“Una mujer que se conoce a sí misma es una mujer libre”. Esta frase, que alguna vez escuché en uno de mis primeros talleres, sigue siendo una brújula en mi trabajo. Marzo, el mes de la mujer, es un momento perfecto para recordar que nuestro poder no viene de afuera, ni siquiera de los logros que tanto celebramos. Más allá de las flores y los discursos, está el reto diario de mirarnos al espejo y reconocer que somos nuestras propias maestras.
¿Cuántas veces hemos puesto nuestras necesidades en pausa por cuidar de otros? ¿Cuántas veces nos hemos dicho que «no es el momento» para escucharnos o priorizarnos? Este mes no es solo para conmemorar los logros colectivos, sino también para mirar hacia adentro y reconocer la inmensidad que somos, comenzando por una conexión profunda con nosotras mismas, con nuestras emociones, con nuestro cuerpo y, por supuesto, con algo que, aunque íntimo, tiene un impacto profundo en cada aspecto de nuestra vida: nuestra energía sexual.
Es curioso cómo tantas mujeres viven desconectadas de esa parte de sí mismas. No porque no quieran, sino porque nunca nos enseñaron a mirarla con amor, con curiosidad, sin vergüenza. Crecimos en un mundo que nos pidió ser muchas cosas, pero rara vez nos permitió ser todo lo que somos. Nos dijeron que nuestro cuerpo debía encajar en un molde, que nuestra sexualidad estaba hecha para complacer y que nuestro deseo era algo que debíamos controlar. Pero, ¿y si te digo que todo eso está lejos de la verdad?

Tu energía sexual no es solo un impulso o una respuesta al placer físico, es una fuente inagotable de creatividad, intuición y fuerza. Es tu chispa vital, tu conexión con la vida misma. El problema es que, al negarla o ignorarla, también negamos una parte importante de nuestra esencia. En mi experiencia trabajando con mujeres, he visto cómo la reconexión con esta energía puede transformar no solo la relación con una misma, sino también con los demás y con el mundo. Es un regreso a casa, a un lugar donde te sientes auténtica, segura, suficiente.
Este mes quiero proponerte algo: desafiar esas ideas que han limitado tu relación contigo misma. Pregúntate, ¿qué significa para ti ser una mujer libre? No me refiero a tener más tiempo o tomar decisiones sin permiso de nadie, sino a esa libertad interna que se siente como un susurro que dice: “estás bien tal como eres” (sí, repítetelo: “estás bien tal como eres, estás bien tal como eres”)
Un punto de partida para esta reflexión puede ser algo tan simple como observar como te hablas a ti misma. ¿Eres crítica? ¿Eres dura con tu cuerpo? ¿O eres tu propia aliada? Lo que he aprendido en mi camino como facilitadora de tantra y el trabajo con la energía femenina es que nuestra relación más importante siempre será la que tengamos con nosotras mismas. Cada pensamiento, cada palabra que nos dirigimos tiene un impacto directo en cómo nos sentimos, en cómo nos percibimos y, en última instancia, en cómo nos relacionamos con el mundo. Si empiezas a hablarte con amor y compasión, notarás cómo ese diálogo interno se traduce en una sensación de mayor libertad y poder personal.
Marzo también es una invitación a redescubrir el poder del placer. No hablo aquí de algo exclusivamente físico, sino de aprender a encontrar pequeños momentos de gozo en la vida diaria. Puede ser en el aroma de tu café por la mañana ( yo no lo tomo; pero lo sustituyo por el de sésamo recién tostado), en el calor del sol sobre tu piel o en la sensación de unos minutos de silencio. El placer no es algo que debamos reservar para ocasiones especiales; es un derecho cotidiano que merecemos disfrutar sin culpa ni justificaciones. Esos pequeños placeres son semillas que nutren nuestra conexión con el presente y nos recuerdan lo valiosas que somos.

Para hacerlo, solo necesitas unos minutos al día para detenerte, respirar y permitirte sentir. Quizás sea mientras caminas por la calle, mientras te preparas para dormir o incluso en medio de tu jornada laboral. El simple acto de cerrar los ojos, llevará la atención a tu respiración y reconocer algo bello en ese instante puede ser transformador. No se trata de cambiar tu rutina, sino de traer más conciencia y gratitud a los momentos que ya tienes.
Lo hermoso de este tipo de prácticas es que no requieren tiempo extra, ni grandes preparativos. Se trata de cambiar el enfoque, de transformar la forma en que te miras y te tratas. Cuando las mujeres empezamos a hacer esto, algo mágico sucede: nuestra energía cambia, nuestra presencia se vuelve más magnética y las personas a nuestro alrededor también lo notan. Desde este lugar de conexión contigo misma, puedes empezar a establecer límites, a priorizar tus necesidades y a caminar la vida con más seguridad y autenticidad.
En el Día de la Mujer, quiero recordarte algo que quizás has olvidado: no necesitas ser perfecta, ni lograrlo todo, ni cumplir con expectativas ajenas. La mujer de hoy, esa que muchas veces se siente agotada por intentar estar en todos lados, merece también soltar, respirar y simplemente ser. Porque ser mujer no es una etiqueta ni una lista de responsabilidades, es un estado de conexión con tu esencia, de libertad para sentir, crear y existir tal como eres, sin moldes que limitarán tu inmensidad. Es vivir desde tu verdad, con la certeza de que, en cada paso que das, habitas toda la fuerza del amor, de la vida y de tu propia energía transformadora.

“La mujer que descubre su fuerza interior es invencible”, decía la escritora Simone de Beauvoir. Y esta fuerza interior no viene de querer encajar o agradar, sino de abrazarte tal como eres. No necesitas pedir permiso para sentirte poderosa, para explorar las profundidades de tu ser o para liberarte de las creencias que ya no resuenan contigo. Este marzo, permítete ser la mujer que siempre has querido ser. Celebra tus imperfecciones, honra tu cuerpo como el templo que es, y re conecta con el poder que llevas dentro de ti. Y créeme, querida lectora ¡Es mucho!
Con todos mi admiración a la gran mujer que eres, que somos.
@laviadeltantra.abhaya