Las fantasías eróticas como alimento del deseo sexual
Todos y todas hemos oído hablar de las fantasías sexuales o eróticas y hoy en día no resulta ninguna aberración reconocer que las tenemos. Sí es verdad, que cuando se estudia algo más en profundidad las tendencias en aquello que las personas fantaseamos, se ha observado una pornografización de lo imaginado. La erótica pierda algo de su significado intrínseco y la fantasía pasa más al terreno de las conductas, lo que hace pensar que la idea misma del erotismo ha cambiado.
La pornografía y el acceso a ella es hoy algo más habitual que en otras épocas. Los jóvenes y los niños acceden a edades más tempranas a estos contenidos. Ya no hablemos de dónde quedaron esos clásicos de la literatura como El amante de lady Chatterley, que a generaciones anteriores los llevaban a una gran pasión erótica. No es de extrañar que las fantasías también hayan cambiado con el devenir de los tiempos y el contexto social que a cada generación nos tocó vivir.
Lo que yo quiero plantear es qué nos lleva a las personas a fantasear, a construir imágenes con otras personas y situaciones sexuales entre ellas. ¿Qué sentimos al fantasear?, ¿cómo nos sentimos cuando fantaseamos teniendo pareja? ¿nos sentimos infieles?¿qué pasa con nuestro deseo sexual al visualizar en nuestro imaginario escenas eróticas? ¿traemos imágenes ya vividas o imágenes que nos gustaría vivir y no nos atrevemos a expresar a nuestra pareja por miedo? ¿cubrimos espacios reales insatisfechos a través de la fantasía o sólo añadimos un aderezo a nuestro deseo para con la persona que tenemos en la cama? ¿avivamos una llama que decrece con el desgaste de la relación? ¿cerramos los ojos para trasladarnos donde el cuerpo no puede?…
La fantasía es una extraordinaria capacidad del ser humano que nos lleva a otros mundos, que nos ayuda a crear escenarios, a recrearlos, a redecidirlos, a proyectar en el futuro, a constuir realidades y reconstruirlas, en definitiva. Es una herramienta poderosa de nuestro cerebro que nos facilita y puede hacer la vida más agradable. Cerrar los ojos y mirar en otros colores nos abre un abanico de posibilidades inacabable para vivirnos como nos plazca.
Sentimos placer, bienestar, nos dejamos ir, fluimos, nos elevamos, nos adentramos en obras de arte y nos pintamos como deseamos. Con pareja puede ser excepcional si no lo vivimos con culpabilidad, si fantaseamos y con ello enriquecemos nuestro horizonte y por ende el de nuestra relación. El deseo sexual o libido emerge, entra en combustión y alardeamos de una sexualidad potente y pasional, tierna y en conexión con el otro y con uno mismo. A veces reproducimos imágenes del pasado, escenas ya vividas que materializamos en nuestra cabeza para rememorarlas, para acompañar nuestras masturbaciones y nuestras relaciones, recreamos. A veces proyectamos, construimos, nos convertimos en espectador y protagonista de guiones apetecibles perfectamente interpretados y con el mejor reparto imaginado, creamos.
Pero a veces son imágenes que no osamos compartir con nuestra pareja por miedo a ser juzgados o por falta de comunicación, pero que sí deseamos experimentar con nuestros cuerpos, no sólo en nuestras fantasías. En esas ocasiones, es cuando somos protagonistas de una película que el otro no está viendo, que no le hemos mostrado, y empieza el engaño para con uno mismo. REPRIMIMOS una manera de expresarnos sexualmente que nos gusta, que nos identifica, que nos define. Hay quien puede llegar incluso a fantasear con su verdadera orientación sexual por no permitirse en la vida real ser esa persona.
Con lo cual no estoy diciendo que se tenga que llevar a la práctica para disfrutar de una sexualidad sana todo lo que se fantasea, ni mucho menos: éste es nuestro terreno privado y lo usamos como nos apetezca. Pero cuando llenamos de fantasía espacios vacíos en nosotros mismos por la imposibilidad de realizar nuestros deseos, aquellos que anhelamos llevar a la práctica, ahí sí que nos autolimitamos, nos enjaulamos nosotros mismos, porque nos olvidamos de ser y sernos SINCEROS. Nos autoengañamos desde el principio y luego ya no sabemos resolver ese engaño. La fantasía es aquí utilizada en pro de cubrir miedos y amagar deseos que nos vertebran, en muchas ocasiones.
Yo abogo por la fantasía que aviva la llama de nuestro sexo sano, la que añade. No la fantasía escondida por haber negado lo que SOMOS y aquello que nos hace realmente SENTIR. Sería como vivir en una mentira, por no atreverse a decir la VERDAD. De ahí ese sentimiento de culpablidad de alguna manera implícito.
Pero, ¿cuántas personas consiguen ser realmente ellas mismas en la cama y vivirse y expresarse sin MIEDOS?… o dicho de otro modo, ¿cuántas personas se evaden de su realidad y fantasean con lo que les haría vibrar?…
Las mujeres, por ejemplo, hemos vivido muchos años un Sexo silencioso, que decía Nancy Friday en su obra- recopilación de fantasías “Mi jardín secreto”, 1973. Hemos visto relegado nuestro placer sexual a un segundo plano, y nos hemos ubicado en la figura de la complaciente concubina o el recipiente donde el hombre ha dejado sus restos. Así que el terreno de la fantasía era un buen espacio para las mujeres donde recrearse y expandir sus pulsiones, que las tenían.
Cuando nos expresamos, cuando nos acariciamos, cuando nos comunicamos, cuando nos sentimos, cuando nos respetamos, exponemos nuestros deseos sin tener que vivirnos por ello sucios, ni pervertidos, ni cualquier otro calificativo que se nos haya otorgado a lo largo y ancho de la historia de la humanidad en los diferentes libros y/o manuales de psiquiatría, religión o de cualquier otra índole.
Nos sentimos VIVOS en cada una de las células sexuadas de nuestro cuerpo, que son todas.
¡Fantaseen como les plazca sanamente
y dejen volar su imaginación,
den rienda suelta a sus deseos
y sientan que están sexualmente vivos!
Es lo que nos vamos a llevar de esta estancia en La Tierra.
Foto de portada – Models @erra_propic @ y @ceec_woman/Foto @salvaferma
FIN