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¿No os suele pasar, que a veces, actuamos de forma cohibida, porque pensamos que nos observan?

Nos mostramos cautelosos, reprimidos o incluso ¡llegamos a fingir!, por miedo a lo que puedan pensar los demás…

Pero, la situación cambia, cuando no tememos ser juzgados por otras personas, no nos importa el qué dirán o pensarán… ¡Eso está muy bien!

Mi pregunta es…

¿de verdad que solo pueden observar las personas?

He aquí mi teoría.

ELLA ES…. Ahí estaba Ella, alta, erguida y señorial, vestida de negro. Ella había sido testigo de grandes amores… Como aquella vez que un caballero, vestido con traje azul intenso, camisa blanca con cuello y puños de finas listas azules, y corbata malva, paseaba ansiosamente de lado a lado fumando un cigarrillo tras otro. Ella suponía que su cita se retrasaba, a juzgar por las veces que miraba su reloj de pulsera. De pronto se paró en seco. Su mirada, que segundos antes era angustiada, nerviosa y temerosa, volviose, dulce, tranquila, con pupilas dilatadas. Al otro lado, Ella vio a una Dama caminando decidida, con vestido gris entallado hasta la cintura y una falda de gran vuelo, que a cada paso creaba un sensual movimiento acompañado por la desnudez de sus bellos hombros.

Sus pasos eran pequeños, pero seguros, y el taconeo de sus altos zapatos era música celestial.

Al llegar a la altura del caballero, la hermosa dama mostró una preciosa sonrisa en sus labios rojo pasión. Su mirada delataba la felicidad del encuentro, que quedó bien patente al fundirse ambos en un largo y pasional beso, mientras sus cuerpos se unían en un gran abrazo. Juntos se fueron calle abajo, cogidos de la mano. Y ahí seguía Ella, mirando las colillas pisoteadas, algunas aún humeantes…. Ella, alta, erguida, señorial y vestida de negro, un Negro Brillante como las pupilas de los Amantes. Firme y robusta, con Bellas Rosas Negras, engarzadas entre sus gruesos barrotes y al final de ellos, finas lanzas sostenían un Sol Negro y una media Luna Negra. Ella, la Puerta, testigo de grandes amores, tristes rupturas y algún que otro zarandeo de furia en su cuerpo de Hierro, Hierro Negro Brillante.

Montse Guai.

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