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LO ESCENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS

¿Quién no ha escuchado nunca estas palabras escritas por Antoine de Saint-Exupéry: en su libro: “EL PRINCIPITO”?

¿Pero cuántas personas hemos pensado realmente en ellas?

En un mundo tan rápido como el nuestro, con tanto movimiento, con tanto ruido, con tanto consumo, con tanta prisa por escalar puestos y posiciones sociales y económicas, con tantas preocupaciones y tan poco tiempo para escucharnos y escuchar a los que nos rodean, con una tecnología que, cada vez más, nos aísla de lo que hasta no hace mucho formaba parte lógica y natural de la comunicación humana, como es mirarnos a los ojos cuando nos hablamos; con tanta pantalla virtual que rápidamente nos absorbe por su inmediatez y su capacidad de respuesta, con tantos horarios absorbentes de trabajo que nos obligan a acostumbrarnos a delegar nuestros hijos a otras personas e instituciones…

¿Qué es lo que no se puede ver con los ojos y que, además, es esencial?

La respuesta es clara: Es todo aquello invisible que nos une, lo que crea vínculos y ensancha nuestro corazón y que no se puede comprar porque no es material, porque no se puede fabricar, porque no se puede vender, porque no se puede agarrar, ni robar, ni tocar, porque va más allá del tiempo y del espacio, y es tan verdad como que ahora estamos aquí conectados, aunque yo no te pueda ver ni tú me puedas ver ni tocar.

Se trata del amor, la amistad, la compasión, la empatía, el silencio, la escucha, el aroma que desprenden las flores, aquella mirada especial que llega al fondo de tu ser, aquellos aromas que nos trasladan instantáneamente a nuestra infancia o a una persona concreta, el olor de la tierra recién regada, el miedo, la dicha, la paz de tu interior… Hay un montón de cosas que no se pueden ver ni tocar y que, en cambio, son las más importantes, las que nos permiten ir más allá de nuestros sentidos físicos tan limitados y nos acercan a la esencia de todas las cosas, nos hacen sentir la unidad de todo lo que existe y dan sentido a la vida.

El poder de la materia es inmenso para todos los seres que estamos en la Tierra inmersos en ella.

Estamos tan acostumbradas a ver lo que ya sabemos qué estamos mirando, que no atendemos lo que está detrás de lo que vemos.

Estamos tan acostumbradas a oír los sonidos y voces de lo cotidiano que apenas los escuchamos.

Estamos tan acostumbradas a oler y a definir lo conocido, a tocar todo lo que vemos y conocemos, que no prestamos ni atención a nuestro tacto…

Todo lo tenemos en nuestra mente, todo está ahí archivado y, más que sentirlo, “lo pensamos”.

Solemos pasar por la vida desconectadas de nuestro sentir, porque ya creemos saber cómo son las cosas que nos rodean, la naturaleza, las calles, el cielo, las tiendas, las personas… Ya nada, o bien poca cosa, nos sorprende en lo cotidiano y esto hace que nuestra atención suela estar en nuestro propio paisaje mental, navegando con todo lo que estamos pensando, organizando, recordando, proyectando, sufriendo…

Nunca, o casi nunca, estamos plenamente vivas y presentes en el ahora.

Lo cotidiano nos pasa por alto, es el pan de cada día, lo que debemos hacer, fuera o dentro de casa, es el espacio donde transcurre nuestro quehacer rutinario, lo imprescindible, la organización que nos permite intentar llegar a todo, esta rutina de lo conocido y programado desde la mañana hasta la noche, el afán de responder como sea a todos los desafíos que se puedan cruzar en nuestro camino mientras esperamos el fin de semana, o las vacaciones, para “vivir” cosas diferentes, lugares nuevos, y relajarnos un poco, o no.

Pero la vida real es la que vivimos a cada momento, en esa rutina que no nos sorprende, pero que contiene todos los ingredientes para que suceda todo. Y sucede todo… Solo que no nos damos cuenta. Todas las cosas importantes, esenciales, que no se ven con los ojos, suceden cada día de nuestra vida, están ante nosotras a cada momento, pero no sabemos prestarles atención. La oportunidad de verlas y reconocerlas está en todas partes.

Debemos aprender a mirar con los ojos del alma y del corazón, en lugar de pensarlas desde la mente. La mayoría de las veces, nos gana nuestra necesidad de querer controlarlo todo, la resistencia que mostramos para evitar todo lo que no nos gusta, sea real o imaginado, el miedo, en el fondo, de dejarnos vivir plenamente

¿Y si nos propusiéramos lograr que la mayoría de los momentos fueran amables, fueran bonitos, fueran merecedores de ser vividos y recordados?

Intentemos empezar el día como lo que es, un nuevo día. Intentemos no verlo como una continuación de ayer, sino como una oportunidad de vivir y crear algo nuevo. Todo cambia un poco cada día, todo lo que realmente es esencial también, por lo tanto, si aprendemos a vivir conscientes en el aquí y ahora, valorando, amando y gozando de lo que tenemos y nos pasa, el día que aquello que más amamos también cambie, sentiremos la paz y el agradecimiento de haberlo sabido vivir, de haberlo aprovechado y haberlo amado plenamente.

No lo olvidemos: LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS.

Piensa en lo que es esencial en tu vida y ámalo, vívelo, abrázalo, AHORA.

Dolors Beltran Boixadera

mamaestoyaqui.com

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2 comentarios en «LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS»

  1. Gracias Dolors y gracias Ernest por hacernos reconocer la verdadera y valiosa mirada de nuestro corazón.
    Recuperar la innocència de existir y amar la voz sincera de ese nuestro sabio palpitar.
    Con el amor de siempre para ustedes.
    Gilbert

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