¿Tienes un porqué, un para qué y un para quién?
En el artículo anterior hablábamos de cómo encontrar tu porqué puede cambiarlo todo. Inspirado en Nietzsche y profundizado por Frankl, ese porqué es la raíz de muchas decisiones, de muchas resistencias superadas, de muchas vidas transformadas. Pero hoy quiero proponerte que vayamos un paso más allá. Porque sí, tener un porqué es necesario. Pero no siempre es suficiente.
También necesitamos saber para qué vivimos. Y, más allá aún, para quién vivimos.
Estas tres preguntas —¿por qué?, ¿para qué?, ¿para quién?— son como una brújula existencial. Te ayudan a orientarte cuando todo fuera parece incierto, inestable, incluso absurdo. Te permiten sostenerte desde dentro, en un mundo que cambia a velocidades muchas veces inhumanas. Te devuelven al centro.
No esperes que este artículo te dé respuestas mágicas. No las tengo, ni creo que nadie las tenga. Pero sí espero que despierte en ti una reflexión sincera. Una conversación contigo mismo. Una pausa consciente en medio del ruido diario. Porque esa pausa puede ser más transformadora que mil promesas de éxito.
1. ¿Tienes un porqué?

Tu porqué es tu motor interno. Aquello que te mueve incluso cuando estás agotado, cuando la vida parece no tener sentido, cuando todo alrededor se cae a pedazos. El porqué es lo que queda cuando lo superficial desaparece. Lo que no se negocia. Lo que permanece incluso cuando nadie te ve.
Encontrar tu porqué no es cómodo. No es un hashtag ni una frase bonita para enmarcar. Es un acto de honestidad brutal. Es mirar hacia dentro y reconocer lo que verdaderamente importa. Lo que te duele. Lo que no quieres perder. Lo que no puedes traicionar sin romperte por dentro.
Tu porqué puede cambiar con el tiempo, sí. Puede evolucionar. Puede profundizarse. Pero si no tienes uno, la vida te empujará de un lado a otro sin dirección. Irás reaccionando en lugar de eligiendo. Cumpliendo con lo que “se espera”, sin saber si eso es realmente lo que tú deseas.
Pregúntatelo con calma:
- ¿Qué te sostiene cuando todo se tambalea?
- ¿Qué valoras por encima de todo?
- ¿Qué defenderías aunque nadie te aplaudiera?
2. ¿Tienes un para qué?
Aquí es donde el porqué se convierte en dirección. El para qué te habla del impacto. De la utilidad. Del propósito en acción.
Puedes tener un porqué muy claro, pero si no lo canalizas hacia algo, corres el riesgo de quedarte atrapado en la introspección, en el ideal, en el discurso sin práctica. El para qué es movimiento. Es intencionalidad. Es consecuencia.
Tu para qué no tiene que ser grandioso, ni cambiar el mundo. Pero tiene que ser verdadero. Tiene que resonar contigo. Tiene que movilizarte.
Muchas personas se sienten vacías porque no han conectado su porqué con un para qué tangible. Tienen valores, tienen principios, pero no los traducen en acción. No los encarnan. No los ponen al servicio de nada.
Eso genera frustración. Incoherencia. Un tipo de tristeza sorda, silenciosa, que no siempre se reconoce como tal, pero que desgasta igual.
Pregúntate:
- ¿Dónde se expresa hoy mi propósito?
- ¿A qué estoy dedicando mi energía cada día?
- ¿Eso está alineado con lo que digo que es importante para mí?
3. ¿Tienes un para quién?
Esta es la pregunta más olvidada. Pero quizás, la más poderosa.
Vivimos en una cultura que nos repite que todo gira en torno a uno mismo: tu bienestar, tu éxito, tu desarrollo personal. Pero el verdadero sentido se expande cuando trasciende al yo. Cuando se vuelve vínculo. Cuando toca otras vidas.
El para quién le da humanidad a tu propósito. Le da cuerpo. Le da dirección moral. Porque puedes tener un porqué muy noble, y un para qué muy ambicioso, pero si no sabes para quién lo haces, puedes terminar desconectado de la vida real. Puedes volverte una máquina de hacer, sin presencia. Puedes convertirte en alguien que “ayuda” pero no escucha. Que “impacta” pero no vincula. Que “inspira” pero no acompaña.
¿Para quién haces lo que haces?
¿Para tu familia?
¿Para las personas a las que acompañas?
¿Para tu comunidad?
¿Para tu yo futuro?
¿Para tu yo niño?

Esa respuesta puede darte una fuerza que no sabías que tenías. Porque cuando el propósito se vuelve relacional, se vuelve más potente. Más humano. Más resiliente. Y más real.
La brújula interna en un mundo sin mapa
Vivimos tiempos de sobresaturación de estímulos, de hiperinformación, de multitarea, de productividad tóxica y apariencias infladas. En este contexto, muchos se sienten perdidos. Porque lo externo ha ganado tanto peso que hemos olvidado cómo escucharnos por dentro.
Por eso este tipo de preguntas no son un lujo. Son una necesidad. Son un acto de autocuidado radical. Son una forma de recordar quién eres, qué haces aquí y con quién compartes el viaje.
La buena noticia es que nunca es tarde para replantearte tu brújula. Puedes redefinir tu porqué. Redirigir tu para qué. Reconectar con tu para quién. Y hacerlo con total libertad, sin pedir permiso a nadie, sin necesitar validación externa.
Eso sí: nadie lo hará por ti. Pero tampoco tienes que hacerlo solo.
¿Te animas a redefinir tu brújula?
Quizás este sea el momento. No esperes al próximo colapso, ni a una crisis existencial para detenerte a pensar.
Hazlo hoy.
Aunque sea por unos minutos.
Hazte las preguntas.
Escribe.
Habla con alguien de confianza.
O ven a uno de nuestros encuentros.
Porque vivir sin brújula es sobrevivir.
Y tú mereces algo más que eso.
Semper Fidelis,
Ber
Será un placer y un honor acompañarte en tu camino hacia mayor claridad, dirección y conexión. Te espero en nuestros diálogos existenciales o en sesiones personalizadas. Más info por mensaje privado.
Nos vemos «dentro»…
En el próximo artículo hablaremos de cómo empezar a traducir esa brújula existencial en decisiones reales. Porque una vez que tienes claro tu por qué, tu para qué y tu para quién… toca hacer cambios. Cambios a mejor.