El mayor engaño de la Humanidad – El autoengaño
«No hay nada más fácil que el autoengaño. Ya que lo que desea cada hombre es lo primero que cree.” – Demóstenes.
El autoengaño es, quizás, uno de los fenómenos más universales y persistentes en la experiencia humana. Afecta a todas las personas, sin importar su trasfondo cultural, social o educativo. Se infiltra en nuestras decisiones, relaciones y autoimagen, desdibujando la línea entre realidad y percepción.
Desde los filósofos griegos hasta los psicólogos contemporáneos, el autoengaño ha sido un tema recurrente en el intento de comprender la naturaleza humana. No es simplemente un error o una debilidad de carácter, sino una construcción mental que parece inherente a nuestra condición. Nos engañamos para protegernos del dolor emocional, para mantener una visión coherente de nosotros mismos, o simplemente para evitar afrontar una realidad que nos resulta incómoda. A menudo, el autoengaño surge como un mecanismo inconsciente de defensa que nos ayuda a sobrellevar situaciones difíciles, pero, en última instancia, nos aleja de una auténtica comprensión de nuestra propia vida.
¿Por qué es tan fácil caer en el autoengaño?
¿Es algo innato o una construcción de nuestra mente?
Esta pregunta, lejos de ser una mera curiosidad filosófica, nos enfrenta a una verdad incómoda: lo que deseamos creer puede moldear nuestra realidad de maneras que ni siquiera sospechamos.
Así es, algo tan simple que nos afecta a todas las personas, sin importar nuestra convicción religiosa, nuestro nivel de estudios o conocimiento, género, raza, creencias u otras características que nos diferencian como seres humanos. En este caso, no hablo del engaño intencional y deliberado al que estamos expuestos en nuestro día a día, ni tampoco del engaño por otros, aunque en demasiadas ocasiones es justo el propio autoengaño de esas personas la raíz de su engaño hacia los demás.
Recuerdo una frase o expresión que encontré durante la redacción de mi tesis sobre la Riqueza del Medio bajo la perspectiva del interaccionismo simbólico interpretativo y que posteriormente solía utilizar como un “principio” en mi trabajo dentro del mundo de la comunicación y formación corporativa. Se trata de una frase que cuestiona el “método científico” como tal y que representa una de las rupturas epistemológicas con mayor consecuencia en la ciencia: “La mente decide hacia donde fijamos la mirada.”
Este principio sugiere que nuestra mente tiene la capacidad de moldear la realidad que percibimos, decidiendo inconscientemente en qué nos enfocamos, lo cual es esencial para entender el proceso de autoengaño. O, en otras palabras, como decía Louis Pasteur: “El mayor engaño de la mente es creer en algo tan solo porque uno quiere creerlo.”
No es objeto de esta reflexión indagar más sobre la epistemología o las ciencias del conocimiento, sino más bien cerrar un círculo que empecé con “La naturaleza del error humano”.
La pregunta para mí es: ¿por qué algo tan banal como el autoengaño puede tener tanta importancia? ¿Algo tan normal, natural y humano, incluso algo tan necesario, ya que forma parte de nuestras propias herramientas de defensa y supervivencia?
Con autoengaño no me refiero a estas herramientas innatas, ni tampoco a la atención selectiva, sin la cual, según Daniel Goleman, “…la experiencia sería un completo caos”.
Tampoco deseo reflexionar sobre la psicología actual, con sus múltiples definiciones e intentos de explicar y etiquetar este fenómeno tan humano con sus teorías de síndromes, sesgos, distorsiones, disonancias y, mucho menos sobre las “supuestas” leyes universales que rigen nuestra mente.
No, tan solo quiero reflexionar brevemente sobre la diferencia entre dicho autoengaño y la mentira. Siendo ambos rasgos tan humanos, a diferencia de Wikipedia yo no los considero “instintos”, sino más bien “construcciones”. Podemos diferenciar estos dos fenómenos humanos entre consciente e inconsciente, o voluntario e involuntario, incluso intencional o accidental si así lo prefieres. La principal diferencia entre mentira y autoengaño se encuentra en que, en la mentira, la persona es consciente de que no está diciendo la verdad, mientras que en el autoengaño se acepta como verdad una realidad que es falsa sin ser consciente de ello.
El engaño consciente tiene como fin manipular la percepción de la realidad en los demás, mientras que el autoengaño nos manipula a nosotros mismos, muchas veces de manera silenciosa y peligrosa. Es aquí donde radica el mayor problema: cuando nos mentimos a nosotros mismos, no hay ‘otro’ que pueda revelarnos la verdad. La autojustificación, la racionalización y la distorsión de la realidad nos envuelven en una burbuja de autocomplacencia, donde lo que deseamos creer se convierte en nuestra realidad.
Y justo es este punto el que me fascina.
¿A quién de nosotros le gusta ser un mentiroso? Sin embargo, ¿cuántos de nosotros nos mentimos una y otra vez a nosotros mismos?
Bueno, no pasa nada hasta que pasa. Y pasa cuando te das cuenta de que te estás, o has estado engañando a ti mismo.
