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La Magia del Sexo
¿Cuál es la MAGIA del sexo? ¿Se lo han preguntado alguna vez? ¿Se han dado una respuesta válida? ¿qué es eso que nos hace palpitar y que nos estremece cuerpo y alma? ¿Qué ideas encierran sus palabras? ¿Cómo conceptualizan el sexo? ¿Qué representación concreta tiene su retórica en sus camas?
Como me dijo un conocido hace bien poco, a 10 centímetros de distancia del otro las palabras son innecesarias. No existen las preguntas y no hay respuesta que valga. Pero a veces nos empeñamos en etiquetarlo todo, porque sólo así podemos darle forma a conceptos que se nos escapan al entendimiento humano. Que trascienden nuestros intelectos y van más en sintonía con la INTUICIÓN: aquello que sabemos de alguna manera pero que no aflora con decisión a la superficie de nuestras mentes bien domesticadas. Nos mantenemos en ese sueño ilusorio sin darnos cuentas que al despertar el verdadero sueño es otro.
Poner nombre a lo intelectualmente in-nombrable no deja de ser un reduccionismo. Limitar la sexualidad encapsulándola en palabras es un ejercicio que sólo favorece el empobrecimiento de lo que sucede después en el encuentro erótico. Y desarrollar una erótica estancada, permanente y categorizada no da ESPACIO A LA LIBERTAD. Aclaremos con el otro conceptos, si es necesario, pero entreguémonos al amor sin prospecto, evitaremos anticipar toda una retahíla de efectos secundarios.
Dejemos de hablar de los cuerpos como si de herramientas o utensilios se tratasen: con martillos y destornilladores construimos muebles y colgamos cuadros. Con las manos, los pies, el torso, la piel y el cuerpo entero destruimos muros, traspasamos las fronteras de lo físico, derribamos cercas estúpidamente alzadas para encerrarnos ante lo desconocido y, en definitiva, acariciamos nuestro ser y el ser del otro.

El cuerpo es entonces entendido como medio con la finalidad de abrir espacios, de comprender la alteridad, de descubrirnos a nosotros mismos. Pero no con el mero uso para provocar placer, si no como la llave que abre la puerta propia y las ajenas.
Y para poder conectar de ese modo, no basta con leer manuales de sexualidad o mirarse los posts de Instagram, por muy excelentes que parezcan. Sin una cosmovisión determinada es imposible vivir lo que expreso. No se trata de utilizar técnicas, si no de creer y entender a los humanos y el mundo que nos rodea de tal manera que podamos desmontar las trampas que nos construimos. Sin ese preliminar- y créanme que ese es el verdadero preliminar que conozco en la cama- no se puede hacer el amor con TODO. Se puede intentar, pero el resultado nunca será el mismo. Y cada cual decide qué quiere vivir y experimentar.
Cuando encuentro personas que me dicen: “y eso del tantra en sexo, cómo se hace, parece interesante”, me gustaría decirles que estudien filosofía y vivan consecuentemente con lo que van descubriendo de sí mismos, y así no se circunscribirán a hacer uso de técnicas comercializadas como si de un manual de instrucciones se tratase.
Sternberg hablaba en su archiconocido triángulo de los tres pilares básicos de las parejas: la intimidad, entendida como la comunicación y la confianza, el vínculo y la conexión. La pasión en otro de sus vértices; como la atracción y el deseo de unión con el otro, y en el tercer vértice del triángulo el compromiso; como la decisión de compartir un proyecto en común. Dependiendo cuál de los tres ingredientes formen parte de la receta, la relación tendrá un resultado concreto u otro, advierte.

A mí me falta hoy en esta teoría una dimensión más espiritual que sea la base de la que parta el amor. El AMOR VACIO que el autor nombra cuando sólo se da un compromiso entre los dos miembros de la pareja -sin intimidad y sin pasión- sería para mí aquel que, aunque se cocine también con intimidad y pasión, es carente de un sentido más profundo, en el cual la conexión real responde a un anhelo de encontrar la verdad e indivisibilidad dentro de nosotros mismos para poder dar(nos) sexualmente sin los límites que el cuerpo físico nos impone. Donde desaparecen las fronteras de un cuerpo y el otro y sólo la ESENCIA hace acto de presencia.
Acabo en esta ocasión con el bello poema de Mireya Guzmán Burgos que a la perfección ensalza mi sentir y modo de concebir el hecho sexual humano:
Me derrito en lo irresistible de imaginarme bajo tu cuerpo.
Sigo el instinto que me trajo hasta aquí.
Encuentro el sentido de lo divino en aquello que late.
Y despierto,
después de una noche atada a tu carne.
Mis manos recorren tu cuerpo
con la levedad del aire,
y muerdo en tus ojos
el delirio salvaje
y lo tierno de amarnos.
Me derrito inevitable…
desnuda sobre tus piernas
mezclada contigo en un baile.
Anclado en mi mar…
no hay hilo de aire que habite
entre lo indivisible.
Tu centro en mi vientre se pierde.
No somos de nadie.
De ti soy
tú eres
de mí.
Bebo el mágico elixir que me alumbra.
Me vierto en tu ombligo,
universo febril de mis noches
si no estás aquí.
IG: @mireyaguzmanburgos
¡Abandónense tanto como su mente les deje! O mejor aún: trabajen y cuestionen su mente antes de ponerse al oficio del AMOR.