UN AGOSTO CON JULÍAN MATEOS
Llegamos al mes de agosto, un mes de descanso, de disfrutar de la playa o la montaña, de olvidarnos del trabajo y quizás de descubrir nuevas películas o películas injustamente olvidadas.
Por eso en este artículo, os quiero recomendar que descubráis dos películas que suceden en verano y que están injustamente olvidadas.
La primera es una producción del año 1966 que adapta una novela de Marguerite Duras ambientada en España y que aprovechó su director Jules Dassin para rodar en nuestro país y aprovechar el tirón de su mujer, una magnífica Melina Mercouri, mujer avanzada a su tiempo que pronto sería incluso ministra de cultura de su país natal, Grecia.
La película aprovecha el título original de la novela, “10:30 de una noche de verano”, un film sobre los derechos de la mujer y su necesaria defensa contra el enorme atraso y los incesantes abusos que, en plena mitad del siglo XX, les unía en cuerpo y alma y que con su lucha no cesaron nunca de propender la independencia de la mujer y sus integrales derechos.
Acompañando a Melina Mercouri otra grande de la interpretación, Romy Schneider con la que comparte una escena de ducha, que para la época ponía los pelos de punta a los censores de aquella España gris, quizás por eso no se estrenó en nuestro país, por moderna y demasiado liberal. En medio de estos dos grandes, Peter Finch y Julián Mateos.
Fotografía de Gábor Pogány también es digna de mención.
Y para finalizar con esta película, una frase lapidaria de una de sus protagonistas femeninas en este magnífico largometraje de 90 minutos: —“Cualquiera que no entienda que el amor puede cambiar… O transferirse… O dejarse, es un necio y punto”.
Y la segunda que os quiero recomendar está también protagonizada por Julián Mateos, en otra obra maestra de Miguel Picazo, director de la maravillosa adaptación “La Tía Tula”(1964).
Esta es del año 1967 y lleva por título “Oscuros sueños de agosto”, protagonizada por el mencionado unas líneas más arriba, Vivenca Lindfords, Sonia Bruno y Francisco Rabal.
Unos personajes complejos que conviven en un sanatorio mental, con una belleza, a veces cruel, elegancia, con matices tragicómicos y con una gran dirección de actores, que la hace una pieza singular dentro del cine español de la época.
Con fotografía en color, muestra un mundo moderno— su comienzo en una sala de computadoras IBM, ya nos da pistas de por dónde va el film—, avanzado y donde el sexo ya no es un problema y donde esas vacaciones en ese centro, es algo así como un viaje al interior de la locura.
El problema de esta película es encontrar esa copia que no logró censurar los carcas de aquella época y disfrutar de esa maravilla de actuación realizada por Julián Mateos.