los adultos ante la búsqueda de identidad de la infancia, en un mundo donde lo diferente se convierte en sinónimo de complicación e incomprensión para la madre, pero de sencillez y aceptación para el niño.

A continuación, la conversación que mantuvimos con Marta Nieto sobre este maravilloso film, mientras esperamos con ansias su ópera prima La Mitad de Ana.



Rodaje cortometraje ‘Son’, de Marta Nieto, en el Real Sitio de San Ildefonso (Segovia)

CG: ¿Cómo fue el proceso de creación? ¿Cómo planificaste las escenas para crear esa tensión narrativa?

MARTA NIETO: Desde el principio, la angustia de perderse en el laberinto estaba en el guion, y tenía que ir in crescendo. Una parte funciona como una película de terror, hasta que la situación se rompe con el grito del nombre. Ahí, percibimos a una madre que, en realidad, está huyendo de mirar a su hijo; camina sin rumbo, intenta complacerle, hacer que todo esté bien, haciendo todo lo posible para evitar cualquier problema. Pero inevitablemente algo sucede porque lleva al niño a su lado, y cuando finalmente se detiene y lo mira, todo cambia. En ese momento, puede salir del lugar en el que se ha perdido y, al mismo tiempo, puede empezar a comprender a su hijo. Es una metáfora del sentimiento oculto que ella lleva dentro.

CG: En este cuento, nos transportas a diferentes emociones y capas de la personalidad de tus personajes a través de sus decisiones.

M.N.: El corto está estructurado en bloques y sabía que debía plantar semillas relacionadas con la situación dentro del laberinto. Ella quiere estar y disfrutar con su hijo, complacerle tanto que llega al punto de pasar por encima de sí misma. En el momento en que ella le tapa los ojos, hay algo de «Quiero tanto creer que lo que está pasando no es real, que te voy a obedecer», es decir, «Dime que lo que está pasando no es verdad. Si tú estás contento, yo estoy contenta». Todo esto provoca un cansancio mental y físico en ella, que se va enredando en su interior hasta que, a su manera, se da cuenta de que no sabe cómo enfrentarse a su problema. Y al final, como siempre ocurre, cuando no afrontas los problemas, te das cuenta de que al mirarlos de frente y enfrentarte a ellos, no desaparecen, pero cobran una dimensión más ligera.

CG: Tomaste dos decisiones que marcan el tono de la película: la ausencia de música, sustituida por una potente banda sonora, y el encuadre en formato cuadrado.

M.N.: Trabajamos de manera muy meticulosa en el sonido porque no quería que hubiera música; quería que todo fuera muy realista para poder sumergirnos en ese universo de cuento. Pero el propio sonido del espacio va transformando esa situación en un lugar terrorífico y muy, muy incómodo. En cuanto al encuadre, está relacionado con su punto de vista. Ella no es capaz de ver más allá de lo que tiene delante. Podríamos haber usado el recurso de abrir la pantalla de repente, pero no era necesario; con salir del laberinto, ya estábamos fuera en ambos sentidos.

CG: El conflicto surge con esa chispa imprevisible que todos llevamos dentro.

M.N.: Los problemas surgen porque no eres capaz de afrontarlos a tiempo, y por eso te llevan al extremo. Cuando algo realmente grave ocurre, es porque has estado huyendo durante mucho tiempo, y se ha ido manifestando poco a poco, hasta que de repente estalla y ya no tienes más remedio que enfrentarlo. Ese es el momento en el que debes dejar de huir de tu situación, mirarla a los ojos y dialogar; entonces, todo cobra un sentido, y sin saber por qué, la presión disminuye. Al final, es también una metáfora de lo que está sucediendo ahora con toda la polémica sobre la infancia trans. Está bien que uno no lo entienda, respeto que alguien no lo entienda, que no quiera entenderlo, que le parezca bien o mal. Pero lo que no se puede hacer es no respetar. Debes respetar lo que sucede, mirar a esa persona a los ojos y respetarla porque es algo fundamental.

CG: Es muy interesante ese diálogo bidireccional entre madre e hijo en la búsqueda de esa identidad.

M.N.: Me interesaba mucho porque llevo muchos años reflexionando sobre este tema, leyendo, documentándome, conociendo a personas. Si hay algo que la madre logra verbalizar es que, ahora, solo le toca jugar. Eres muchas cosas que aún no sabes que eres; está bien que quieras explorar el género, pero juega. No voy a aprender como adulta a gestionar la incertidumbre que significa que estés explorando tu identidad. No te voy a encasillar. Quieres que te llame masculino, quieres que te sienta así, claro, por supuesto. Pero mi deber como adulta es hacerte entender que la infancia es un espacio de juego.

CG: ¿Cómo elaboraste el arco de la historia?

M.N.: Había unas fases muy claras desde el proceso de escritura. La primera fase es que se pierden. ¿Pero por qué se pierden? Dentro de esa fase hay un porqué, y es que la madre quiere complacer a su hijo, porque el niño quiere pasárselo bien. Y es algo que todos los que tenemos hijos hemos vivido; queremos complacerte y, a veces, nos perdemos a nosotros mismos. Y de repente, cuando están perdidos, surge la angustia. En la película, es un momento en el que está anocheciendo, el parque está por cerrar, hace frío, hay hambre, el niño se ha hecho una herida, quiere dormir, y ya no puedes con él. Van a cerrar, y ella se dice a sí misma: «Me voy, soy una mala madre». Ese es el peor fantasma que puede tener una madre. La desesperación que esto provoca hace que obligues a tu hijo a hacer algo que no quiere y que finalmente estalle. Y ahí está el corazón del corto, que es la conversación donde ambos sacan algo en claro de la situación. El niño se siente escuchado y es capaz de verbalizar cosas que la madre necesita saber. En ese momento, la madre encuentra una herramienta, como los corazones que tiene una lombriz, que funciona como una metáfora dentro de la metáfora. Ese es el arco de la historia.

CG: Tus dos protagonistas están increíbles; hay una gran química entre Ale y Patricia.

M.N.: Trabajamos mucho para lograr eso. Para ser un corto, nos fuimos un fin de semana los tres a convivir, a crear lazos y vínculos, a encontrar una manera en la que ellos se comunicaran y jugaran entre sí. Eso le da mucho a la historia, porque ya se quieren, tienen confianza, se tocan y se escuchan con naturalidad, tienen sus propios juegos. Eso fue una suerte, la verdad. Una suerte que Patricia aceptara, porque no me imaginaba a otra actriz, y también tuvimos mucha suerte de encontrar a Ale, tiene mucha magia y es muy profesional.

CG: Esa risa final es maravillosa, pero es muy acertado que no veamos claramente al niño hasta ese diálogo entre los dos.

M.N.: Durante la primera parte de la película, mientras están perdidos, evito mostrar claramente a Son. Quiero mostrar al espectador que ella no lo mira, no lo ve; él está invisible hasta el momento en que hablan. Quería que terminara con un primer plano de él, de una manera alegre y positiva. ¿Y qué mejor manera de acabar que con una sonrisa? Porque la historia es luminosa. No hay nada malo en la infancia trans. Entonces, fue un plano precioso, porque fue el último en rodarse, y recuerdo a Ale riendo de una manera muy bonita. Fue maravilloso.

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