¿La Gravedad me Derrota?
Las mujeres podemos con todo… Excepto con la gravedad.
¿De repente, porque te aseguro se siente como algo que irrumpe de repente, te decís a vos misma “Oia, y esto que estaba en otro lado?”.
Nos hacemos mayores y ante esto nos encontramos con opciones:
intentar cambiar el sistema (que nos quiere eternamente teens), abrazar el narcisismo u optar por disfrutar sabiamente.
Normalmente, hay una lucha interna conforme pasan los años.
Desde afuera el mandato de prolongar la juventud como una obsesión tóxica alimentada por los estándares de belleza y la fuerte presión social para que los alcancemos. Yo he sido adicta a spas y me he encontrado más de una vez esperando a la profesional y fantaseando fuera una Lisle Von Rhuman (la bruja exótica del film “la muerte te sienta bien”) que administraría esa poción de dudoso origen egipcio asegurándome una eterna juventud.
Al final, como dicen en la película “la vanidad es un monstruo que jamás puede saciarse”.
La midorexia, del inglés midlife+orexia=obsesión, es un término relativamente nuevo, que describe este fenómeno cada vez más visible: personas de mediana edad que buscan mantener una imagen juvenil a través del estilo de vida, la estética o incluso la actitud.
Se niegan a aceptar los signos del envejecimiento. Es un miedo patológico a envejecer en la mediana edad.
Diferenciado de la gerascophobia que es el miedo general a la vejez. El yo ante el tiempo.

Una resistencia a aceptar ese cambio donde “el cuerpo ya no es el mismo” pero el sujeto niega insistiendo para que su yo permanezca igual y tiene un comportamiento compulsivo para lograrlo.
Esta tensión revela un conflicto existencial. La identidad narrativa que según Paul Ricoeur se construye a lo largo del tiempo mediante historias que nos contamos a nosotros mismos.
La midorexia es una manera de reescribir esa narrativa, de negar el capítulo de la decadencia física con una afirmación vitalista exagerada. El envejecimiento trae consigo una reconfiguración del sentido del yo. Según Erik Erikson en la etapa de la adultez tardía se enfrenta la crisis de integridad versus desesperación donde las personas revisan su vida y buscan aceptación.
La midorexia intenta evitar este proceso, negando el paso del tiempo. No siempre implica un trastorno, pero quien la padece puede estar respondiendo de forma desadaptativa al miedo a la irrelevancia, al olvido o incluso a la muerte.
Envejecer es casi una falla del sistema cuando el individuo debe ser siempre productivo, deseable desde los cánones que impone. Desde una óptica crítica, pensadores como Bauman o Foucault aportan luz sobre cómo el cuerpo se convierte en un objeto de consumo y vigilancia.
Hay quienes reivindican esta postura como una forma de liberación.
Desde el existencialismo Sartre diría que el ser humano está condenado a elegir: incluso si eso significa resistirse al paso del tiempo a su manera.
Tal vez no se trate de negar la vejez, sino de redefinirla según criterios propios orientados a vivir en salud. Que al final “ande yo caliente y ríase la gente” decía mi abuela que negaba hasta la lluvia para baldear su patio.
Como todo en la vida, la actitud y la mesura importan.
Está vinculada a trastornos de ansiedad, dismorfia corporal y bajo amor propio.
Las manifestaciones son: A nivel corporal:
— Abuso de cirugías estéticas o tratamientos antienvejecimiento extremos
— Obsesión con dietas, ejercicio compulsivo y cosméticos “milagro”
— Negación de la edad real (mentir, vestirse como alguien muy joven)

A nivel emocional:
— Ansiedad al mirarse al espejo o ver sus fotos sin filtros
— Depresión en cumpleaños o fechas simbólicas
— Aislamiento social por temor a ser juzgado
A nivel espiritual:
— Pérdida de conexión con el presente (vivir en negación impide disfrutar la etapa actual)
— Materialismo existencial (creer que el valor personal depende de lo externo)
— Miedo a la muerte: el envejecimiento es un recordatorio de la finitud humana.
La terapia humanista puede acercar valiosas herramientas para trabajar la autoaceptación y el amor propio.
Desde lo espiritual, abrazar esta etapa como un proceso sagrado permite vivirla con mayor libertad. Transitarla como orgullo personal.
Cómo decía Rumi
“envejecer es como subir una montaña. Mientras escalas tu fuerza disminuye, pero tu vista se amplía”.
Gratitud y respeto por quienes eligen honrar la salud con sabiduría y la belleza en cualquier tramo de su viaje heroico. Carpe Diem y apostar a brillar siempre con aceptación y felicidad. Allí radica la clave para una prolongada juventud.
¡Hasta el mes próximo!