NUESTRO CAMINO DE SANTIAGO
Acabo de vivir la experiencia de hacer una parte del Camino de Santiago desde Logroño a Burgos. No es la primera vez, pero continúa siendo una de las experiencias más bonitas que quiero continuar viviendo. Levantarte bien temprano, cuando el sol apenas empieza a iluminar nuestra parte del planeta, ponerte a punto y salir a la calle con el único pensamiento de caminar hacia donde quieres llegar, sin tener que pensar en nada más que en abrirte a vivir todo lo que se te ponga delante, sin ningún compromiso con nadie más que contigo misma, eso es un regalo, el primer regalo del Camino.
Ir hacia delante y no volver atrás, caminar con tu propio paso sin tener que esforzarte en ser lo que no eres, sintiéndote a cada momento y respetando tu estado de forma, sin expectativas de cuándo y cómo llegar, sino solamente con la decisión de llegar. Días diferentes, sencillos y profundos, días libres, sin tiempo, con los ojos ávidos de contemplar los paisajes nuevos que van apareciendo ante ti, absorbiendo el conjunto y desgranando las diferentes formas y colores que pintan los caminos que vas cruzando.
Días llenos de todo aquello que nuestro ser necesita para ser feliz: momentos para caminar en soledad y momentos para hacerlo en compañía. Momentos de introspección y de explosión, de compartir y de guardar.
Momentos para la conversación íntima y sincera que llena tus ojos de lágrimas y momentos de carcajadas y de disfrutar de los placeres de la vida: una parada para gozar del café o refresco que te prepara para el esfuerzo que aún te falta, la buena comida de la tierra que estás conociendo y que encuentras deliciosa, el descanso bien merecido, el conocer los rincones más bonitos del lugar donde pernoctas…
El cielo que te sorprende y maravilla en días de pura luz y esplendor desde el primer rayo de sol, una luz increíble que juega con las nubes y proyecta en ellas matices y formas espectaculares y bellas, que hace aparecer el arco iris una y otra vez acompañando tu camino y que solo tú sabes quién se encuentra en él, quien te manda su amor y su abrazo escondido desde su magia, quién te está guiando… Colores nuevos en el cielo, en los campos y viñedos, en nuestro corazón.
Sonidos y aromas que te anclan en la tierra. Luces y señales que cada uno de nosotros ha sabido recibir y captar con amor, animalitos que han salido a nuestro paso con dulzura y confianza, llenándonos de ternura y agradecimiento.
Y la presencia constante de la naturaleza amiga, majestuosa en todas sus manifestaciones, poniéndonos a prueba y mostrándonos todas sus caras, desde las más plácidas y acogedoras a las más potentes y difíciles que frenan nuestro paso, pero nunca lo detienen… Impresiones que podría comentar infinitamente. Y es que, en el fondo, el Camino de Santiago te lleva a ti misma, viajas en él y llega un momento que te das cuenta de que es el mismo camino de tu propia vida.
Cada una de las personas tenemos nuestro propio Camino de Santiago con sus subidas y sus bajadas, a veces largas y penosas, otras suaves y gozosas.
Un camino con sus luces y sus sombras, con sus contrastes, con sus sorpresas, a veces muy directo y claro, otras veces sinuoso y complicado. Días que el caminar nos resulta ligero y días que no podemos con nuestros pies cansados y tenemos que continuar adelante como sea.
Días que la luz del sol refleja nuestra propia luz y todo nos parece hermoso, y días que el sol solo refleja nuestras sombras y la alegría nos cuesta… A veces solos, a veces acompañados, a veces felices, a veces con tristeza… Nuestro propio Camino de Santiago nos deja espacio para recorrerlo a nuestra manera, ya sea con la mochila bien cargada, sin dejarla en ningún sitio, sin descansar de la mañana a la noche, fieles a considerar que el esfuerzo constante es nuestro mayor don… O bien llevando solo la mochila chica con la carga que necesitamos para este día, solo para este día, porque consideramos que vale la pena disfrutar del camino en lugar de sufrirlo… O nos permite poner la marcha que nosotros necesitamos y sabemos reconocer: lenta, a buen ritmo, corriendo…
Tenemos la libertad de caminar a nuestra medida, sea cual sea esa medida, sin reproches, con amor hacia nosotras mismas, o bien, sintiéndonos mal, comparándonos con otros, forzándonos a más, sin amor hacia nosotras mismas. Nuestro Camino de Santiago existe, está en nuestros pies y ante nuestra mirada, es único, es nuestro, diferente, peculiar, a medida. Puede estar lleno de música y de gozo, puede estar lleno de pesar o de sufrimiento, esto depende de nosotros.
Son los dos lados del camino, de nosotros depende la decisión de enfocarnos más en un lado o en el otro, pero la dirección siempre es hacia delante, no va hacia atrás, nunca, siempre adelante, con la mochila que podemos ir vaciando para que entren cosas nuevas, o bien cargada de piedras para que no entre nada que no conocemos.
¿Qué nos empuja a comenzarlo?
¿Qué nos empuja a continuarlo cuando el dolor de las articulaciones y músculos y el cansancio aparecen?
¿Y cada día un poco más?
¿Cuál es tu Santiago de Compostela?
Hazte esta pregunta cuando camines y cuando no. Tu Santiago de Compostela puede estar tan cerca o tan lejos como quieras, puede ser el destino o tu mismo camino, puede ser el objetivo o la excusa…
Cada una debemos descubrirlo para poder recorrerlo, vale la pena.
3 comentarios en «NUESTRO CAMINO DE SANTIAGO»
Maravillosa descripción, gracias❤️
Gracias a ti, Ana
Gracias, Dolors por expresar lo que se siente nuestro ser cotidiano.
Gracias porque nos haces descubrir que existimos, transitando esta aventura llamada vida, toda ella llena de perfectas y bellas «imperfecciones».
Gracias Dolors, una vez más por brindarnos tu luz junto a la de Ernest.
Infinitas gracias a ustedes porque hoy mi camino se llena de amor y alegría.