Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

VIVIR CON LA INOCENCIA DE NO SABER

Estamos preparando el viaje a Perú una vez más, para visitar y vivir con la familia de allá, para reencontrarnos con los amigos, para volver al lugar donde Ernest fue tan feliz y desde donde regresó a la Luz que todos somos y porque nos encanta estar allí, caminar por aquellas tierras y conocer rincones nuevos.

Sé dónde voy, pero no sé qué sentiré, con quién me encontraré, qué despertará mi emoción, qué viviré de nuevo, qué me hará reír y llorar, con qué nuevo crecimiento volveré o si volveré.

Nunca sabes lo que te espera, y no saber lo que nos espera lo hace todo nuevo.

Cuando éramos jóvenes agarrábamos la mochila y nos íbamos a conocer mundo. No teníamos nada asegurado, ni por donde iríamos, ni con qué viajaríamos, ni donde dormiríamos, ni con qué nos encontraríamos… Solamente la ilusión de descubrir lugares nuevos, de ir a la aventura, de conocer nueva gente y vivir un montón de experiencias que recordaríamos siempre. Creíamos en nosotros mismos, en nuestra capacidad de adaptación y decisión, de salirnos de cualquier dificultad. Éramos jóvenes, valientes e intrépidos, y nos sentíamos libres. No había móviles y la capacidad de comunicarnos con nuestras familias eran más bien remota. Confiábamos que éramos capaces de poder con todo y la familia también confiaba que regresaríamos sanos y salvos. Eran otros tiempos.

Ahora la sociedad materialista en la que vivimos nos ha enseñado a no arriesgarnos de esta manera, a viajar con más comodidad, con mucha más seguridad teniéndolo todo más controlado, sabiendo exactamente dónde vas y qué programa tienes por delante, sin tener que sufrir ni espabilarte para nada. Todo está asegurado, pactado y firmado, todo lo solemos tener atado y bien atado. No nos arriesgamos si podemos evitarlo. Son los tiempos actuales. El miedo a vivir nos hace querer tener bien asegurado el tiro, porque tras este miedo a vivir se encuentra el miedo a morir.

Y en medio de todo esto, me han llegado unas palabras sabias del ya desaparecido físicamente, pero siempre presente, Raimon Paniker:

“Saber vivir, saber morir … De esta frase me sobra una sola palabra: SABER”

Y continuaba:

“No hace falta saber vivir, no hace falta saber morir… Solo hace falta vivir, solo hace falta morir.”

No podemos vivir desde la mente, desde lo que pensamos que será o qué pasará, desde el parecer de los demás, desde la opinión de los demás, desde lo que nos dicen, desde lo que nos venden, desde lo que nos asustan o nos condicionan… No deberíamos querer vivir desde el miedo.

Podemos decidir no querer SABER antes de vivir la experiencia. Podemos decidir no quitar la incerteza de nuestras vidas. Podemos decidir no borrar la incógnita del interrogante que siempre existe ante nosotros, que nos hace responsables de lo que elegimos y que nos hace sentir libres y conscientes de nosotros mismos.

No quiero decir que no aprovechemos las posibilidades que la tecnología de hoy nos ofrece para ver y conocer el mundo, sino que no olvidemos que para vivir intensamente es preciso aceptar el riesgo, es necesario ser un poco locos, (la medida la pone cada cual). Y, sobretodo, estar abiertos a lo imprevisto.

Es preciso vivir. Es preciso caminar por la experiencia que la vida nos trae a cada momento. Ser conscientes del momento en que estamos y dejar que nos sorprenda, sintiéndola, abiertos a recibir la lluvia, el viento, el sol o la nieve.

Nos hace falta sentir en la piel y en todo nuestro cuerpo la textura y la magnitud de la experiencia que vivamos en cada momento y permitir que esta experiencia sea la que nos aporte sabiduría. Vivir con la inocencia de no saber.

Hemos venido a ser, no a tener.

Hemos venido a sentir, no a cubrirnos con armaduras para evitar el dolor.

Hemos venido a amar, no a temer.

Hemos venido a crear nuestra vida, no a ser víctimas de ella.

Hemos venido a vivir la vida, no a pensarla.

Hemos venido para volver, no para quedarnos aquí.

Hemos venido para aprender, no para copiar aprendizajes.

Hemos venido a disfrutar, no a que los otros vean que disfrutamos.

El otro día caminaba por el campo, me sentía ausente de cualquier pensamiento y me sorprendió de repente una flor delante de mí, una flor que se plantó ante mi vista. No la buscaba, no la pensaba, no existía para mí, pero se me presentó de repente. Había nacido solitaria en medio de un terraplén seco y polvoroso. Y salieron de mi corazón estas frases:

“Una flor amarilla que me enamora, cuando yo no estoy.

Cuando yo no estoy, soy maravilla que viaja por el mundo”

Yo quisiera ser esta maravilla.

Dolors Beltran Boixadera

mamaestoyaqui.com

Facebook
Twitter
LinkedIn

1 comentario en «VIVIR CON LA INOCENCIA DE NO SABER»

  1. Dolors y Ernest
    Gracias por esta mirada tendra i profunda, que nos han vuelto a regalar.
    Gracias por hacernos ver este regalo vital, no como una esperanza, sinó como una realidad palpable, el de transitar este tramo de existencia, bello. Veritable como su inicio y final
    Con el cariño de siempre, les abrazo y les llevo siempre en mi corazón.

    Gilbert

    Responder

Deja un comentario