LO QUE VIVIMOS, ES LO QUE QUEDA
Pausada, a la vez que emocionante e intensa, la película que os quiero recomendar este viernes nos llega desde el lejano oriente; en concreto desde Japón.
Dirigida por Koji Fukada e interpretada por una magnífica Fumino Kimura en el papel de Taeko, una madre que es feliz junto a su marido y su hijo Keita.
Un inesperado accidente cambiará radicalmente su vida, nuestra protagonista empieza a plantearse un nuevo objetivo vital en la vida, aunque para ello tenga que romper con todo lo que ha construido hasta entonces.
Pero este drama, de excelente factura y puesta en escena, es también detallista y humano para dejar espacio íntimo que nos asiste y nos desnuda para que entren por esas fisuras la vida sin más.
Tiene momentos (pocos) de comedia en sus dos horas de duración, llenas de estímulos y contenidos, donde los personajes te enredan sin que sepa el espectador que es lo que va a pasar en la siguiente escena.
Una fábula sobre la superación del pasado y de la perdida.
Un film que también muestra (desde la distancia) ese rencor entre japoneses y coreanos. Esa tradición aún un poco patriarcal de esa sociedad, donde los más veteranos no terminan de ver con buen ojo, que las mujeres sean madres solteras o que se casen con otro, cuando están embarazadas de un primer amor.
En ese aspecto, los actores que luchan por Taeko (Fumino Kimura) son Jiro (Kento Nagayama) y Park (Atom Sunada) con el que la protagonista se comunica en lenguaje de signos.
Un film lleno de metáforas, frases espléndidas y unos actores que se lo creen y que hacen que el público los crea.
Pasó por el pasado festival de cine de Venecia, llevándose el León de Oro a la mejor película.
Por cierto, la frase del título o de este artículo, aparece en un momento muy importante de la película.
“Lo que vivimos, es lo que queda”.
Disfrutar del buen cine.