Psicoterapia para parejas:
De la comunicación a la intimidad
Me pregunto qué piensan y sienten las parejas antes de venir a terapia de pareja. Qué expectativas tienen al respecto y cómo creen que el proceso que allí se va a dar puede mejorar su relación.
No hay un único caso en el que no se den problemas de comunicación, ni, aunque el motivo de consulta sea una imperante dispareunia o una eyaculación retardada. Créanme.
Todas las parejas que veo tienen dificultades en su manera de comunicarse, si es que lo hacen, porque algunas evitan la comunicación sin entender que esa también es una forma contraproducente de vincularse. Y las parejas que hablan, no escuchan realmente a su pareja, en la mayoría de casos.
Y ahí comienza el embrollo. ¿Acabas de escuchar lo que te ha dicho tu pareja ahora mismo? Es una frase recurrente en terapia. Y si no lo apuntas, no reparan en que el otro acaba de decir algo, e incluso, en ocasiones, lo contrario de lo que uno pensaba. Cuando se paran a escuchar tras hacerles ver la importancia de comprender qué está diciendo exactamente el otro, se quedan con caras de: “¡Ah, pues no lo había entendido así!” o siguen en sus trece con frases del tipo: “es que yo conozco bien esa cara y cuando hace ese gesto quiere decir que”… o la otra de: “eso no lo dijiste así”.
Las personas interiorizamos unos patrones en el complejo proceso de la comunicación humana, atendiendo a nuestra manera de entender la vida, a nosotros mismos y a lo que creemos de nuestra pareja. A veces una simple pregunta, como he comprobado en infinidad de ocasiones, evitaría hacer supuestos erróneos que desencadenan en reacciones innecesarias y desagradables para ambos. Pero parece ser que tener la razón es uno de los fines al hablar con los demás, y también, como no, con nuestra pareja. Partiendo de esa base, nada puede resultar sano y agradable.
He vivido parejas que atendiendo a dichas maneras de des-comunicarse, no han hecho más que acabar auto-castigándose a sí mismos o culpando al otro por lo sucedido, eliminando así cualquier posibilidad de diálogo, entendimiento y comprensión. Han perdido lamentablemente la ocasión de acabar acariciándose, de recibir un masaje erótico e incluso de hacer el amor.
Parejas del mundo: sin comunicación efectiva, no puede resultar una pareja sana, ni, aunque ambos se complementen en esa falta de salud y ya les esté bien no comprender las necesidades o deseos de la persona que eligieron, porque los huecos del uno son alimentados por las faltas del otro. NO es SANO. Son parejas que establecen unas simbiosis que compensan tanto sus miedos como la incapacidad de enfrentarlos. Tan lícito como cualquier otro modelo, aunque evidentemente no aporte una felicidad real, no nos engañemos. Pero esas parejas son las que no acuden a terapia.
El contacto físico es una de las primeras cosas que se pierde tras una deficiente comunicación en las parejas: el roce, las miradas de complicidad, el mimarse, y todo aquello que va más allá y trasciende el mero cuidado que se le puede ofrecer a un ser humano al que escogimos para ser testigos de nuestra vida. Esa forma de intimidad, esa conexión insustituible, ni con barras de chocolate ni con solamente estar presente en lo bueno y en lo malo, es lo que hace a una pareja ser AMOR. Sin esa entrega, sin esa energía de corazón a corazón no hay relación. Se le puede llamar de otra manera, pero sin exteriorizarnos no hay auto-respeto y consecuentemente respeto por la pareja.
Sentirnos a través de nuestros cuerpos nos junta en un espacio sin lugar. El cuerpo es el medio. Si la falta de comunicación aleja a los cuerpos, ese espacio no existe. Existirán otros, pero ese no.
Sea cual sea el modelo de relación de pareja, las rutinas se apoderan de las relaciones: mismos métodos, mismos resultados. Mismas prácticas, mismo aburrimiento. Mismo de todo, mismo de nada. Olvidamos que somos humanos y nacimos seres creativos y creadores, pero nos enjaulamos en lo conocido aún en nuestro propio perjuicio y el de la pareja que construimos. Y aun siendo conscientes, nos cuesta salir.
Hablad, hablad, ¡hablad! Le digo a mis parejas siempre. Preguntad, explicad, especificad, no supongáis, no tratéis de adivinar, expresad, decid, abrid el corazón, sacad la cabeza, escuchad, tratad de comprender, no os auto-engañéis, reconoced vuestros límites y sentid.
Sea cual sea la historia de Amor que dos personas forjen, nunca deberíamos dejar de ser los protagonistas de la historia de nuestra vida.
El mundo debería empezar por una auténtica aceptación de uno mismo, para poder aceptar lo que después venga. Sin ese amor propio, sin esa alineación con nuestro propio ser, sin ese auto-reconocimiento y trabajo personal para superar pantallas, seguiremos estancados en la primera. O la segunda, pero jamás llegaremos a la última: aquella que nos procura la LIBERTAD de sabernos amados por lo que somos y no por lo que hacemos, tenemos, o damos.
Si todo humano tuviera la valentía de saltar esos muros que su propia conciencia edifica, solo habría parejas sanas y la terapia de pareja no tendría lugar de ser. El mundo sería más pacífico y nada estaría estúpidamente dividido entre tú y yo, entre lo bueno y lo malo, entre el culpable y la víctima, entre lo orgánico y lo cultural, entre lo material y lo espiritual, entre la vida y la muerte.
No olviden que somos y formamos parte del TODO, que es mucho más que la simple suma de nuestras partes.