“TODOS CONOCEMOS LA PALABRA. PERO DESCONOCEMOS LO QUE OCURRE DENTRO DEL ACOSO.”
Hablamos con Urko Olazabal, actor vizcaíno, cuya carrera ha crecido en los últimos años gracias a su versatilidad y talento. Tras estudiar Bellas Artes en la Universidad del País Vasco, se formó como actor en el Centro de Formación Escénica BAI de Barakaldo. Olazabal comenzó su trayectoria profesional combinando trabajos en cine y televisión, pero su papel en la película “Maixabel” de Iciar Bollaín marcó un antes y un después en su carrera, siendo galardonado con el Premio Goya al Mejor Actor de Reparto, además del Premio Feroz y el Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos por su destacada interpretación de Luis Carrasco.
Además de su faceta como actor, Olazabal ha incursionado en la escritura y dirección de cortometrajes, siendo reconocido por el guión de “Anujin” en la Semana de Cine de Medina del Campo. En este 2024, ha regresado al Festival de San Sebastián con la película “Soy Nevenka», dirigida nuevamente por Iciar Bollaín, en la que comparte protagonismo con Mireia Oriol. Este largometraje, inspirado en el libro “Hay algo que no es como me dicen” de Juan José Millás, representa un desafío interpretativo importante para Olazabal, ya que aborda el complejo y contradictorio personaje de Ismael Álvarez, el agresor de Nevenka Fernández, en una historia de gran carga emocional y social.
Actualmente, Olazabal compagina su carrera en la actuación con la docencia, siendo profesor de interpretación ante la cámara en su propia escuela, BIZIE, donde sigue contribuyendo al desarrollo de nuevos talentos del cine y la televisión.
Una vez hechas las presentaciones protocolarias tan solo queda comentar el soberbio trabajo que ha realizado Urko Olazabal en esta necesaria película como es “Soy Nevenka”. Vuelve a demostrar, como hizo ya con su Luis Carrasco en Maixabel, que sus interpretaciones emocionan muchísimo más desde la contención que desde el exceso. Esta es la entrevista que realizamos a este gran luchador, que vuelve a demostrar que las grandes interpretaciones deben trabajarse desde la honestidad.
C.G.:
¿Cómo llegas de nuevo al universo de Iciar?
URKO OLAZABAL:
La noticia del casting me llegó el día de mi cumpleaños. Fue una felicidad absoluta. Pensé: «Quiere volver a verme». Volver a trabajar con ella era un sueño. Me puse manos a la obra con el papel. Cogí las separatas, miré un poquito quién era este hombre, y me fui a Madrid con toda mi buena intención, voluntad y ganas de hacer el casting. Una semana después me llamaron para decirme que estaba dentro de la película, fue como volver a encontrarme con Madrid, como si fuera una amiga, y con muchas ganas de trabajar.
C.G.:
¿Qué te llamó más la atención de la historia cuando te propusieron hacer el papel?
U.O.:
Lo que más me llamó la atención fue la dificultad del personaje. Como actor, siempre es un reto interpretar a alguien tan alejado de mí. Era un personaje con comportamientos que, a priori, odio y detesto en una persona. Eso fue lo que más me motivó, porque pensé: «Vaya reto interpretativo». Creo que eso fue lo que más me atrajo. Trabajar este personaje me ha descubierto muchas cosas. Además, poner al servicio de la gente un «manual» sobre lo que es el acoso, desde el principio hasta el fin, un acoso extremo, creo que va a abrir los ojos a muchas personas, tanto mujeres como hombres, para que puedan detectar y analizar lo que es un acoso real. Todos conocemos la palabra, pero desconocemos lo que ocurre dentro del acoso. Eso fue lo que más me motivó.
C.G.:
¿Fue la primera vez que se acuñó la palabra «acoso»?
U.O.:
No estoy muy seguro si fue en ese momento o no, pero sin duda fue muy apropiado. Después de tanto tiempo, seguimos igual, y la gente aún no sabe realmente lo que es el acoso. Te repito que la gente sabe lo que es la palabra «acoso», pero no lo que ocurre dentro, si fue en ese momento cuando se acuñó, mejor para todos. Ojalá se sigan descubriendo estos tipos de delitos para poder hacerles frente de manera adecuada.
C.G.:
¿Cómo fue exteriorizar esos momentos?
U.O.:
Bueno, ha sido impresionante. En primer lugar, ha habido un trabajo de mucha intuición y mucho esfuerzo por parte de Iziar. Ella tiene la batuta de una orquesta y sabe afinar y guiar la línea interpretativa que quiere. Como directora, tiene mucho que ver. Por mi parte, cuando hablo de intuición, me refiero a que, además de ver el documental y observar cómo se movía y expresaba Ismael Álvarez, decidimos no hacer una copia exacta de él. No queríamos centrar la historia solo en que era un señor concreto quien hacía esto, porque hay millones de personas, especialmente hombres, que lo hacen. Queríamos reflejar la universalidad del personaje, sus matices. Encontré esos matices en manuales de psicología sobre maltratadores. Queríamos que el personaje fuera poliédrico, que mostrará muchas caras. Así que, sabiendo un poco el perfil de estas personas, buscaba momentos en los que fuera encantador, frío, amable, y otros en los que podía destrozarte la vida. Además, conocí a Mireia antes y quise ser su amiga, porque íbamos a trabajar con cosas muy desagradables, sobre todo la negación de la empatía. Tenía que negar la empatía para dedicarme completamente a este personaje.
C.G.:
¿Cómo crees que es realmente Ismael Álvarez como persona? ¿Crees que hay muchas personas como él?
