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ENCONTRARSE

He subido un escalón y jamás olvidaré quién me ayudó a encontrar la escalera. 

Yo tan solo era un cuerpo agotado, pero vi esa sonrisa tuya que atrapaba, el mundo cambió, parecía un sitio más habitable. Los días no pesaban tanto, no era tan duro mirarse al espejo, tan solo era tu presencia, la que calmaba los silencios, las horas contigo desataban mis males. 

Calmaste mi tormenta emocional. Me enseñaste a cuidar de mí. Las pequeñas cosas empezaban a tener sentido y ya me recuperaba de haber caído, al universo agradecía haberte conocido y más cuando todo lo había perdido, sentí tu aura con un aire atrevido, y la seguridad que nunca había tenido mato las arañas que ser yo misma no me habían permitido, nuevas letras se habían unido y si cada día antes de dormir no me las hubieras leído de ti, no las hubiera aprendido. 

El iris de mi ojo vio las nuevas flores que habían florecido, y vi que mi paz iba creciendo. Ella tarareaba la canción de la pura verdad. Entendí cómo funcionaba el laberinto de la soledad y vi que no tenía tanta maldad, con el tiempo destapé la realidad, el secreto estaba en estudiar mi identidad, de manera individual, tenía que realizar alguna que otra actividad, así podría afirmar con mucha seguridad cuál era mi introvertida personalidad. 

Conseguí conocer a mi persona con totalidad, al final del laberinto vi que mi tiempo tenía más calidad, mis alas nacieron dándome mucha libertad, con plumas llenas de claridad y el amor propio a alta intensidad. Solo podía agradecer los hechos mencionados con anterioridad a esa personita especial. 

Su besito en la frente limpio entera mi mente, y encontrarla fue un regalo de la suerte, al mal pasado fríamente se le declaró la muerte y por fin empezó un nuevo presente. No sé si ella alguna vez fue consciente de lo que hizo, de mi grito desesperado algo ausente. 

Resultó más fácil levantarse cuando me dio la mano desde arriba. Tatuó en mi memoria que rendirse nunca, ni sola, ni sintiéndome vacía. Aunque a veces por mi mejilla una gota fría descendía, sobre el colchón de la conciencia tranquila, dormía. Y la fuerza de un corazón ardiendo en mí vivía. Recuerda siempre con amor, esperanza y alegría. 

Alina

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