¿Por qué nos engañamos?
El autoengaño no es únicamente una herramienta de protección emocional. En ocasiones, puede convertirse en un hábito para mantener una narrativa interna que nos resulta más cómoda. Nos engañamos para no asumir la responsabilidad de nuestros errores, para justificar decisiones que, en el fondo, sabemos que no son correctas. Nos mentimos a nosotros mismos para evitar confrontar la angustia existencial de no estar donde queremos estar en la vida. Este fenómeno está profundamente entrelazado con nuestros miedos más íntimos: el miedo al fracaso, al rechazo, o a no ser lo suficientemente buenos.
No nos engañemos, en el fondo lo hacemos para protegernos, a veces de nosotros mismos y otras veces de los demás. Cada uno tiene sus propias respuestas a esta pregunta, y como tantas otras, la solución está en preguntarse a sí mismo e intentar responder de la manera más sincera posible.
Con lo cual, antes de terminar, quiero que te cuestiones más sobre las consecuencias del prefijo “auto”, que puede ser interpretado como el engaño “a sí mismo”, “para con uno mismo” o “respecto de uno mismo”.
¿Quieres seguir mintiéndote a ti mismo, contigo mismo y sobre ti mismo?
La libertad, en su sentido más profundo, no es solo la capacidad de hacer lo que queremos, sino la capacidad de ver la realidad tal como es. Nos decimos a menudo que somos libres, pero la verdadera libertad surge cuando rompemos las cadenas del autoengaño y nos enfrentamos a nosotros mismos con honestidad brutal. Esta confrontación con la verdad es lo que nos permite tomar decisiones auténticas y dirigir nuestra vida hacia donde realmente queremos ir, no hacia donde creemos que debemos ir por comodidad o inercia.
La decisión es tuya, como casi todas las decisiones que afectan tu vida.
¡Tú decides!
Superar el autoengaño no es una tarea sencilla, pero es posible. El primer paso es cultivar la autoconciencia, ese hábito de observar nuestros pensamientos y acciones de manera imparcial. Un ejercicio útil es practicar la meditación o la escritura reflexiva, donde, sin juzgar, exploramos nuestros pensamientos más profundos y cuestionamos nuestras creencias. El pensamiento crítico es una herramienta poderosa para desmantelar las narrativas falsas que hemos construido a lo largo de los años. Pero más allá de la introspección, es necesario también abrirnos al diálogo con los demás, permitiendo que otras perspectivas desafíen nuestras autojustificaciones.
Mucho más que el autoengaño, es nuestra propia consciencia la responsable tanto de los beneficios y/o perjuicios en el mantenimiento de nuestro equilibrio fisiológico, racional, emocional, espiritual y relacional.
Al romper el círculo del autoengaño, comenzamos a vivir con mayor autenticidad. Nos permitimos cometer errores, asumir responsabilidades y, sobre todo, aprender de la realidad en lugar de distorsionarla para que se ajuste a nuestras expectativas. Este proceso de desenmascarar nuestras propias mentiras no solo nos libera, sino que nos abre la puerta a una vida más plena y significativa. Reconocer el autoengaño es el primer paso hacia una existencia más genuina, donde cada decisión refleja nuestras verdaderas convicciones y deseos.
Si deseas romper el círculo vicioso del autoengaño y vivir una vida verdaderamente tuya, más serena, feliz, o simplemente vivir tu vida plenamente, te animo a observarte, cuestionarte, afirmarte y comprometerte a ello conscientemente.
A través del conocimiento, el estudio, el pensamiento crítico, la reflexión, el abandono de la parcialización del conocimiento, el reduccionismo enfermizo, y tantas otras medidas más al alcance de casi cualquier persona hoy en día.
Solo hacen falta consciencia, atención, entrenamiento, evaluación y comunicación adecuada. Todos siendo factores dentro de nuestra propia responsabilidad y campo de acción.
Tus resultados son consecuencia directa de tus acciones y estas, a su vez, tienen su origen en tus decisiones, las cuales están no solo condicionadas, sino determinadas por tu perspectiva que no es más que el reflejo de aquello que eres consciente.
Si deseáis profundizar en este tema y aprender a “dejar de autoengañarte”, te animo a empezar a “desengañarte”.
Si quieres averiguar más sobre mí, la forma de enfocar el trabajo, o los programas, por favor no dudes en contactar conmigo. Muchas gracias y hasta pronto.
«La mayor mentira que nos contamos a nosotros mismos no es aquella que oculta la verdad, sino la que nos convence de que vivir sin confrontarla es más fácil.»
Semper vigilio, fortis, paratus et fidelis,
Bernhard
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*** Será un placer y un honor acompañarte a liberar y desplegar todo tu potencial para que puedas experimentar una mayor claridad, confianza, propósito, sentido, éxito y alegría en tu camino hacia el máximo rendimiento y tu futuro deseado, bien sea en mis encuentros grupales semanales de lunes a viernes, o en mis programas individuales, a medida, 1 a 1 y “face to face”.
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Un fuerte abrazo y nos vemos “dentro”