U.O.:
Pues más de las que creemos. Al final, el perfil del maltratador es bastante analizable porque sigue unos patrones y comportamientos estipulados. Es curioso cómo la psicología ha desenredado este tipo de personalidades. El maltrato psicológico sigue un patrón: primero, la persona es encantadora; después, cuando consigue lo que quiere, te eleva; pero cuando se lo niegas, comienzan los ataques y el acoso. Esto se repite continuamente. Además, los maltratadores aprenden de sus propios errores y se vuelven más sofisticados en sus ataques futuros.
C.G.:
Tú personaje también refleja parte de la sociedad, el poder en muchos municipios o incluso en todo el país, esa manipulación del poder a través del autoritarismo, el capricho, el populismo.
U.O.:
Sí, parece que todavía siguen presentes, ¿no? Creo que en la vida hay «corderos» y hay «lobos», y el que es lobo sigue siéndolo, ya sea en política o en empresas. Se habla mucho también de este tipo de perfiles en el mundo empresarial, entre jefes de empresas, por ejemplo. Es curioso, pero existen. Parece increíble que los que no somos así lo veamos, y aun así estas personas estén tan integradas, y que las víctimas los necesiten tanto emocionalmente. Esa dependencia emocional es lo que consiguen, negando la autonomía de la víctima.
C.G.:
¿Cómo gestionas un papel con tanta presión?
U.O.:
Creo que para la gente que no trabaja en el cine o no es actor, el mundo de la interpretación puede parecer un poco kamikaze. «Te estás metiendo en la piel de un señor que te va a devastar emocionalmente», podrían pensar. Quizás es algo que a los actores nos gusta, en cierta medida: poder tener estos retos interpretativos emocionales. Dices: «Mira qué curva tiene el personaje, fíjate dónde me tengo que meter». Pues lo gestionas, de alguna manera. Yo siempre intento no mirar al futuro, me concentro en el «aquí y ahora», y aquí y ahora tengo que hacer esto. Me meto en la situación, toma uno, toma dos, toma tres, toma cuatro… Intentas dar lo mejor de ti para que ese personaje tenga vida real dentro de la película. Por ejemplo, me costaba mucho cuando mi personaje maltrataba o hacía escenas desagradables con el de Mireia. En el set lo pasaba fatal cuando decían «corte», porque algo se te remueve dentro. Sobre todo cuando salía de escena y veía que Mireia seguía en el plano, sufriendo como su personaje. Piensas «wow». Y luego te dicen: «Corten, haremos otra». Entonces tienes que volver a ponerte en situación, resetear todo lo que has vivido como Urko después de que dicen «corte», y volver a empezar. Llegaba al hotel y necesitaba 30 duchas para quitarme toda esa carga emocional. Al final, todo esto se queda en las neuronas, y cada vez es más difícil salir del personaje, porque te va atrapando. Los límites entre quién eres tú y quién es el personaje se van desdibujando. Pero una vez que terminas el rodaje, tienes que ordenar todo de nuevo. Con algunos personajes te metes más, con otros la profundidad emocional no es tanta, y no te afectan tanto. Pero en este caso, sí. Así que era necesario saber muy bien dónde terminaba yo y dónde empezaba el personaje. De todos modos, siempre lo hacíamos con mucha ilusión, sabiendo que lo que estábamos haciendo era para el bien de la gente, para que vean que dentro de la película también hay un manual de este tipo de comportamientos y puedan reconocerlos.
C.G.:¿Y cómo fue el ambiente durante el rodaje? ¿Erais conscientes que la película es un reflejo de muchas situaciones, que lamentablemente, viven muchas personas en este país?
U.O.:
Hombre, sin duda, porque la historia de Nevenka fue un caso en el que todo el país estuvo en su contra y tuvo que marcharse. Hoy en día, gracias a esta película y al trabajo de muchas mujeres, de visualización de casos como el de Jenny Hermoso o La Manada, la sociedad poco a poco va dándose cuenta de que esto es algo muy serio, muy acusable. Es decir, al final esto se tiene que ver, se tiene que denunciar.
Hay veces que lo notas enseguida durante el rodaje de la película. Sabíamos que lo que estábamos haciendo era un trabajo muy importante de visibilidad. El caso de Nevenka es el caso de muchas mujeres. Se estaba realizando una labor muy necesaria y que había que mostrarla. Por eso, en el set se notaba ese respeto por lo que estábamos haciendo. Aún más respeto cuando nos visitó Nevenka con su familia, lo cual fue un acontecimiento. Al darnos cuenta de que lo que estábamos contando era real, que sucedió de verdad, fue como una catarsis. Ya sabíamos que era verdad, pero verla allí en directo nos lo recordó. Fue algo muy potente para darnos cuenta de que estábamos dando luz a algo que había tenido mucha oscuridad. Estábamos dando visibilidad a algo que, en su momento, tuvo una repercusión negativa, y ahora podíamos darle la vuelta. Además, hoy en día la víctima es respetada. Esto es lo que está sucediendo ahora, con movimientos como “Yo sí te creo” o “Me Too», que están teniendo mucha fuerza. ¿Qué mejor que acompañarlos con una película como esta?
C.G.:
¿Cómo es tu relación con Iciar Bollaín después de “Maixabel» y ahora “Soy Nevenka»?
U.O.:
Al final me va a acabar desgastando… (risas). No tengo más que palabras de agradecimiento por darme este tipo de personajes con tanta curva psicológica, con tanta profundidad emocional. Y claro, al final también me ha abierto al mundo. Ella me ha mostrado, me ha descubierto, y no puedo más que agradecerle. Trabajar con una directora tan inteligente, de la que aprendo tanto, es un orgullo. Así que yo le doy todo lo que haga falta. Estoy muy feliz.