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LA NIEVE NEGRA

Cae la nieve.

Silenciosa. Blanca. Invisible.

Así recuerdo las noches de invierno, escondida entre las sábanas, frotando los pies para entrar en calor. Soñando con que amaneciera para abrir la ventana y contemplar con ojos atónitos la plaza cubierta de nieve, una fuente convertida en espejo, porque el agua se ha congelado, el reloj de la muralla rompe el silencio marcando las nueve. Siguen cayendo los copos con sigilo, sin parar, ninguna huella en las calles blancas.

Silencio.

Pronto aparecerán las primeras pisadas sobre la nieve mullida de los más madrugadores para ir a la escuela.

Recuerdos de infancia que me asaltan estos días cuando veo las imágenes de la isla de la Palma. Mis sueños blancos se han convertido en pesadilla negra, como la ceniza que cubre el paisaje de una zona castigada, una vez más, por la nieve negra.

Y me pregunto, ¿cómo serán los sueños de los habitantes de La Palma en las noches ruidosas desde que un volcán lleva rugiendo días y días, incansable, sin parar?

Desde hace más de 50 días, un 19 de septiembre, un volcán sin nombre que nació en Cumbre Vieja empezó a rugir como el peor monstruo de la peor pesadilla infantil.

 Se hizo visible cuando la lava, ardiente y brillante, empezó a discurrir por la ladera buscando el mar. Cuando vives en una isla y te acecha el peligro, la única salida es buscar el mar infinito en el que cabe todo.  Eso es lo que hemos visto, día tras día, en las imágenes que las televisiones nos han traído a nuestros hogares.

Horror. Incertidumbre. Miedo.

Pero al monstruo sin nombre hay que conocerlo y mirarlo   con ojos de especialista, con los de expertos que, cuatro años antes, ya auguraban esta erupción volcánica. De hecho, el magma antes de salir provocó un abombamiento de la superficie de la isla, como un coloso que empuja la corteza terrestre desde 15 kilómetros de profundidad, consiguiendo que la montaña estirara sus músculos. Cuatro días antes de la erupción, La Palma había crecido 10 centímetros en la zona de Cumbre Vieja y más de 15 en la víspera de la salida de la lava. Evidencias claras de que algo fuerte iba a suceder.

La orografía de la isla va cambiando a medida que el volcán sigue expulsando lava. No olvidemos el origen volcánico de estas islas que han ido ganado terreno al mar; es su mecanismo natural de crecimiento que va dando formas distintas y espectaculares, cuando se mezcla la lava con el agua del mar, cuando va dibujando un cauce perfecto por las laderas rompiendo paisajes, tragándose casas y cubriendo de nieve negra todo el terreno. Imágenes que se suceden cada día, puntualmente, a la hora de los informativos, da igual el canal que veamos, la información es la misma. Tragedia, tragedia y tragedia.

Y me pregunto ¿de qué forma afectará a los habitantes de La Palma, mayores y jóvenes, a los que ya sufrieron una catástrofe similar hace cincuenta años y que ahora vuelven a revivir en sus carnes y a los que lo están viviendo por primera vez? 

  Si la lava es capaz de transformar el paisaje, de hacer desaparecer las escuelas, las iglesias, las plantaciones agrícolas, no dudo que también transformará la forma de vida, la forma de ser, la forma de sentir.

 Nada será igual a partir de ahora para los palmeños, que ven como cada día el horizonte se tiñe de un gris cada vez más intenso porque la nieve negra no cesa, ha cubierto más de mil hectáreas de una isla hermosa en la que miles de personas han abandonado sus hogares, ahogados por la tristeza, la incertidumbre y los sueños rotos.

                                                                                  Encarni Bello                                 

                                                                       

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