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SOMOS CAMINANTES

Somos caminantes, caminamos por la vida con una mochila en la espalda, cada uno la nuestra.

Una mochila invisible en la que llevamos cargadas aquellas cosas que hemos ido coleccionando en nuestro trayecto de vida, desde el primer día que comenzamos el viaje, e incluso antes de nacer. Algunas de estas cosas las hemos recogido nosotras mismas. Otras, muchas, nos las han cargado personas y circunstancias que han acompañado nuestra vida, aunque ni tan solo las recordamos…

Sencillamente, todas forman parte de nosotras sin que notemos siquiera que llevamos una mochila invisible incrustada en la espalda y que, como toda mochila que utilizamos para ir de excursión, podemos descolgarla, abrirla, mirar qué llevamos en ella y observar qué nos conviene llevar y qué nos conviene dejar. El peso de esta mochila invisible pesa mucho y pasa a formar parte de nuestra persona sin darnos cuenta.

llevamos todas las frases escuchadas insistentemente desde que éramos niños, palabras punzantes, frases lapidarias, palabras de amor, muchos miedos, enfoques de vida diversos, que con el tiempo se han ido grabando inconscientemente en nosotras y algunas se han transformado en piedras y rocas que pesan en nuestra alma, tanto, que a veces las llegamos a sentir también físicamente y enmarcan nuestras vivencias.

Estamos hablando de creencias, dogmas, rituales, miedos de todo tipo, dolores escondidos, sufrimientos que nos limitan y nos oprimen y evitan que podamos vivir nuestra vida, ahora y aquí, a nuestra manera. Pero la vida es sabia, y llega un día que, si no nos paramos nosotras, ella misma se encarga de pararnos y nos alienta a tomar la decisión de abrir finalmente esta mochila tan pesada y llena que llevamos encima.

Nos es necesario dar este paso para sacarnos pesos de encima, para mirar qué es lo que llevamos, para descubrir qué es nuestro y qué no lo es, para empezar a vaciarla de todo aquello que hoy ya no nos sirve y no nos ayuda a vivir, y aprender a dejarlas fuera, sin rencor, ya que finalmente nos han enseñado lo que no nos hace bien. En definitiva, se trata de mirarnos a nosotras mismas. Si tenemos la mochila llena, al caminar no podremos recoger nada nuevo, no habrá espacio para nada más, pero con la mochila vacía, o casi vacía, podremos aprovechar la oportunidad de llenarla con las cosas nuevas que encontraremos en nuestro camino, aquellas que nos ayudaran a respirar hondo y a sentir paz, que nos llegarán al corazón y nos aportaran belleza y amor para comprender que nada se acaba, que todo continúa infinitamente.

Soltar, no apegarnos a las cosas que tenemos, a las personas que amamos, a las propiedades que atesoramos o a las creencias que conocemos… es el aprendizaje más importante que hemos de aprender en esta vida. No se trata de poseerlas, de hacerlas nuestras, de aferrarnos a ellas como si nos fuera la vida. Se trata de agradecerlas, vivirla, disfrutarlas y amarlas mientras son presente, pero sabiendo que no son para siempre, que el cambio forma parte constante de la vida, que lo que hoy tenemos mañana no nos lo llevaremos, que los que hoy amamos pueden cambiar y alejarse de nosotras para vivir su vida, la que han venido a vivir, y que un día lo que hoy es nuestra casa mañana será habitada por otras personas o sencillamente no existirá…

Todo cambia, el nuestro es un viaje constante y cambiante: el niño pequeño no es igual al bebé que era cuando nació, el adolescente no es el mismo niño de antes, el joven deja la adolescencia atrás y empieza a encarar el mundo con sus propias cartas, el adulto va madurando y dando paso lentamente al anciano en que se convertirá un día, si la vida lo mantiene aún aquí. Y todo esto no es triste, no es negativo, no es terrorífico ni dramático, esto es la vida en la Tierra, nuestro paso físico por esta vida que es pasajero, que es por un tiempo del cual desconocemos la longitud, pero en el que podemos crear y dibujar la profundidad, la anchura, los colores, la textura, la música, las palabras, los poemas, la luz, el aroma…

Nuestra es la oportunidad de llenarlo de amor o de odio, de enfocarlo hacia la luz o hacia la oscuridad, de llenarlo de sufrimiento o de comprensión, de compasión o de culpa… Somos el pintor que busca en la paleta los colores apropiados para su mejor obra nunca creada antes, y siempre única.

Ernest, una vez me dijo: —“Mamá, la vida es como una pizza, puedes imaginártela como quieras, puedes hacértela como quieras, tienes todos los ingredientes del mundo a tu alcance para ponerle, pero irás cogiendo solamente aquellos que te gustan, elegirás todos los que te atraen y son buenos para ti y descartarás los que no te hacen bien y no quieres ni probar… Será tu pizza.”

Recordad que somos mucho más que este cuerpo que tiene data de caducidad, recordad que la vida no se acaba con la muerte, sino que la transciende, y que cuando consigamos hacer cada una de nosotras nuestra mejor pizza estaremos preparadas para dejar la mochila vieja, y continuar viajando, cargadas de amor, hacia otro plano de Existencia.

Dolors Beltran Boixadera

mamasocaqui.com

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