Queridísima mamá y querida Sylvie Vartan.

Última semana de mayo con estrenos muy buenos, como por ejemplo “Si yo pudiera hibernar” que nos llega desde Mongolia y está dirigido por la directora Zoljargal Purevdash o la argentina “El Jockey” de Luis Ortega.

Pero de la que os quiero hablar es de la francesa “Érase una vez mi madre” de Ken Scott y que está protagonizada por una magnífica Leïla Bekhti, Jonathan Cohen y Milo Machado Graner.

Inspirada en hechos reales, la película se divide en dos partes. La primera nos lleva al París de 1963, con el nacimiento de un nuevo hijo de Esther (Leïla Bekhti) en una familia ya numerosa de por sí. El pequeño nace con una malformación en el pie y a partir de ahí la película nos lleva por una lucha de la madre, contra médicos y asistentes sociales, por conservar a su hijo en casa y educarlo ella misma y sus hermanos, para que no tenga que desplazarse hasta el colegio.

La bruja de la asistenta social le dice que su hijo debe tener una educación especial por su malformación, y la madre dice que irá al colegio cuando pueda andar.

Los años transcurre, en el film y el director nos lo muestra con la música de los años que pasan y con los gustos del pequeño (Milo Machado Graner), que aprende a leer con las canciones de Sylvie Vartan, que también aparece en el film, y logra arreglar su malformación gracias a la ayuda de una curandera de fuera del servicio médico oficial.

La segunda parta de la película, algo más floja, corre a cargo del hijo ya adulto, interpretado por Jonathan Cohen y sus éxitos como abogado inmobiliario e intelectual.

Noventa y ocho minutos de comedia dramática familiar, que no defrauda gracias a las interpretaciones y la aparición de la gran Sylvie Vartan y su banda sonora.

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